En los años noventa, el gobernador de San Luis Potosí Horacio Sánchez Unzueta hizo algunos viajes a los Estados Unidos. En esos desplazamientos, reporteros de la fuente viajaban para la cobertura; algunos llevaban gastos básicos de sus empresas, la mayoría no. En una de esas giras, en Houston, el más viajado y solvente de los colaboradores del gobernador, don Antonio Esper Bujaidar, tuvo la cortesía de llevar por su cuenta a los reporteros a un centro nocturno. De la promoción empresarial del Estado y el encuentro del mandatario con la población potosina migrante, motivos de la visita, nadie se acordaba cuando regresaron.
En cambio, con pueblerino asombro y alborozo, el decano de la fuente reseñaba cada detalle del lugar con chicas top less a donde el generoso empresario vallense los invitó: “Si en toda mi vida nunca vi mujeres así de hermosas vestidas, encueradas mucho menos”, se justificaba.
Los viajes con prensa, desde luego a cargo del erario, continuaron con el también priísta Fernando Silva Nieto. Al principio con reporteros; luego, con puros directivos de medios. Viajes a Estados Unidos, a España y a Japón. El mantra de la viajadera era que urgía recuperar el tiempo perdido de San Luis Potosí en pleitos políticos, el mismo que habían aprovechado para atraer inversión nuestros vecinos, Querétaro y Guanajuato. Nos andaban internacionalizando. El colmo fue un viaje a Nueva York de Silva para dar una conferencia a unos muchachos mexicanos en Harvard… y correr la Maratón.
Del entusiasmo por viajar se contagiaron algunos de sus alegres colaboradores y realizaron una escandalosa “escapada” a Cuba en el avión oficial.
Con menos millaje internacional, pero más voluntad presidencial de su parte, el arribo de la gran industria automotriz se dio con Marcelo de los Santos. La planta de GM en San Luis iba para la India; de los Santos convenció al presidente Fox de pelearla. La historia industrial de San Luis se aceleró desde entonces. Hizo de los Santos un viaje a Europa con una comitiva de empresarios, más o menos folclórica y de resultados prácticos borrosos. Ya con leyes de transparencia vigentes, a las cuentas se añadió hasta el peluquero que atendió a los viajantes en España.
El único viaje trascendente de Toranzo fue a Alemania, para acabar de cerrar la llegada de BMW. Si por él hubiera sido, se lo ahorran. Sin visión, su gobierno dejó pasar cinco armadoras que se asomaron a San Luis, no vieron interés y decidieron otros destinos. Un compromiso del gobierno federal con el de Alemania, con Pro México como gestor, no dejó de otra. Muy austero, de ida y vuelta. Los viajes que verdaderamente le apasionaron eran nacionales y se relacionaban con su afición por la pesca: el avión oficial salía los viernes y regresaba los domingos por la noche, tipo. A Manzanillo muchos, porque ahí tenía su embarcación. De gobernar que se encargara su secretario, Cándido Ochoa Rojas.
El priísta Juan Manuel Carreras también fue a Alemania, con el titular de Sedeco, Gustavo Puente. La planta de BMW y una invitación, el tema. Tuvo oportunidad de hacerse la foto con doña Angela Merkel, la histórica canciller. Fue un viaje medido: gobernador y secretario con sus respectivos equipajes carry-on, gastos básicos y vuelta sin turisteo.
Ricardo Gallardo Cardona ha hecho un viaje esta semana a un destino extraño para promover inversiones: Líbano. Se llevó a su esposa. Su secretario de Desarrollo Económico, en San Luis, no lo tenía claro cuando la prensa lo abordó al respecto. No hubo agenda previa, algo básico hasta en un tour a Orlando. Su equipo de prensa ha lidiado algo para cuadrar los beneficios supuestos que persigue: vender el terreno que la Ford no utilizó para su proyecto de armadora, exportar mezcal o vender tunas y cabuches. Algunas fotos en la Embajada de México en El Líbano y una cita con el presidente Michel Aoun.
La falta de transparencia ha sido desde el primer día la impronta de la administración gallardista, así que no cabe esperar que de este viaje se tenga algo claro. Tal vez en su primer informe, ya próximo.
El uso abusivo que los gobiernos hacen de las instituciones del estado como si fueran patrimonio de los gobernantes y legisladores es tradición en los viajes, cuando no motivo de ellos. Van porque no les cuesta. Y van muchas veces en plan Premium, también porque no les cuesta.
Años más atrás, a los alcaldes les daba por “hermanar ciudades” y los hubo que se trajeron de localidades gringas al menos el beneficio de un camión cisterna rojo y trajes de segunda mano para nuestros bomberos. Otros ni eso, pero se pasearon a lo grande porque la buena vida es cara y la hay más barata… pero esa no es vida.