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Guerra en Ucrania, ¿ante el umbral del final?

Pienso que entre más tarde se llegue a un acuerdo, será más peligroso el final y, como he repetido en este espacio, el final no es como lo pintan. | Rubén Beltrán

Escrito en OPINIÓN el

De invasiones después de la Segunda Guerra Mundial. Dos sombras

Toda guerra, pero en particular aquellas que el pueblo identifica como respuestas a amenazas al suelo patrio, requiere de un amplio apoyo social. La inminencia de un ataque, o la respuesta a un ataque directo, son las causas más comunes que galvanizan a la sociedad en torno a su liderazgo y hace que la nación apoye el esfuerzo de guerra. Lo contrario es otra gran verdad. 

Primera sombra. No olvidemos que la guerra que Estados Unidos libró durante lustros en Vietnam incluyó la orquestación de incursiones y ataques a Laos y Cambodia. No, el pueblo estadounidense no apoyaba esa larguísima guerra; su curso influyó dramáticamente en la sociedad norteamericana y dio origen a una notable gesta de protesta integral. Los jóvenes protestaban contra la guerra, contra el establishment y contra toda aquella cultura de guerra que originó esa odiada aventura bélica, cuyas razones eran patrimonio de halcones como Joseph McCarthy, quien encarnó una de las figuras más prominentes.  

Contener al comunismo y morir en aras de esa misión no fue una causa que la sociedad en general entendiera y que sus jóvenes repudiaron. Recordemos las quemas multitudinarias de cartas de reclutamiento; recordemos las quemas de la bandera estadounidense durante las protestas masivas que fueron reprimidas por las policías y la Guardia Nacional. Al final, de la guerra de Vietnam quedaron grabadas en la retina de la historia, la fotografía que apareció en la portada de numerosos diarios mostrando una niña vietnamita desnuda corriendo, desesperada, con quemaduras de napalm, y aquella del último helicóptero que despegó del techo de la embajada norteamericana en Saigón, con los funcionarios estadounidenses que aún quedaban en ella. Era abril de 1975, Años más tarde, utilizando helicópteros, también, Estados Unidos evacuaría su embajada en Kabul. ¿La historia no se repite?

La Guerra de Vietnam duró 20 años y nunca se sabrá exactamente el costo en vidas, estimadas entre 1 y 3 millones; Estados Unidos, en 11 años de participación bélica,  tuvo casi 60,000 fallecidos y más de 300,000 heridos. Fue una gran derrota. 

Segunda sombra. Recordemos que en Afganistán, hacia finales de 1979, la Unión Soviética, bajo el liderazgo de Leonid Brézhnev, inició una incursión militar en Afganistán. Al igual que la guerra de Vietnam, se trató de un conflicto de posiciones geopolíticas enmarcado en la Guerra Fría. La URSS, de un lado, acudía en apoyo del régimen pro comunista recién instalado en Kabul, mientras que China y Estados Unidos, apoyaban con entregas masivas de armamento a los grupos de muyahidines que combatían al gobierno de Kabul. Afganistán se convirtió en uno de los escenarios más notables de una guerra proxy mediante la que, ironías de la historia, el gobierno de Cárter apoyó a los muyahidines que se convertirían en los enemigos acérrimos de EU. 

En Ia Unión Soviética, el convoy de ataúdes que llegaban continuamente desde Afganistán detonaron diversas manifestaciones de repudio para una guerra que no era apreciada como una guerra patria. Eran corrientes las demostraciones de dolor de madres y familias que perdieron hijos, jóvenes conscriptos que murieron en un conflicto que no entendieron. 

En Moscú, después de años de guerra en Afganistán, la erosión en el apoyo popular y el enorme costo de la campaña se hicieron más evidentes una vez fallecido Bréshnev. Chernenko y Andropov sus sucesores, ambos tuvieron un mandato corto, de franca transición, siguieron con la guerra a pesar del enorme costo económico y el importante desgaste que sufrió el sistema en lo social. Sólo fue hasta unos años después de la llegada al poder de Gorbachov, cuando en 1989 se puso fin a la impopular campaña soviética. La lucha continuaría, en la forma de franca guerra civil, por 3 años más hasta 1992. Por parte de la URSS murieron más de 15,000 soldados, además hubo casi 60,000 heridos y varios cientos de desaparecidos.

