A pesar de sus limitaciones, WhatsApp se ha convertido en una herramienta necesaria en las estrategias de comunicación política. Al igual que muchas empresas y comercios privados, la utilizan ya gobiernos, medios de comunicación tradicionales y también los partidos políticos. Pero no todos aprovechan su potencial ni los beneficios que es capaz de proporcionar.
WhatsApp es una herramienta multitarea. Facilita la coordinación de equipos orgánicos y externos. Es capaz de movilizar a ciertos grupos en circunstancias políticamente importantes. Complementa a otras herramientas de investigación de opinión ciudadana. Permite hacer pruebas de efectividad de ciertos mensajes antes de lanzarlos por otros medios. Mantiene motivados a aliados y simpatizantes. Y nos acerca con líderes y lideresas de distintos sectores.
Aunque no es la mejor plataforma para debatir, sí es una fuente de información para la elaboración de los argumentarios. Está demostrado, además, que es un instrumento de politización efectivo que acerca a la ciudadanía con sus líderes y gobernantes. A diferencia de Twitter, Facebook, Instagram o TikTok, su alcance no solo se mide con un número de participantes, sino con la influencia que éstos pueden ejercer en otros espacios.
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WhatsApp crea también fuertes vínculos con los personajes políticos. La privacidad genera cercanía y ésta se traduce, sin duda, en afinidad emocional. En el nuevo ecosistema de comunicación, pocos medios pueden ofrecer vínculos tan estrechos en esta materia. Por lo mismo, las acciones en favor de la persuasión y la confianza encuentran en este medio uno de sus mejores espacios.
Los resultados que ofrece la plataforma pueden ser sorprendentes. Las experiencias de éxito en otros países lo confirman. En México, el canciller Marcelo Ebrard asumió el reto y al menos, hasta ahora, ha obtenido importantes resultados cuantitativos y cualitativos en sus intenciones para obtener la candidatura presidencial de Morena, aunque algunos especialistas dudan de la efectividad que tendrá su estrategia en este medio.
De la misma manera, advierten sobre los riesgos jurídicos de hacer campaña anticipada o de simplemente simular conversaciones que en realidad no se realizan con él, sino con un equipo de “colaboradores”. A pesar de todo, lo cierto es que Ebrard está aprovechando la oportunidad para lograr una mayor utilidad cuando las precampañas inicien oficialmente.
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Las normas que definió WhatsApp para su uso durante las campañas electorales tienen el objetivo de proteger las características que dieron origen a su plataforma. Para cumplir su misión, ha establecido los siguientes límites:
- Mantener la naturaleza privada del servicio que brinda.
- Evitar el uso coordinado en forma indebida.
- Empoderar a los usuarios para contrarrestar la desinformación.
En el mismo sentido, aclara que su servicio no se diseñó para aumentar las audiencias, que no usa algoritmos con el fin de priorizar el orden de los mensajes que reciben los usuarios y que protege la decisión de la mayoría de comunicarse con personas que ya conocen.
Aún más. Envía un mensaje detallado a los partidos políticos de lo que significa el uso responsable de la plataforma y les recuerda la importancia de “proteger los mensajes de las personas, incluidos los discursos políticos y los debates de los candidatos y sus campañas”.
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Por todo lo anterior, WhatsApp es una plataforma de alcance social limitado, pero efectiva. Por un lado, porque desde ahí se pueden crear o inducir algunas noticias de alto impacto, hecho que tiene el potencial de romper en forma legítima y segura el límite de la privacidad. Por el otro, porque la cercanía que se da con las y los usuarios que así lo deciden tiene el potencial de fortalecer la reputación de las y los personajes políticos que las utilizan.
Ante la diversidad de recursos que se pueden utilizar dentro de la plataforma (mensajes de voz, emojis, gifs, fotos, videos y archivos multimedia, entre otros), WhatsApp ofrece además ventajas significativas en la comunicación con audiencias hipersegmentadas, de manera particular con quienes ejercen algún tipo de liderazgo. Por lo mismo, el diseño de mensajes clave adquiere una particular relevancia a la hora de posicionar los argumentos.
Consulta: Información acerca de WhatsApp y las elecciones Faq WhatsApp, 1 Diciembre 1995, pp. 5-25.
Lo que en ningún momento puede perderse de vista es que existen algunos indicios de que WhatsApp registra bajos niveles de credibilidad en las y los usuarios de los medios digitales, en contraste con los medios tradicionales que se mantienen como los más confiables. La mayor responsabilidad de esta situación la tienen las fake news y el uso invasivo que hacen algunos personajes políticos.
En contraste, también es preciso reconocer la influencia que tiene la plataforma en la conformación de climas de opinión, ya sea en favor de quien inicia las conversaciones o en contra de los adversarios. La “adicción” que su uso está provocado en la mayoría de los usuarios —además de las distintas formas en que promueven la polarización— facilitan las acciones de comunicación política, pero eso no implica olvidarse de la responsabilidad y los valores éticos, que deben estar presentes en todo momento.
Recomendación editorial: Antoni Gutiérrez-Rubí. La política en tiempos de WhatsApp. España: Editorial El País Libros, 2015.