Desde muchos frentes se ha reflexionado sobre el valor de la amistad, esa fraternidad o sororidad que permite la coexistencia entre seres humanos de manera cordial y solidaria, a la cual se le atribuyen valores como la lealtad, la honestidad, la compasión, la bondad, entre muchas otras, y que permite a la persona no asumirse como sola y única en este plano existencial, sino, por el contrario, le otorga un gen de pertenencia a la colectividad y a la reciprocidad. Desde la filosofía, la literatura, la sociología, la historia, la antropología, la política, entre otras ciencias sociales, y de otro corte, se le ha otorgado un valor supremo dentro de nuestra perspectiva cultural.
Sin embargo, pocas veces se recorre un camino en contraflujo. Son escasas las preguntas sobre la posible animadversión entre dos o más personas. Aun más nulas las del surgimiento de posibles “odios” por determinadas cuestiones personales o colectivas. Aunque más que odios como tal, ciertas diferencias que pueden provocar que una persona sea o no objeto de sentimientos encontrados por parte de otra. Incluso, desde un punto de vista ontológico, en el que una persona puede o no adquirir esa cualidad de enemiga.
En medio de nubarrones al respecto, el escritor catalán Kiko Amat reflexiona al respecto, a través de un ensayo, cargado de ironía y de humor, sobre los distintos tipos de enemigos que pueden existir, pero, sobre todo, las diferentes maneras en que se les puede aprovechar para beneficio personal, pues, desde una visión antipodica, dichos contrarios, podrían no serlos tanto o las distancias tan extremas, no tienen un sustento tan preciso. Para sustentar parte de sus argumentos analiza la obra de filósofos como Plutarco o Nietzsche, de las pocas que abordan la problemática.
Retomando anécdotas de cómo él mismo ha ido seleccionando a sus propios enemigos, el también autor de “Revancha”, asevera que la propia sociedad nos ha construido la idea de que en la vida de las personas siempre tiene que haber una contraparte, alguien totalmente distante a nuestra cosmovisión o a nuestra forma de ser, con quien debemos de chocar, metafórica o literalmente.
Así, ofrece un listado de diferentes enemigos que una persona puede tener, comenzando con los naturales, aquellos que por una razón se convierten en objetos de encono por su manera de ser, por su personalidad, y por su perspectiva mundana, contrapuesta a la propia. En este caso, el propio Amat revela cómo, en un aparente episodio sin razón, se desatan todas las adversidades posibles, en muchas ocasiones, injustificadas, pero, al final, provocan diferencias.
Otras categorías son la de enemigos invisibles o los erróneos o los instantáneos o los estériles o los evaporados, sumado a un manual de usuario y a una reflexión final en la que se nos deja muy en claro que la enemistad no es sinónimo de violencia, pero sí de todo un contexto que delimita el surgimiento de posibles odios y señalamientos hacia personas, en muchas ocasiones, sin justificación alguna.
En el caso de nuestro país, octubre es un mes dedicado a la no discriminación y al trato igualitario, pues el 19 de octubre de 1810, se decretó la abolición de la esclavitud en México. Por lo que “Los enemigos. O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad” (Anagrama, 2022) de Kiko Amat es un ensayo adecuado para reflexionar sobre la temática debido a que hace un vasto recorrido a las distintas formas en que se puede propiciar una conducta de odio, una diferenciación y una exclusión o cualquier otra acción desenfrenada colmada de ira.
De acuerdo con el propio autor, el repaso de la larga lista de enemigos que lleva a cabo en el libro refleja que ninguna persona estamos exentas de caer en los influjos del odio, por lo que debemos revisar de donde provienen nuestras animadversiones, como las hemos construido y hasta donde somos capaces de seguirles. O, también, reflexionar sobre cuál es el papel de las personas con quienes no hay una visión común y cómo sería posible entablar un diálogo.