Una buena política es una inteligente administración de oportunidades.
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Entre los escenarios analizados en esta columna he destacado la posibilidad de que la opción del Rechazo al proyecto de Nueva Constitución resultara triunfante en el Plebiscito del 4 de septiembre y con ello, surgiera un espacio para una negociación efectiva entre el Gobierno de Boric y la oposición, ahí estamos.
Menos de un mes después del inicio del Estallido Social inició el 15 de noviembre de 2019, la abrumadora mayoría de los partidos políticos con representación en el Congreso chileno, firmaron el Acuerdo por La Paz Social y la Nueva Constitución. Nadie pensó que sería un camino fácil, ni expedito, pandemia de por medio, han pasado casi tres años, dos años, diez meses y 10 días, para ser exactos, ha resultado en un proceso complejo que culminó el domingo 4 de septiembre.
Como preveíamos, todo apuntaba a que el pasado lunes 5 de septiembre el pueblo chileno se encontraría con la realidad de que el proceso debería continuar. El texto propuesto por la Convención Constitucional fue rechazado abrumadoramente por la votación más copiosa de la historia chilena. No había aún una Nueva Constitución.
El análisis que presenté preveía que en el caso del triunfo del Rechazo; un camino, pragmático, que llevara a que se iniciara un proceso de reformas a la Constitución vigente, especialmente para atender los contenidos de emanados del conjunto de reivindicaciones sociales y por un desarrollo sostenible y en equidad, expresado de muchas maneras durante el Estallido Social. Sin embargo, esta solución no parece viable dado que la Constitución vigente, a los ojos de la mayoría de la sociedad chilena es irredimible dado que nació en la dictadura de Pinochet. El texto, redactado por la Comisión Ortúzar, la llamada Constitución de Pinochet, es parte de la cuña que divide a la sociedad chilena. Ello, a pesar de que ha sido reformada 60 veces, lo cual ha significado 257 modificaciones a sus 120 artículos originales. La reforma más importante fue la impulsada por el entonces presidente Ricardo Lagos
Desde el regreso a la democracia, hace más de 30 años, la redacción de una Nueva Constitución ha sido un objetivo de distintos gobiernos. El último intento fue el que se dió en la segunda administración de Michelle Bachelet. En abril de 2005, a unas semanas de haber iniciado su gestión, ofreció impulsar la aprobación de un nuevo texto constitucional. Sin embargo, este proceso no tuvo éxito y en marzo se 2018, a unos días de finalizar su gestión, al reconocer que el intento no había tenido éxito, sólo alcanzó a entregar al Congreso un borrador texto.
El otro sendero que habíamos vislumbrado para el caso del triunfo del Rechazo, que por fuerza sería más lento, más complejo, pero que daría más certeza política y certidumbre social, sería el que parece se desarrollará durante las próximas semanas y meses, retomar el proceso y convocar a un nuevo constituyente y a un nuevo plebiscito de salida. Ello, brinda una magnífica oportunidad para que todas las fuerzas políticas, Gobierno y oposición, marchen hacia un acuerdo amplio que contenga los términos de referencia que, ratificados eventualmente por el Congreso, detonen este nuevo intento.
El tamaño del resultado de las urnas
A) El Plebiscito de 2020.
El resultado de la votación del Plebiscito de salida del 4 de septiembre, nos habla de una señal contundente de la ciudadanía. Comparemos con los resultados del Plebiscito Nacional de 2020, que habiendo sido programado para abril de ese año, se postergó, a causa de la pandemia, para el 25 de septiembre.
Los resultados fueron muy claros: de un padrón de electores de 14.85 millones de electores, votaron 7.56 millones de chilenos, es decir el 51%. A la pregunta ¿Quisiera usted una Nueva Constitución?, el 21.72% votaron por el Rechazo, mientras que un 78.28% votó por el Apruebo. De manera muy clara, quedó asentado que los chilenos quieren una Nueva Constitución.
De la misma manera, los electores, con el 79% de los votos a favor, decidieron que el órgano que debería redactar el texto debería ser una Convención Constitucional independiente, por oposición a una en la que participaran miembros del Congreso, con el 50%, mientras que la otra mitad estaría compuesta por convencionales electos para tal misión.
B) El Plebiscito de 2022
Este año, el Plebiscito de Salida del 4 de septiembre, mostró también muy claros resultados. Sin embargo, los resultados fueron inversos y de mayor contundencia. El padrón era un poco mayor, 15.17 millones, y en esta ocasión se dio la votación más nutrida de la historia de Chile, tanto en términos porcentuales, como en números absolutos: este plebiscito tuvo una votación de 13.02 millones de votantes, lo cual representó el inédito 85.84% del padrón. Chile habló.
En cuanto a los resultados de la votación, esta elección no fue más cerrada, como algunos pensábamos, la diferencia fue muy amplia, una avalancha, como dicen los estadounidenses.
El Apruebo recibió 4.85 millones de votos, que representan el 38.13% del total, mientras que el Rechazo obtuvo 7.89 millones de los votos, lo que significa el 61.87% de la votación. Debo subrayar que la votación que recibió el Rechazo en esta ocasión fue mayor por más de 300, 000 votos, a la votación total del Plebiscito Nacional de 2020.
Sobre el resultado, algunas reflexiones
Sólo hay pistas respecto de las razones detrás del desenlace de la votación. Exploremos algunas.
Una pista está en las encuestas. La mayoría de las encuestas coincidieron en reportar, a partir de marzo que la opción por el Rechazo lideraba las encuestas, ninguna de ellas pronosticó que vencería con la holgura con la que al final triunfó sobre el Apruebo. Es cierto, por otro lado, que en junio algunas encuestas previeron que el Rechazo triunfaría por un amplio margen, después, de manera muy consistente, reportaron que la brecha entre las dos opciones se iba cerrando.