No son pocos los analistas que apuntan que en la activa participación de la Unión Soviética en la guerra afgana, se encuentra una de las causales importantes de su disolución sólo unos meses después de que Gorbachov diera fin a esa campaña. 

El discurso de Putin 

Más de siete meses han pasado de una guerra que algunos pensábamos iba a ser corta. Todas las previsiones han saltado en pedazos y las sorpresas más grandes (además de la que la propia invasión rusa causó), marcan un severo contraste: por un lado el lento avance de las tropas rusas y su franco estancamiento en algunos sectores y, por otro lado, la velocidad del contraataque ucraniano de los últimos 15 días y la subsecuente recuperación de amplios sectores que estaban antes ocupados por las tropas rusas. Es en ese momento que las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk (territorios autoproclamados independientes de Ucrania en abril de 2014), anunciaron que en los próximos días celebrarían referendos para pasar a formar parte del territorio de la Federación de Rusia 

El avance ucraniano detonó una reacción típica de Vladimir Putin, dobló la apuesta. 

Hace una semana, el 21 de septiembre se emitió a toda la nación un discurso pregrabado en el cual toca, básicamente tres puntos: anuncia la movilización de los ciudadanos en reserva y fija una meta inicial de 300,000 soldados que serían reentrenados, equipados y movilizados hacia Ucrania; anunció que Rusia apoyaría los resultados de los referendos que se celebrarían en Donetsk y Lugansk y que el deber de su nación era defender a esa población rusa; y acusó a Occidente de querer destruir a Rusia. Señaló que su país tiene armas poderosas de destrucción que podrían ser utilizadas en caso de amenaza a la soberanía o la seguridad e integridad de Rusia

La movilización

El anuncio de la movilización parece un paso lógico para reforzar un frente que se ha colapsado en varios sitios y que ha acarreado pérdidas de territorio anteriormente controlado por las tropas rusas. Debe además decirse que la ley que establece la movilización no fija un límite de antemano, y que la cifra de 300,000 reservistas a movilizar no es sino un objetivo establecido por el Ministerio de Defensa ruso. Sin embargo, hay un doble problema con la movilización: en primer lugar, una cosa es decidirla y notificarla, y otra es el tiempo que llevará tener a esos hombres en el terreno asignado, ya entrenados y debidamente equipados, aptos para el combate. Los problemas de logística no son menores.

En segundo lugar, ha surgido con fuerza una abierta resistencia social. Para muchos, esta guerra es una guerra entre vecinos que se entendían a pesar de que sus gobiernos en numerosas ocasiones han tenido severas diferencias, durante décadas. Los pueblos de Ucrania y Rusia han forjado relaciones personales e incluso familiares, muchos ciudadanos rusos son de clara procedencia ucraniana. Es cierto, a lo largo de la historia, los ucranianos de etnia rusa, asentados en el este de Ucrania, han tenido grandes diferencias políticas y culturales con los ucranianos del este. Ello no obstante, parecía como un tema salvable mediante una negociación política. La semilla de un acuerdo estaba en los Acuerdos de Minsk de 2014-15, pero no germinó. 

La resistencia a participar en una guerra que sectores importantes de la sociedad no identifican como una amenaza a la nación rusa, es evidente a pesar de las fuertes sanciones corporales que el gobierno ruso ha anunciado. Una vez más, la erosión social adquiere una gran visibilidad y no queda claro cuáles son las repercusiones que puede provocar ese movimiento de descontento. 

La movilización per se no cortará el momentum del ejército ucraniano, pero parece marcar un reforzamiento ruso que sería el preludio de una contraofensiva. No se puede descartar que dicho ataque se diera también en alguna otra parte del territorio ucraniano. Sólo lo apunto como posibilidad. Para Rusia es imperativo equilibrar la situación en el terreno. 

