La campaña de desinformación de los detractores no se ha hecho esperar para tergiversar parte de los cambios de seguridad que requiere el país. La importancia de que la Guardia Nacional sea parte de SEDENA tiene su razón de ser. Por ejemplo tenemos como prueba los videos filtrados donde se observan actos de tortura por Tomàs Zerón a e “cepillo”. Como se puede observar, el funcionario público, que no es militar por cierto, realizó estas malas prácticas para satisfacer los deseos de sus mandos civiles: el procurador en turno, el ex presidente de la república Peña Nieto y el ex secretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos. Esa es la corrupción a altos niveles que se debe extirpar.
Por consiguiente, se tenía que comenzar con la creación de una Guardia Nacional, brindarle un marco jurídico, y comenzar a darles una ruta profesional bajo un régimen de mayor disciplina. Lo que muchos detractores no dicen, es que la mayoría de los elementos trabajaban de escoltas con funcionarios de alto nivel y que no les costaban a ellos.
Por otro lado, la sociedad en general está de acuerdo con el trabajo del Ejército y la Guardia Nacional. Por primera vez el gobierno comienza a imponer orden, caso contrario de las demás administraciones que únicamente simulaban cambios y propuestas en letra muerta que quedaban inconclusos. Quedaron a deber un clima de estado de derecho que hoy sí se está atendiendo, con todas las evoluciones y problemáticas que conlleva este cambio.
A diferencia de los funcionarios civiles, muchos no comprenden que se deben buscar soluciones y cumplir órdenes. Quienes no han estado a la altura del cambio han tenido que renunciar, así de simple. Hoy la Cuarta Transformación ha requerido lealtad y compromiso. No podemos seguir con las malas prácticas de los otros gobiernos. En consecuencia, pese a quien le pese, los militares son los únicos que han cumplido y puesto el ejemplo. Esa situación les ha molestado a los adversarios que hablan de militarización, denostando y discriminando el trabajo del soldado. Esa envidia es la que ha provocado que hoy, hasta un subsecretario de derechos humanos haga presunciones sólo para justificar que hizo algo de investigación, cuando la esencia de tales acontecimientos son producto y causa raíz de la delincuencia organizada y el narcotráfico.
Ahora bien, la sola queja de la construcción de un estado de militarización, golpe de estado, golpe de estado blando, militarismo, etc., es totalmente infundada; ni siquiera por definición aplicaría. Argumentan que debe haber una separación entre los militares y las instituciones civiles. Para militarizar al país, se tendría que tener a militares en servicio activo ocupando puestos de civiles, como ha sucedido en diversos países; tener gobernadores militares, diputados y senadores militares. Situación que no ocurre en México. En efecto, esta forma de gobierno existe, por ejemplo, en Corea del Norte. En nuestro país ni siquiera se cumple con el servicio militar obligatorio con tiempo de trabajo, como en aquellos países bajo ese régimen. Para darse una idea de esto, solo hay que ver cuántos remisos existen que no han cumplido su servicio militar. Así de jodida está la mentalidad de muchos opositores y su voraz crítica no les permite un gramo de objetividad.
Lo que no han comprendido los detractores, es que este cambio va a revolucionar la forma de obtener el poder. Como todo, hay mucho trabajo por hacer, y lo que se sugiere al ejecutivo es que se deshaga de todos aquellos políticos que han chaqueteado y traicionado a la Patria, de todos aquellos funcionarios públicos a quienes se les brindó confianza, responsabilidades en la transformación y que no han cumplido; a todos aquellos que se están enriqueciendo gracias al puesto o cargo que están ocupando; a los que están en los poderes legislativo y judicial que cometen omisiones para no actuar con justicia, porque este 2024 el destino los va a alcanzar.
Por último, ¿qué pasaría si por un día no tuviéramos militares ni marinos trabajando por México? ¿se imaginan? No tendríamos quien le haga frente a los grupos criminales, ni quien realice apoyo a las comunidades o entidades federativas que tuvieran una tragedia.
Retomando una de mis columnas con datos actualizados, pocos saben que los turnos del personal militar no son como los de la gente normal. Ellos cumplen horarios de trabajo cercanos a las 18 horas diarias, desplegados en diversos puntos de la República Mexicana, dejando a sus familias sin saber si volverán a verlas. A esto hay que sumarle que deben cumplir con todas las misiones encomendadas a ellos aunque no cuenten con todos los recursos materiales para llevarlas a cabo. Y comandante que no se las ingenie para dar resultados con lo que tiene, es considerado un mal comandante. Así de fácil.
La verdad es que tenemos dos realidades distintas, una en la que los analistas y especialistas ven en los números y estadísticas; y la otra la realidad que se vive en la calle, en el campo, en las operaciones. Esas que no son contempladas en papel desde la comodidad de un escritorio, esas que solo quien las vive sabe cómo reaccionar.
