Trabajadores de la empresa alemana Volkswagen radicada en el estado de Puebla han cimbrado el mundo laboral por su rechazo a una propuesta que muchos obreros quisieran recibir. ¿Qué fue lo que prendió la mecha obrera? Esa indignación que se generó como si fuera una erupción volcánica se fortaleció con la expresión del voto secreto ante la sorpresa de propios y extraños.
Esa rebeldía obrera ha causado revuelo más allá de las líneas del armado automotriz, empresa que en el estado de Puebla representa el 43.4% del Producto Interno Bruto, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía.
Este conflicto despertó incluso al atornillado gobernador del estado poblano, que ante este conflicto decidió tomar un curso rápido para saber cómo atender los problemas laborales de su estado.
La propuesta económica a los trabajadores del 9% de incremento salarial, 2% en prestaciones y 0.85% en la aportación al fondo de ahorro, no dio los resultados que esperaban tanto la representación sindical como la directiva patronal.
Primero se llevó a cabo una votación el pasado 5 de agosto, dicen los curiosos que fue de manera festiva, pero sus caras de alegría se tornaron en desagrado y sorpresa al expresar un voto en contra de 2,586 trabajadores, pasando por encima de 2,248 quienes sí lo aprobaron, generando una diferencia de 338 votos. Ante la incredulidad de esa expresión de rechazo –calificada como “minoritaria”– solicitaron a la autoridad laboral que autorizara un nuevo recuento de votos.
El 31 de agosto, 24 días después del tremendo descalabro y luego de una “intensa jornada de información” (a posteriori), los incrédulos volvieron a sentir en carne propia la negativa de 3,450 trabajadores, por encima de 3,225 quienes lo aprobaron, con una diferencia de 225 votos.
Los especialistas del mundo obrero, ante este resultado inusitado, aparecieron por todas partes achacando a grupos externos y hasta a enviados extranjeros de ser los responsables de generar inquietud en la planta automotriz, por la presunta debilidad del comité ejecutivo.
La empresa, que no mira más allá de sus cejas, de inmediato culpó a los trabajadores del rechazo a su incremento salarial y se dijo “profundamente” decepcionada de ellos, y que su decisión contra el acuerdo “lastima a todas las partes”.
La empresa VW acusó sin ambages que “intereses ajenos a la vida laboral hayan influido en el proceso de votación…”; afirmó sin resquemor que fueron argumentos falsos y sin ningún fundamento los que cuestionaron el aumento propuesto.
El sector patronal insistió en el desgastado argumento que por años ha propalado para generar miedo: que el voto obrero de rebeldía “genera incertidumbre en cuanto a inversiones esperadas a corto y mediano plazo en el estado”.
Este conflicto deja lecciones importantes al evidenciar la forma sorpresiva en que la reforma laboral tomó a los directivos de la empresa alemana y a los desplantados dirigentes sindicales. Se les acusa de llevar una negociación en las alturas, lejos de la base, apresurándose a un acuerdo sin previo consenso.
Apostaron los negociadores a que el acuerdo deslumbraría a los trabajadores y que consensar con ellos antes no era necesario. Que presumir el 9% de aumento al salario, 2% en prestaciones y 0.85% en la aportación al fondo de ahorro, sería suficiente.
Hicieron una negociación como se hacían antaño. Los integrantes de la comisión revisora y el comité ejecutivo dispuestos en una sala especial, con una discusión de estira y afloja de la que sólo ellos, los encumbrados, estaban enterados. A pesar de designar a los mejores representantes sindicales, éstos no fueron capaces de tener cercanía con sus agremiados antes de llegar a un acuerdo final.
La empresa, por medio de sus directivos, quienes a pesar de conocer las diferencias del comité ejecutivo con una corriente importante de trabajadores decidieron hacer caso omiso a ello, dejaron que la información fluyera sólo mediante los representantes sindicales.
El poder del voto obrero, elevado a rango de secreto y fortalecido con la presencia extraordinaria de las autoridades laborales, dio libertad a expresar la inconformidad del desconocimiento en las negociaciones.
Quedó en evidencia que cuando el trabajador, en la soledad de la mampara, tiene en sus manos la boleta, le permite preguntarse si está conforme con el acuerdo que hizo su representación sindical con la empresa. Repasa el trato recibido y si se compartieron las razones por las que debe votar en favor o en contra.
Cada voto negativo no sólo es en contra del acuerdo entre la mancuerna sindicato y empresa, sino también de la impericia de ellos al comunicarse y al trato con sus agremiados y trabajadores.
Parece que desconocen que la reforma laboral no sólo trajo la consulta obligatoria mediante el voto secreto a los trabajadores en cada empresa, sino una nueva forma de resolver los diferendos entre las partes.
Ahora, la responsabilidad de crear un adecuado sistema de información claro y sin complicaciones de lenguaje, ya no es sólo es de los iluminados directivos empresariales y sindicales, sino de todos los que forman parte de la estructura.
Sería conveniente que, tanto el sindicato como la empresa, dieran a conocer la forma que usaron para comunicar las etapas de la negociación a los trabajadores que laboran en la planta automotriz. Que nos digan su fórmula para nunca usarla ni seguirla de ejemplo en las relaciones laborales de estos tiempos de la reforma laboral.
Es fácil acusar a intereses externos y chantajear con inhibir inversiones cuando no se tiene una política moderna de relaciones laborales acorde con los nuevos tiempos. El acuerdo finalmente se alcanzará, pero con enormes costos para las partes, y servirá como una lección enorme en este renaciente mundo laboral.
La voz unida de los trabajadores es la que se manifiesta con este resultado en contra del convenio contractual, ¿o es en contra la directiva sindical, la empresarial, o incluso del trato cotidiano que reciben sus trabajadores?
No todo es cuestión de números, sino de comunicación interna entre los agremiados y su directiva sindical, así como la atención efectiva y constante por parte de ésta última ante las necesidades y problemáticas de sus afiliados. Asimismo, la empatía y diálogo de la empresa con los trabajadores son elementos fundamentales para articular una sola visión y caminar bajo la misma dirección, que parece que en este caso no se alcanzó.
Esto traerá como resultado que los trabajadores formalmente sean parte de la empresa y afiliados a la representación sindical, pues parece que en la realidad se sienten excluidos de ambos espacios.
Es también esta rabia obrera una manera de cimbrar al sindicato de que no basta con decirse independiente o hacer asambleas como antaño. Se requiere mayor cercanía con los trabajadores, pero también una mayor preparación, en la comunicación y en el lenguaje para entender que ahora los trabajadores juegan un papel trascendental en las negociaciones obrero-patronales.
La voluntad obrera ahora es la parte vital de la reforma laboral. ¿Hasta cuándo se entenderá que ya cambió el mundo laboral en México?