La reflexión contemporánea sobre la relación entre la secularidad con lo político y lo social, parece decantarse por la idea de la predominancia de la secularidad y laicidad en estas esferas, y lo beneficiosa que ha sido. El liberalismo político del siglo XX y XXI tiende, en casi todas sus versiones, a establecer entre religión y secularidad su esquema interpretativo, teñido de una filosofía de la historia teleológica que ahonda en la responsabilidad moral de distinguir y defender la “razón” frente a la barbarie irracional, el Bien frente al Mal, el orden frente al desorden.
Sin embargo, si revisamos el mapa geopolítico del mundo actual, veremos que muchos de los líderes de las principales potencias mundiales, provienen de estructuras partidistas u organizativas con trasfondo religioso. También es innegable la presencia de los movimientos religiosos, en las luchas por la búsqueda o ampliación de derechos de grupos sociales específicos.
Roberto Blancarte lo ha planteado con más claridad al decir que se puede observar el avance de la secularidad en lo económico, cultural y político, y la “colonización del Estado” por parte de “lo religioso” y su relación con el populismo. El mismo Blancarte nos aclara que laicidad y secularización se han confundido conceptualmente dependiendo de la cultura política; por ejemplo, en el México del siglo XIX se habló de la laicidad a partir de la escuela pública laica, aunque ello significaba la confusión de los significados de “laico” en la propia iglesia católica y sus afiliados laicos, y las organizaciones laicas de la propia iglesia católica.
La laicidad y secularidad no se dan de forma homogénea en los Estados Nacionales; sin embargo, los Estado Laicos se empiezan a volver gradualmente hegemónicos en las democracias liberales occidentales del siglo XIX. De esta manera, la secularidad y la laicidad parecen permear a la esfera social desde la esfera política, por ejemplo, en las organizaciones civiles. Empero, se puede observar cómo las organizaciones religiosas no sólo se han adaptado a los temas como la migración, sino que lo han hecho de la mano de órganos seculares y con un discurso que no abandona completamente lo religioso, pero que sabe convivir con lo secular.
La intersección del humanitarismo religioso y secular se remonta a la creación de misiones europeas durante las épocas de colonización de América, Asia y África. En estos casos, la conversión fue de la mano de la conquista y colonización "seculares", abarcando esfuerzos de amplio alcance para institucionalizar los métodos (de los colonizadores) de atención médica, educación, extracción de minerales y técnicas agrícolas.
El humanitarismo religioso del siglo XX se preocupa por el “florecimiento humano” en medio de contextos como: hambruna, genocidio, violaciones sistemáticas, enfermedades y la desesperanza generada por la opresión y la pobreza institucionalizadas. Tanto el humanitarismo secular como el religioso, difieren considerablemente en cuanto a si alientan a los beneficiarios de la ayuda a adoptar sus sensibilidades religiosas y culturales junto con formas materiales de ayuda.
Los discursos enmarcados en la ética de las organizaciones religiosas se han transformado, porque la idea de sanar o ayudar a los necesitados ya tiene una nueva forma de expresarse en acciones a largo plazo. El papel de la religión en la vida de los individuos ha querido ser llevada al terreno de lo privado; en lo público predomina lo secular. Sin embargo, a pesar del papel de la iglesia católica institucional en los sistemas colonialistas de dominación en Latinoamérica, no se les dejó intervenir en las cuestiones públicas.
Si Dios fuese un activista de los derechos humanos, como titula su libro Boaventura Dos Santos, estaría de lado de las versiones contrahegemónicas, y se sorprenderá con la versión del Dios que evocan los poderosos; sería un Dios subalterno. (De Sousa, 2014, p.111)
Nancy Ammerman, como especialista del tema, en su estudio de las principales iglesias protestantes en Estados Unidos, nos presenta un panorama de los cambios históricos y políticos del siglo XX, donde las iglesias protestantes siguen jugando un rol significativo en la vida pública; la especialista se pregunta, ¿cómo lo hacen? La respuesta es amplia, va desde actuar en las congregaciones individuales hasta el espectro más amplio de actividades en beneficio de la comunidad, o bien, informalmente, en la ayuda puerta a puerta de las personas necesitadas, hasta las congregaciones con grandes programas de educación, desarrollo comunitario, y servicio social en la atención de migrantes y refugiados.
Las principales iglesias protestantes en Estados Unidos y México son parte de redes de colaboración con las congregaciones más pequeñas y con organizaciones que actúan a nivel mundial. En conclusión, las iglesias son principalmente lugares de adoración y compañerismo que construyen vidas espirituales y morales entre sus miembros, siendo esto unas de sus prioridades más altas.
* Lena Alejandra Brena Ríos
Posdoctorante en el CISAN-UNAM, con el tema Refugiados y comunidades de fe. Dra. En Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Ciencia Política, por el Posgrado de la UNAM de la FCPyS, es Maestra en Sociología Política por el Instituto Mora.
Docente en la FCPyS en las asignaturas de Sociología y Metodología de los Derechos Humanos, también imparte la asignatura de Feminismo indígena y afrodescendiente y la de Género, Violencia y Ética comunitaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha trabajado en órganos de derechos humanos tanto civiles como no jurisdiccionales y en el gobierno de la Ciudad de México.