Es muy fácil decir que el incremento de homicidios violentos es por culpa de los militares. Esta acusación carece de fundamento, pues con los mismos datos que los activistas utilizan, se puede demostrar que el alto índice de muertes violentas en México no se relaciona con que los militares se hagan cargo de funciones de seguridad pública.
De las poco más de 120 mil muertes violentas desde el 1 de diciembre del 2018 al 1 de julio del 2022, el número de decesos en enfrentamientos con elementos militares es menor del 0.60 por ciento.
El argumento que se ha utilizado para querer desprestigiar a las Fuerzas Armadas debido al alto índice de letalidad, también es falso. Hay poco más de 250 mil elementos castrenses que interactúan todos los días con civiles, en labores de seguridad pública, fuerzas de tarea, protección civil, erradicación de plantíos, labor social, etc. Las interacciones entre civiles y militares son más de 7 mil diarias, este número multiplicado por los 640 días que se llevan de gobierno nos darían 10, 280, 000 interacciones en lo que va del sexenio, entre el personal militar y los ciudadanos de México. Entonces, ¿cuántos muertos existen en esas millones de interacciones entre civiles y militares?
La realidad es que los militares no deberían realizar funciones que corresponden a los policías. Eso lo sabemos todos. Pero, ante el fracaso en seguridad pública, han tenido que salir a cumplir nuevamente con la necesidad de dar certeza jurídica a la población civil.
Desde hace 18 años se ha abusado del uso de la milicia y se abandonó la profesionalización de la policía. A esto hay que sumarle que en México no existe una estructura donde se respete el servicio civil de carrera: Los puestos, por lo general, son utilizados por políticos con escaso conocimiento en seguridad, que no entienden las necesidades más básicas del personal policiaco. Además, siempre ha existido una confrontación entre los mandos policiales y los mandos militares, pues se tienen visiones distintas del mismo problema. Por otro lado, tenemos también la resaca de García Luna, de donde vienen muchos de los analistas que hoy leemos en diferentes medios de comunicación y redes sociales -aunque traten de ocultarlo- , lo que hace que sus opiniones sean en el sentido de atacar todo lo que huela a verde militar.
Sería interesante que por un día el personal militar regresara a sus cuarteles y se desentendiera de la seguridad pública. Entonces sí nos daríamos cuenta del alto índice de violencia en el país. Veríamos a los grupos del crimen organizado establecer retenes, cobrar derechos de piso, tomar vehículos, bienes y todo lo que quisieran sin el menor recato; secuestros masivos, despojo de tierras, robos, quemas de vehículos, ya que no habría nadie que se los impidiera.
Entonces sí se escucharía el clamor de todos aquellos que los cuestionan ahora y los atacan, pidiéndole a los militares apoyo en funciones de seguridad pública. Porque siempre duele más el cuero que la camisa.
En la doble moral que manejamos como sociedad es más fácil criticar al personal militar, que exigirle al político que tenga una fuerza policiaca profesional, capaz de brindar garantías mínimas a la ciudadanía. Que no se gasten el presupuesto de seguridad en compra de votos o empresas fantasmas para sacar una mochada. Exigir que no protejan a los delincuentes. Es más sencillo echarle la culpa a los militares que a los criminales que matan y secuestran a nuestros hijos, hermanos, padres o familiares.
En conclusión, con un día que “Juan Botas” regresara a sus cuarteles se darían cuenta de que gracias a ese soldado al que tanto critican, pueden estar tranquilos durmiendo en su casa sin que ningún delincuente llegue a cobrarle el derecho de vivir en ella, pues ese soldado está dispuesto a arriesgar su vida para cuidar la de aquellos que lo critican.
Por supuesto que hay malos elementos, como ocurre en todos lados, pero son los menos. Por supuesto que existen mandos militares y navales que han aprovechado su puesto para enriquecerse, pero también son los menos.
El soldado tiene que cumplir jornadas extenuantes de 18 horas, con el mismo sueldo, con más responsabilidades, sin tener oportunidad de criar a sus hijos y cuidar de su familia, porque renunció a ese derecho al obligarse a,cuidar a tus hijos y a tu familia. Pero tú no estás dispuesto a entender esas palabras, crees que tienes el derecho de exigirles y recriminarles las fallas de quienes, desde una oficina, ganaron una elección y decidieron cuál era la mejor forma de gobernar (eso es la democracia).
Es más fácil usar la doble moral para culpar a los militares de todos los males que tenemos, en lugar de exigirle al político, recriminar al delincuente y aceptar tu responsabilidad cada que aceptas una despensa del crimen organizado, compras piratería, consumes drogas, pides mordida o la das.
La responsabilidad es de todos. Ojalá un día, solo pido un día, los militares de México regresen a sus cuarteles para que se valore su trabajo y sacrificio. Ese que hace “Juan Botas” por cuidarnos a todos.