Para Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, la presidencial del ya cercano 2024 será lo más parecido a “la ultima llamada”.
Es decir, la última oportunidad para alcanzar la codiciada y siempre anhelada postulación como candidatos presidenciales; estandarte que buscaron desde sus tiempos de priístas, perredistas y hoy “lopistas”.
Y es “la última llamada” porque en seis años más –si es que no son bendecidos para el 2024, como lo sugieren todos los pronósticos–, Monreal y Ebrard serán desechos políticos de una de las peores etapas de la historia mexicana; la fallida gestión de AMLO.
Peor aún, la del 2024 es una contienda en donde los dos veteranos de la política han sido sometidos a las más vergonzosas humillaciones en espera de lealtad total y abyección absoluta por parte del tirano López Obrador; el dictador que, incluso, llegó al extremo de motejarlos con el feo nombre de “corcholatas”.
Por esas razones, hoy es posible pronosticar que tanto Ricardo Monreal, como Marcelo Ebrard no se quedarán quietos, tampoco callados y menos claudicarán en su última oportunidad de postularse al cargo de presidente.
Dicho de otro modo, resulta que en preparación para la decisión final; en espera del “dedazo de Palacio” que favorecerá a Claudia Sheinbaum, los señores Ricardo y Marcelo ya preparan el terreno, los escenarios y a sus respectivos equipos políticos para lo que será “su última carta”.
¿Y cuál será esa “última carta”?
Nos referimos a la “rebelión que viene” y que seguramente llevará a Monreal y a Marcelo a la boleta electoral del 2024, a pesar de que la decisión los confronte de manera directa con López Obrador, el dueño de Morena y el único e indiscutible “fiel de la balanza” para elegir al sucesor.
Y es que como es sabido por todos, en la presidencial del 2024 sólo existe un lugar; una candidatura que será entregada a la más dócil, la más leal, la más fiel y –por todas esas razones– la menos preparada para el cargo: la actual “regenta” de Ciudad de México.
En efecto, las cualidades que harán candidata presidencial a la señora Sheinbaum son precisamente su inexperiencia política y su limitada iniciativa para el desempeño del poder, pero, sobre todo, su formidable docilidad; propia de un cachorro que es incapaz de mirar de frente a su amo.
La señora Sheinbaum es, en pocas palabras, “la mujer perfecta” para un Maximato como el que ya empezó a tejer López Obrador, quien luego del 2024 aspira a seguir “mangoneando” el poder a través de ese “títere” que siempre ha sido y que seguirá siendo la señora Claudia.
Y frente a esa realidad obliga preguntar.
¿Qué harán Monreal y Ebrard una vez que AMLO destape a Claudia?
¿Se quedarán callados; apoyarán de manera ciega a la elegida; buscar??n un partido para postularse y, con esa decisión, se atreverán a traicionar a López Obrador?
¿En realidad la gran pregunta es si veremos el milagro de “la rebelión en la granja” de Morena?
Pero vamos por partes.
En el caso de Ricardo Monreal ya no existe duda de que ya fue relegado del grupo selecto de los preferidos de Palacio.
Y la razón es elemental; que el dictador López Obrador no confía ni un milímetro en el zacatecano.
Y es que López Obrador y Monreal “son animales políticos” –en rigurosa definición aristotélica–, cortados con la misma tijera.
Los dos se construyeron en el PRI, los dos saltaron a otro partido para ganar una elección estatal, los dos gustan del engaño y la mentira como armas fundamentales para alcanzar sus objetivos y, por tanto, ninguno de los dos respeta nada ni a nadie.
Así, frente a una hipotética candidatura de Ricardo Monreal y ante la eventualidad de triunfo, sin duda que lo primero que haría sería detonar todo vestigio de su antecesor y edificar su propio reino.
Por eso, sabedor del talante de Monreal –que es su espejo–, el tirano de Palacio nunca le entregará la candidatura presidencial, a pesar de que de manera ingenua el zacatecano pregona que “es la carta secreta” de López Obrador.
Sin duda que Ricardo Monreal estará en la boleta presidencial para el 2024, pero no por Morena; posiblemente por Movimiento Ciudadano o por otro de los partidos emergentes.
El caso de Marcelo es distinto.
Por ejemplo, en la presidencial de 2012, Ebrard tuvo todo a su alcance para convertirse en un potente candidato presidencial por el PRD.
Sin embardo le dio miedo mandar preso a López Obrador –por la montaña de raterías que cometió el tabasqueño en el GDF–, y tampoco se atrevió a denunciar que hizo trampa para quedarse con la candidatura presidencial del mismo 2012.
Hoy, ante “la última llamada”, Marcelo mueve sus piezas, cabildea, amplía sus horizontes y se prepara para una eventual “rebelión” que lo podría llevar como potencial candidato presidencial de la coalición PRI, PAN y PRD.
Y es que Marcelo se juega su última carta y en esa carta no aparece la escritura de la herencia de López Obrador.
Por ejemplo, Marcelo manda mensajes velados, pero potentes, en torno al futuro de las energías limpias, lo que significa una ruta diametralmente opuesta a lo que propone AMLO.
Según sus cercanos, Marcelo no comparte nada de lo que lleva a cabo su jefe, López Obrador, en torno a la seguridad, al derroche en las obras faraónicas, en cuanto a la relación de México con el mundo y, sobre todo, a la estratagema de López Obrador en el tema económico.
En pocas palabras, frente a una eventual candidatura y una potencial victoria en el 2024, Marcelo Ebrard sin duda desmontaría por completo la llamada 4-T y mandaría presos a muchos de los integrantes del gabinete y del gobierno todo.
Y mientras eso ocurre, Marcelo busca ser postulado por un partido o una coalición distintos a Morena; partido al que combatirá con todo en la contienda presidencial del 2024, que para él será “la última llamada”.
Al tiempo.