“Para nosotros está muy bien si las conversaciones tienen éxito y está muy bien si fracasan”: Zhou Enlai, octubre de 1971, sobre la visita de Nixon a China. (1)
La larga sombra de Nixon
Más de cincuenta años han pasado desde que Richard M. Nixon ordenó el inicio de contactos con la República Popular de China (RPC). Hoy, advertimos cómo la doctrina de política exterior que impulsó Nixon y que contó con la habilidad operativa de Henry Kissinger, arroja una sombra que da carácter y define en buena medida la situación prevaleciente y de la cual la ‘Crisis Pelosi’ es la manifestación más reciente.
La contraparte china en la manufactura del entramado diplomático construido entre 1971 y 1972, que llevaría al establecimiento de relaciones diplomáticas años más tarde, en marzo de 1979, fue sin duda el primer ministro Zhou Enlai, quien ocupó esa posición desde 1949, hasta su muerte en 1976.
Mucho se ha escrito sobre Zhou Enlai, aunque aquí me importa reflejar lo que de él opinaba su contraparte, Henry Kissinger: en su libro “On China”, señaló: "En cerca de 60 años de vida pública no he encontrado una figura más irresistible que Zhou Enlai... la pasión de Mao se esforzaba en abrumar la oposición. El intelecto de Zhou buscaba en cambio convencerla o derrotarla tácticamente. Mao era cáustico, Zhou penetrante". (2)
La visión de largo plazo, tan ajena a las proyecciones políticas occidentales, hacia que la refinada y cortés actitud de Zhou Enlai, pudiera interpretarse como un desdén a las propuestas de la potencia norteamericana. La cita con la que inicio esta columna, constituye una típica muestra de esa fría paciencia. No pude, sin embargo, verificar la autenticidad de otra cita atribuida al premier chino y que deseo compartir. En ella, el líder chino quien durante las conversaciones con Kissinger de julio de 1971, se habría referido a los esfuerzos de Kennedy por restablecer las relaciones con su país indicó de manera mordaz: “Estamos listos para esperar tanto tiempo como lo necesitemos. Si estas negociaciones fracasan, con el tiempo otro Kennedy u otro Nixon aparecerán”.
El acercamiento a China promovido por Nixon tuvo varias motivaciones. Ante el fracaso demócrata en Vietnam, el republicano buscó una fórmula para diferenciar lo que sería su política exterior para la región asiática. Dos elementos centrales la caracterizaron, establecer claramente una línea roja en relación con las relaciones privilegiadas que Estados Unidos mantenía con Japón y Filipinas, y contener lo que en su visión era el interés chino por promover en países vecinos revoluciones afines a su ideología. Cambodia, Laos y, desde luego, la ambición por la reunificación de Vietnam y Corea constituían objetivos principales de tal política china.
Otro objetivo central que animó la entonces llamada Doctrina Nixon fue de aprovechar el momento de un severo distanciamiento sino-soviético que tuvo su episodio más crítico en 1969, en la región fronteriza entre ambas naciones en la ribera del río Amur y en la frontera entre China y Kazajistán. La política norteamericana buscaba a través del acercamiento con China contener la consolidación de la URSS en Europa del Este. A la larga, contener la expansión ideológica proveniente de ambos frentes.
Anteriormente en este espacio cité el texto del Comunicado de Shanghai, emitido en 1972, por China y Estados Unidos al final de la visita de Richard Nixon a China. Señalé que el enunciado estadounidense que condensa su posición sobre ‘Una sola China’, es una fórmula ambigua que Kissinger bautizó más adelante como una ‘ambigüedad constructiva’ que permitió estructurar un complicado aserto que, en síntesis, señala que Estados Unidos reconoce que los chinos a ambos lados del estrecho mantienen que existe una sola China y que Taiwán forma parte de ella; añade el texto -no bilateral en esta parte, sino una declaración estadounidense- que corresponde a los chinos resolver la Cuestión de Taiwán por medios pacíficos y que la permanencia de tropas norteamericanas dependerá en el futuro de la pacificación de la zona.
Al final, esta deliberada construcción fue atribuida casi exclusivamente a la factura de Kissinger sin embargo, documentos secretos que fueron desclasificados hace unos años, revelan que la mano que dirigió el tono de esa declaración fue la de Richard M. Nixon.
En particular me gustaría citar la minuta de una reunión que transcurrió en el despacho oval de la Casa Blanca el 1o de julio de 1971. La nota fue preparada por el General Alexander Haig, en esa época asistente del presidente, en el área de Seguridad Nacional.
"Entonces el presidente regresó al tema de Taiwán y su tratamiento en las conversaciones con los chinos. (...) [el presidente] Enfatizó que las conversaciones con los chinos no pueden verse como la venta de Taiwán. Instruyó al Dr. Kissinger no iniciar con una conversación sobre lo que hemos hecho (sic) ni con el hecho de que no necesitaremos mantener ahí tropas de manera indefinida, pero en vez de ello reestructurar ese punto enfatizando que la Doctrina Nixon prevé otorgar ayuda a aquellos países que se ayudan a sí mismos y en tal virtud no será esencial para nuestro ejército permanecer ahí por siempre. El presidente señaló que el tono general de la declaración en torno a Taiwán debería ser, de alguna manera, más enigmático. En suma, el presidente le solicitó revisar la conversación completa en relación con la cuestión de Taiwán de tal manera que no parezca que nos estamos deshaciendo de nuestros amigos y así de alguna manera podamos aparecer más misteriosos sobre nuestra voluntad general de hacer concesiones en esta área". {3)
Los tres comunicados
Una vez re introducido el Comunicado de Shanghai es pertinente señalar que la relación bilateral entre China y Estados Unidos, está anclada en tres comunicados.