En segundo lugar, era prácticamente unánime la convicción entre la sociedad chilena, de que el texto que los convencionales habían presentado el 4 de junio, adolecía de varios problemas, de ahí surgió en el debate que había dos opciones: aprobar para reformar, posición que incluso adoptó la administración de Boric, y la otra, rechazar para reformar la Constitución vigente o reponer el proceso constituyente.
Algunos personeros de gran influencia en la administración de Boric, incurrieron en un error táctico mayor, señalaron que la aprobación del texto era prácticamente indispensable para alcanzar las metas del Gobierno. Hubo una serie de cambios de señal desde la Moneda. Después de la afirmación de que la suerte de su gobierno estaba vinculada al triunfo del Apruebo, el propio Boric aseguró que independientemente del resultado del Plebiscito, su administración trabajaría con todos los sectores de la sociedad chilena para avanzar en una agenda nacional. Ya en agosto, altos funcionarios de su gestión promovieron intensamente el voto por el Apruebo y se oficializó una campaña para promover "un voto informado". Ya cerca de la votación, Boric gestionó un acuerdo entre los partidos y organizaciones de su coalición para definir una serie de temas que sería necesario reformar del texto propuesto por la Constitucional para el caso de que triunfara el Apruebo. La estrategia seguida implicó, en algunos sectores, la confirmación de lo que afirmaban los partidarios del Rechazo: "el texto propuesto por los convencionales presenta serios problemas." En síntesis: en el imaginario de buena parte de la población quedó fijada la idea de que el destino de la administración de Boric estaba de alguna manera ligada al triunfo del Apruebo. Lo anterior, aunado al hecho de que en el curso de los últimos meses la aceptación del presidente Boric rondó en el 35%, habría sugerido en los votantes, la idea de que el plebiscito contendría, también, una cierta connotación de referéndum sobre la administración de Boric.
Los nuevos pasos de Boric
Boric, a partir del discurso de la noche del domingo 4, una vez se dieron a conocer los resultados, dio la impresión de haber asimilado la derrota y de estar decidido a aprovechar la oportunidad para relanzar un nuevo proceso constituyente.
El primer paso que dio Boric y que había sido, como previsto por muchos analistas chilenos, fue el de anunciar un ajuste importante en su gabinete, mismo que realizó al día siguiente del plebiscito. Cinco ministros salieron del equipo ministerial y, de manera muy significativa, Giorgio Jackson, uno de los miembros más prominentes del equipo político de Boric, quien ocupaba la posición de ministro de la Secretaría General de la Presidencia, pasó a ser ministro de Desarrollo Social; el cambio de cartera de Jackson junto con la salida de la ministra del Interior, fueron los cambios más importantes desde el punto de vista político.
Por otro lado, el Gobierno y los partidos políticos representados en el Congreso han iniciado, desde hace unos días un proceso de consultas donde destaca la participación de la nueva ministra del Interior, la también ex alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá y de la ministra vocera del Gobierno Carolina Camila Vallejo, antigua aliada de Boric.
Las consultas han logrado ya una serie de acuerdos, que se pueden sintetizar así:
A) Este proceso significa la "continuidad" del iniciado en 2020.
B) La redacción del nuevo proyecto de texto constitucional será redactado por un órgano electo en su totalidad por la ciudadanía, siguiendo un criterio de paridad.
C) Los trabajos del órgano rector serían auxiliados por un "comité o consejo de expertos". Esta condición dará tranquilidad a un importante sector de la población.
D) El acuerdo prevé que el proyecto de Nueva Constitución sería aprobado en un nuevo plebiscito de salida para el cual el voto sería obligatorio.
En la conversaciones se habló de constituir una mesa de negociación para afinar detalles. Es evidente que aunque desde el punto de vista jurídico este proceso representa la continuidad del proceso que detonó el Acuerdo por La Paz y la Nueva Constitución, el 15 de noviembre de 2019, las condiciones en el terreno han cambiado y nadie se puede permitir el lujo de un nuevo fracaso. En esta ocasión, el Gobierno de Boric se juega mucho más que el proceso constitucional, esta sería, me parece, ahora sí, la última llamada para que en su administración se logre la adopción de una Nueva Constitución. Boric ha demostrado que ha encontrado el incentivo político y el sentido de urgencia que llega con una derrota de la magnitud de la del 4 de septiembre. La reacción negativa ahora vendrá de grupos de izquierda más extrema de su coalición y probablemente las escenas de manifestaciones de violencia, como las que vimos después del Plebiscito, se reproduzcan. Habrá calle, no tengo duda. Podría haber, también, alguna fractura en la coalición que apoya al presidente Boric.
Lo que no cambia, es la necesidad de elevar a rango constitucional la agenda social que incluya los conceptos de equidad y de reconocimiento a los pueblos indígenas. Además de incluir los temas de salarios y pensiones, justas y acceso a servicios públicos de calidad en materia de salud y de educación, entre otros. Ello me parece impostergable . Me parece también evidente que los cambios que introdujera el nuevo texto deberán cuidar las fortalezas instituciones de Chile, mismas que una y otra vez lo sacan a flote. Hablo de su Congreso, del Poder Judicial, de la autonomía del Banco Central, por señalar las que considero más relevantes.
La nueva ministra del Interior, Carolina Tohá, ha fijado la meta al expresar el deseo de que para el 50 aniversario del Golpe de Estado, Chile cuente, finalmente, con una Nueva Constitución. Un gran reto, falta menos de un año; el 11 de septiembre de 2023, está más cerca de lo que parece y para entonces, la administración de Boric habrá cumplido ya 18 meses de los 48 que durará su gestión, que terminará el 11 de marzo de 2026.