El otro día, tras salir del trabajo, caminé a la cicloestación de Ecobici que está a 200 metros de la oficina. Era una buena tarde: soleada, sin lluvia que arruinase el paseo, y con el punto justo entre frío y calor para dar una rodada.
Pero a apenas unos cuantos pasos antes de tomar la única bicicleta que estaba disponible, fui rebasado por la agilidad de una chica de no más de 20 quien llegó antes y se dio a la fuga. Como era tan buena la tarde, decidí caminar a la siguiente cicloestación, a 300 metros más adelante. Al llegar me encontré con la situación similar: estaba bichi -o desnuda, como decimos en Sinaloa- y sin ninguna bicicleta disponible para tomar prestada y lograr irme a casa.
Decidí entonces buscar en la aplicación de Ecobici el lugar más cercano con unidades disponibles. El panorama: ninguna cicloestación tenía bicicletas a ofrecerme, y otras más ya ni siquiera existían. Bichis por todas partes.
Desde que inició la administración del Gobierno de la Ciudad de México, se planteó renovar el sistema de transporte individual en bicicleta. Como usuario por más de 10 años, reconozco que este ha sido uno de los mejores aciertos de movilidad que ha tenido el gobierno local desde su inicio de operaciones en 2010.
En ese periodo el número de bicis se incrementó, las estaciones se multiplicaron, la red de ciclovías alcanzó múltiples alcaldías y se derrumbaron estigmas sociales -muy estúpidos, por cierto- asociados al uso de la bicicleta.
El éxito del programa impuso también sus limitaciones: por el incremento de la demanda luego hacía muy difícil encontrar unidades en hora pico, el uso intensivo de las bicicletas hacían que estas se desgastaran de manera más acelerada, y se volvía más común encontrar unidades que caminaban de milagro. Por eso sonaba, y es en el fondo, una buena idea renovar el sistema y el parque vehicular de Ecobici.
Pero esta renovación no ha sido ni eficiente ni placentera. Las nuevas unidades requieren sistemas de anclaje distintos, por lo que las cicloestaciones que antes existían deben ser desmontadas. Hasta la fecha, los suscriptores no hemos sido notificados sobre qué estaciones se verían afectadas, ni cómo serían los ritmos de renovación. Lo único que ha dicho el titular del ramo es que terminarían hasta diciembre de este año.
Ahora, dado que las cicloestaciones ‘viejas’ seguirán conviviendo con las ‘nuevas’, vamos a ver dos tipos de bicicletas por las calles: las del sistema anterior, y las del entrante. Pero como ambos sistemas son incompatibles, ¿cómo van a resolver el tema de trayectos más largos para buscar una estación ‘compatible’ con la unidad que tenga en uso? O peor aún, ¿quién le va a dar servicio a las bicicletas viejas si ya van de salida y la tecnología que usarán ahora es distinta?
Por otro lado, si bien es cierto algunas cicloestaciones tienen más de 12 años instaladas, otras tienen muy pocos en los últimos puntos en donde llegó el servicio. En términos de eficiencia, esas últimas cicloestaciones inauguradas ya se volvieron obsoletas.
Y todo esto al final tiene una afectación pues tendremos una demanda de bicicletas igual, pero con una atropellada renovación que afectará el número de unidades y de cicloestaciones que funcionen. Así, la experiencia diaria de quienes rodamos por la ciudad será seguir encontrando más Ecobichis.