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El Encuentro, una visión crítica

Desde hace 23 años, la Fototeca Nacional convoca a los mejores historiadores, fotógrafos e investigadores en la materia en el Encuentro Nacional de Fototecas. | Ulises Castellanos

Escrito en OPINIÓN el

El Encuentro Nacional de Fototecas es sin duda un referente obligado en nuestro país y el mejor evento fotográfico del año. Cada verano desde hace 23 años, la Fototeca Nacional convoca a los mejores historiadores, fotógrafos e investigadores en la materia. Actualmente Juan Carlos Valdéz, director de la Fototeca Nacional, es un pilar incansable de este esfuerzo institucional, su profesionalismo, entrega y dedicación, son incuestionables.

Sin embargo, ¿están todos los invitados a la altura el foro? Al menos, por lo que vimos en la última edición de la semana pasada, hubo más de uno que no parecía refrendar su trayectoria. Y no es cosa menor, primero porque la invitación a presentar o debatir proyectos en esta fiesta de la imagen, es en sí misma ya un honor, pero también una responsabilidad profesional que debe estar a la altura del encuentro y su enorme público, que adicionalmente a los profesionales que convoca entre los asistentes, también se encuentran decenas y decenas de jóvenes estudiantes que quieren aprender de sus maestros o referentes profesionales.

Pero vamos por partes, la primera mesa conducida por la investigadora Rebeca Monroy arrancó muy bien, Rebeca hizo un recorrido puntual sobre el desarrollo de la fotografía en nuestro país, trazando un arco cronológico desde la fundación de la Fototeca Nacional hasta nuestros días. Si bien, abusó de las autorreferencias y dejó de lado algunos proyectos públicos muy conocidos, como el suplemento de fotografía que dirigía Raúl Ortega en La Jornada a finales del siglo XX, y que duró al aire al menos dos años, entre otras ausencias de las que no dijo nada, pero en general su ponencia fue estupenda.

Enseguida vino la premiación de los fotógrafos galardonados, Vida Yovanovich y Francisco Mata, ambas medallas al mérito, muy bien ganadas por su trayectoria y contribución al espectro de la imagen en nuestro país. La premiación salió perfecta, las palabras de los premiados fueron puntuales y conmovedoras. Ese fue un gran momento para el Encuentro.

Después de la comida vino la primera mesa de fotohistorias moderada por Patricia Massé, y ahí vino el primer quiebre. El contenido expuesto por los investigadores en ese turno, sin duda era relevante y acucioso, pero su presentación, agilidad y capacidad expresiva, chocaron con una audiencia ya habituada a otros modelos de comunicación. Los tres investigadores, Gabriela Itzagueri, Grecia Jurado y Vera Castillo, traían buenas ponencias pero fueron mal presentadas, abusaron de la lectura en público y presentaron imágenes deficientes en las pantallas, sus intervenciones y recursos visuales fueron escasos y no adecuados al foro o público presente, era algo así como ir a la playa con vestido de noche, nada que ver, y eso se notó en la discreta manera como algunos asistentes salían de la sala principal. Dio la impresión de que los investigadores no saben cómo traducir su conocimiento, al gran público, no conectaron pues. Ni hablar.

En la segunda mesa participaron Cecilia Hurtado, Emiliano Aivar y Paola Dávila, moderados correctamente por la directora del Centro de la Imagen, Johan Trujillo. Sobraron los interminables rollos metafóricos que rodeaban el soporte intelectual de sus trabajos. Sólo por poner un ejemplo, Emiliano quien presentó su “proyecto” sobre Tlalpan dejó más dudas que certezas. Sus fotografías eran simples y hasta cierto punto anodinas, lo mejor de su trabajo fue la bitácora y los dibujos que en ella plasmó y con lo que se presentó en la última bienal. Sin embargo sus fotos carecían de una perspectiva interesante, daba la impresión de que caminó poco sobre Tlalpan. Las otras dos participantes, bien, pero no emocionaron tampoco, si acaso el trabajo de investigación de Cecilia Hurtado fue lo más interesante de esa mesa.

