No; el título de este artículo no es un error. Muchos podrán creerlo debido a que los medios de comunicación occidentales evitan cuidadosamente mencionar el nombre oficial que se da a sí mismo el país que visitó la Sra. Pelosi. Prefieren no mencionar que se trata de la República de China y llamarlo sólo por el nombre de la isla donde reside ese gobierno.
La República Popular China, y subrayo lo de “popular”, es un enorme país con mil 400 millones de habitantes que ocupa una gran porción de la masa continental del continente asiático. No confundir con la República de China, sin la palabra popular, Republica que está instalada en la isla de Taiwán, ocupa cerca del uno por ciento del total del territorio chino y tiene casi 24 millones de habitantes.
Para entender el batir de los tambores de guerra que ha provocado el viaje de la vocera de la cámara de representantes norteamericana, Nancy Pelosi, a la isla es necesario recurrir a la historia.
En 1949 cesó la guerra civil en China con el triunfo del bando comunista sobre los señores de la guerra regionales y el gobierno llamado nacionalista. Este último se refugió con sus últimas tropas en la isla de Taiwán y lo previsible era que esta sería rápidamente conquistada por los vencedores en el continente.
Sólo que se atravesaron los Estados Unidos que en 1950 enviaron a la séptima Flota de la Marina al estrecho de Taiwán para evitar la invasión comunista de la isla. Al mismo tiempo reconocían el alegato de los nacionalistas de constituir el gobierno legítimo de China. En ese momento China era un país semidestruido, en la miseria y asolado por hambrunas y obviamente incapaz de enfrentar a los Estados Unidos.
Con el apoyo norteamericano, y a pesar de ocupar una ínfima porción del territorio, el gobierno de la República de China, al que en adelante llamaré Taiwán para facilitar la lectura, conservó el asiento correspondiente a China en las Naciones Unidas y en su Consejo de Seguridad.
Gradualmente fue creciendo el grupo de países que reconocía a la República Popular China, o sea la China continental, como la legítima representante del país. Hasta que el 25 de octubre de 1971 una sesión plenaria de la asamblea de las Naciones Unidas decidió, con un lenguaje fuerte, restituir a la República Popular de China todos sus derechos y reconocer a sus representantes como los únicos legítimos, así como expulsar inmediatamente a los de Taiwán “de los puestos que ocupan ilegalmente en las Naciones Unidas y en todos sus organismos”.
Un año después, en 1972, el presidente norteamericano Richard Nixon y su esposa visitaron China, le dieron la mano a su presidente Mao Tse Tung y otros líderes importantes, se tomaron fotos en hospitales y guarderías. Fue una visita amigable que preparó al pueblo norteamericano a un mayor acercamiento.
La visita ocurrió cuando China y la Unión Soviética mostraban un notable distanciamiento y un conflicto fronterizo. Un momento en que a los Estados Unidos les pareció conveniente para acentuar esa separación.
Como resultado de la visita y tras arduas negociaciones previas Estados Unidos reconoció que “todos los chinos de ambos lados del estrecho de Taiwán sostienen que sólo hay una China y que Taiwán es parte de China” y reafirmó su interés en un arreglo pacífico de la cuestión de Taiwán con el que habría una retirada de sus fuerzas miliares de la isla. Kissinger describió el acuerdo como una “ambigüedad constructiva” que continua hasta la fecha.
Fue hasta 1979 que los Estados Unidos transfirieron su reconocimiento diplomático de Taiwán a Pekín. Estados Unidos reconoció que Taiwán es parte de China y este último país aceptó que Estados Unidos mantendría relaciones comerciales, culturales y contactos no oficiales con el pueblo de Taiwán. Es decir que no habría reconocimiento del gobierno de la isla. No se estableció fecha para el objetivo del retiro militar norteamericano señalado en el comunicado de 1972.
A la fecha la constitución de la República Popular China considera a Taiwán como parte de su territorio. Algo mucho más interesante y que no mencionan los medios occidentales, es que en la constitución de Taiwán se establece que es el legítimo gobierno de la parte continental, es decir de Pekín, Shanghái, la muralla china y todo lo que es China.
A la fecha 178 países, incluidos México y los Estados Unidos, reconocen a la República Popular como el gobierno legítimo de toda China y 15 países al gobierno de Taiwán. Ningún país reconoce de manera simultánea a ambos y de una u otra manera el consenso es que existe una sola China.
En 1972, ante la pregunta de cuál había sido el impacto de la revolución francesa que ocurrió en 1789, el primer ministro chino Zhou Enlai contestó que “es demasiado pronto para decirlo”. La respuesta causó revuelo y se convirtió en una de las frases más famosas del siglo pasado. Se le interpretó como una afirmación de la legendaria paciencia china.
El hecho es que China ha sido extremadamente paciente. Recuperó de manera pacífica los territorios coloniales de Hong Kong y Macao y ha respetado su promesa de “un país, dos sistemas”, dejando que sus economías operen bajo reglas distintas a las continentales.
A pesar de que nunca han firmado un tratado de paz o armisticio el gobierno chino tiene relaciones comerciales con Taiwán y le ofrece el mismo trato de “un país, dos sistemas” con la idea de que con el tiempo se reintegrará pacíficamente a su gobierno abandonando su actual estatus semicolonial respecto a los Estados Unidos.
Pelosi dice que Estados Unidos está dispuesto a defender la democracia taiwanesa; un argumento novedoso dado que también defendieron la isla durante las décadas en que fue gobernada por una dictadura militar.
Antes de la visita el presidente Biden dijo que no era conveniente. Pero Pelosi es parte del poder legislativo y puede actuar de manera independiente al ejecutivo. Tras la visita el Coordinador de Seguridad Nacional, John Kirby, afirma que nada ha cambiado; continúa la política de una sola China, y que no se apoya la independencia de Taiwán. Es decir que no es para tanto.
Para el gobierno chino la visita es una enorme intromisión en sus asuntos internos y una traición al acuerdo de que no habría relaciones diplomáticas oficiales entre el gobierno norteamericano y el gobierno de Taiwán.
Las encuestas señalan que la mayoría de la población de Taiwán rechazó la visita de Pelosi porque pone en riesgo un entendimiento informal pacífico que les ha sido muy conveniente.
La visita de la Sra. Pelosi, acompañada de aviones caza, buques de guerra y portaviones, trastoca la delicada “ambigüedad constructiva” de décadas y ocurre cuando los Estados Unidos están comprometidos en una guerra híbrida a trasmano contra Rusia.
No era lo razonable ni el mejor momento para provocar a China, pero la señora no lo quiso entender. El no conocer la historia la hizo meter la pata.