Los referendos

Entre el 23 de septiembre y el día de hoy se están celebrando los referendos, y al respecto ya conocemos ampliamente la posición de Occidente. Señalan que son una farsa y que por lo tanto no serán reconocidos; se ha añadido que  la anexión a Rusia de Donetsk y Lugansk daría lugar a nuevas sanciones, incluyendo la desconexión del sistema SWIFT a más bancos rusos. 

Por su lado, la Duma tiene ya lista la legislación que haría que la anexión se realizara, como fue en el caso de Crimea y Sebastopol en 2014, de manera expedita. 

Debo mencionar que hay prácticamente un consenso entre los analistas que interpretan que con este movimiento, el Kremlin buscaría establecer un escudo jurídico para estar en condiciones de argumentar que un ataque a esos territorios representaría un ataque a la soberanía e integridad territorial de Rusia

De lo anterior se desprende, incluso, la posibilidad de que Rusia emita ultimátums a efecto de que las tropas que se encontraran en dichos territorios al momento de entrar en  vigor la anexión, los abandonaran de inmediato. 

Uso de armas nucleares 

La amenaza del uso de armas nucleares ha sido utilizada por Putin de manera velada y directa por lo menos en un par de ocasiones más. En este espacio he señalado que una detonación nuclear en el territorio ucraniano, muy probablemente traería también consecuencias nocivas para Rusia y países circunvecinos. Recordemos los efectos que trajo el accidente de Chernobyl para varios países. Si hacia el final del conflicto no se construyen rampas de salida para que las partes puedan llegar a un acuerdo de paz, razonable y digno, y si en la mente de los contendientes prevaleciera una expectativa de luchar hasta la victoria total, el uso de armas nucleares como último recurso, pudiera materializarse. 

Una fase resolutoria de la guerra. La sombra de Vietnam y Afganistán

Pareciera que la inversión bélica, política y económica que las partes han puesto en la mesa de la guerra y el costo asociado que ésta les ha traído, no sólo afecta directamente a los combatientes, sino también a Europa. La Unión Europea ahora enfrenta, como consecuencia de esta guerra, un cambio de paradigma: su futuro le traerá la construcción de fuerzas armadas más numerosas y mejor preparadas; ha emprendido, mucho antes de lo previsto una transición energética hacia energías renovables; y, para financiar estos costos, los países de Europa están pasando una altísima factura a sus ciudadanos, cuando todos saben que la tolerancia del ciudadano tiene un límite: su bienestar. 

Después de que Occidente le ha aplicado a Rusia una cartera de sanciones, tantas y tan amplias, su impacto pesa ya en la economía de los países que las han impuesto, así como en la economía global. 

Ahora que Rusia ha puesto prácticamente todas sus fichas en la mesa y, salvo la intensidad que pueda aplicar en una última etapa de una guerra convencional, sólo faltaría el último recurso del uso de su armamento nuclear. 

Rusia ha decidido movilizar sus reservas y ello ha hecho reaccionar a un importante núcleo de oposición en las calles de sus principales ciudades que podría traer consecuencias imprevisibles. 

El momentum que ha alcanzado a Ucrania para organizar un exitoso contraataque muy probablemente no le alcanzaría para retomar el control de todos los territorios ocupados por Rusia.

En los momentos en los que se están tomando las decisiones que llevarían a la anexión de Donetsk y Lugansk a Rusia, probablemente se pone en la balanza el arreglo final, hoy más que nunca, la suerte de Crimea y Sebastopol, vitales para el paso de la flota rusa entre el Mar de Azov y el Mar Negro; 

Es en estos momentos en que me digo que ya hay demasiado en juego, que probablemente nos encontramos frente al planteamiento final en el camino de un proceso que puede ser corto o desarrollarse en un largo plazo. Pienso que entre más tarde se llegue a un acuerdo, será más peligroso el final y, como he repetido en este espacio, el final no es como lo pintan.