De ninguna manera quiero parecer “grinch” o insensible al esfuerzo de los demás, pero no se puede perder de vista la capacidad de autocrítica, porque si eso se pierde nada mejora. Ustedes disculparán pero me parece grave que en uno de los proyectos presentados en ese primer día, se justifique contaminar una playa, con químicos equivalentes al raticida, en aras de crear imágenes poéticas “pintadas” por las olas del mar.

Al día siguiente se presentó la tercera mesa, “Pandemia y práctica fotográfica” con la presencia de Ernesto Ramírez. Lourdes Almeida y Susana Casarín, moderados por el incansable Armado Cristeto. No me detengo en lo presentado por Ernesto y Susana, porque sus trayectorias y trabajo visual de décadas son infinitamente superiores a lo que esa tarde compartieron. Por fortuna para los asistentes Lourdes Almeida salvó la mesa con una de las más conmovedoras presentaciones, su carisma, estilo y propuesta arrasaron en ese espacio. Al final decenas de alumnos se agolparon sobre ella para conseguir una firma, una postal, un libro o algo de lo que ella mostró. Eso lo dice todo. 

Adicionalmente al final de esa mesa, el querido Francisco Mata ofreció rifar libros de sus proyectos fotográficos colaborativos entre la audiencia y eso también prendió a la gente. Ese fue otro gran momento del Encuentro.

Después nos fuimos a la Sala Nacho López a recorrer la Expo de Mariana Yampolsky, una joya puesta en pared, impresiones finas y de primera. Un descanso visual maravilloso para recordar a una gran fotógrafa, su espíritu y su mirada.

Más tarde y después de una cantinera charla con varios de los malteros que asistieron al Encuentro, nos fuimos a la cuarta mesa dominada por los investigadores, y de nuevo, el tropezón, demasiada lectura, imágenes de baja calidad y uso excesivo del tiempo acordado. Sólo diré que de esa mesa, lo más destacado y lo mejor presentado fue lo que llevó Alberto del Castillo sobre las imágenes del halconazo de 1971. Una joya de investigación y hallazgos.

Al cierre se presentó el número 72 de la exquisita revista Alquimia, ahí todo muy bien, buenas imágenes, buen ritmo y excelentes ponentes. Gretta Hernández y Arturo Ávila. Un cierre delicioso para reflexionar sobre la imagen.

En resumen, estupendo Encuentro, entrega total del equipo humano de la Fototeca que nunca dejaron de trabajar y estar atentos a todo lo que pasaba. Juan Carlos tiene un gran equipo en esa enorme institución.

Sin embargo, lo que ya no debería repetirse, los moderadores no deberían ser fans de los ponentes, deberían llevar un ritmo y hacer valer los tiempos y temas propuestos. No siempre fue así.

Sabemos que muchos de los participantes son más grandes profesionalmente que lo que presentaron, pero el problema es que los jóvenes no lo saben y algunos se fueron decepcionados, nos lo dijeron en el lobby del hotel antes de irse y hay testigos.

No se entiende a cabalidad, lo que este encuentro representa, algunos lo creen provinciano y no dimensionan su alcance, la prueba es que muchos fotógrafos del país, no asisten si no tienen mesa, la soberbia pues. Lourdes Almeida comprobó una vez más su grandeza, su trabajo y su pasión por la fotografía. Eso contagió a muchos jóvenes que son el futuro de estas nuevas narrativas.

Por eso les comparto la foto de Gerardo Vázquez Miranda que hizo con dron desde la Fototeca Nacional donde andamos todas y todos.

Por fortuna, el Encuentro cumplió con su objetivo, exponer, revelar, y generar conversación; lo más rico fue ver a los amigos, a las amigas, a los admirados colegas y abrazarnos después de dos años de pandemia, eso fue maravilloso. Vaya desde aquí un abrazo a Juan Carlos y a todas y todos los integrantes de la Fototeca Nacional por su entrega, dedicación, buen humor y trabajo que derrocharon en ese lindo fin de semana en Pachuca. Se les quiere harto. Nos vemos el próximo año.