El primer comunicado, el llamado Comunicado de Shanghai de febrero de 1972, mismo que ha sido objeto de múltiples referencias, la semana pasada y en esta columna, ha constituido hasta ahora la parte fundacional de la relación y alberga el ambiguo concepto central de lo que se conoce como la política de ‘Una sola China’ de Estados Unidos.
Estados Unidos y la República Popular de China, con base en lo acordado en el Comunicado de Shanghai, establecieron sendas oficinas de enlace en Washington y en Beijing, respectivamente. Tal modalidad estuvo vigente entre 1973 y 1978. Este proceso allanó el camino al segundo comunicado.
El segundo comunicado del 1o de enero de 1979, fue divulgado formalmente bajo el título de Comunicado Conjunto sobre el Establecimiento de Relaciones Diplomáticas. En el texto, que establece formalmente las relaciones diplomáticas entre ambos Estados. De manera significativa, Estados Unidos reconoció que el Gobierno de la República Popular de China es el único gobierno legal de China. Sin embargo, más adelante se añade que el pueblo (sic) de Estados Unidos mantendría relaciones culturales, comerciales y otras relaciones no oficiales con el pueblo de Taiwán. En este instrumento, ambos Estados reafirmaron los principios acordados en el Comunicado de Shanghai. En ese sentido, enfatizaron que Estados Unidos reconoce la posición china de que sólo existe una China y que Taiwán es parte de ella.
El tercer comunicado, también conocido como el Comunicado del 17 de agosto de 1982, recapitula en primer término los términos acordados en el segundo Comunicado de enero de 1979, al tiempo que reitera, nuevamente el acuerdo básico del Comunicado de Shanghai, particularmente por lo que hace a la soberanía e integridad territorial de Estados firmantes. China reiteró que la cuestión de Taiwán era un asunto exclusivamente interno de la República Popular de China.
De manera significativa, el texto trata el tema de la venta de armas a Taiwán por parte de Estados Unidos. Este punto, particularmente difícil llevó, primero, a un reconocimiento de parte de Estados Unidos en el que expresó que entendía y apreciaba los esfuerzos de la RPC para la pacífica reintegración de Taiwán a la RPC, incluido por primera ocasión en el llamado Mensaje a los Compatriotas en Taiwán emitido en enero de 1979, así como la posterior Propuesta de Nueve Puntos lanzada por China en septiembre de 1981.
El desarrollo final del tema de la venta de armas a Taiwán quedó vinculada a la propuesta de solución pacífica esgrimida por los chinos; así, Estados Unidos señaló que no estaba en su interés desarrollar una política de largo plazo para la venta de armas a Taiwán; como límites cualitativos y cuantitativos, proponía los niveles de venta de armas alcanzados en años anteriores y que proponía su reducción gradual (un nuevo regreso a la arquitectura del Comunicado de Shanghai), en la medida en que avanzaran los planes para una solución pacífica de la cuestión de Taiwán.
Ahora, a reparar las relaciones con Taiwán; las seis garantías
Con miras a atender la preocupación de Taipei sobre las negociaciones a punto de ser finalizadas, el presidente Reagan se aseguró de que en julio de 1982, Taiwán conociera los límites de dicha negociación. A tal efecto se preparó un texto sobre las líneas rojas que los estadounidenses no habían cruzado en sus conversaciones con los representantes de la RPC. Las famosas ‘Six Assurances’, o ‘Seis garantías’.
Estos puntos permanecieron secretos hasta 2019, cuando fueron desclasificados por la administración Trump, bajo la idea de que China no sacara ventaja de ese desconocimiento. Estos son los seis puntos:
- No hemos acordado el establecimiento de una fecha concreta para la finalización de la venta de armas a Taiwán.
- No hemos acordado la celebración de consultas previas sobre la venta de armas.
- No hemos acordado que Estados Unidos cumpla ningún papel de mediador.
- No hemos acordado la revisión de la Ley sobre las Relaciones Con Taiwán (TRA, por sus siglas en inglés).
- No hemos acordado tomar ninguna posición relacionada con la soberanía [de la RPC] sobre Taiwán.
- La RPC, en ningún momento nos ha urgido a presionar a Taiwán para negociar con la RPC; no obstante, podemos asegurarle que jamás lo haremos.
Las Seis Garantías, junto con la Ley sobre las Relaciones con Taiwán del 10 de abril de 1979, establecen la red de seguridad jurídica que ha permitido a Taipei gozar de una cierta solvencia y seguridad políticas, al tiempo que proporciona a Estados Unidos un conjunto de declaraciones y disposiciones que hacen de la ambigüedad nixoniana un auténtico despliegue de un malabarismo sin precedentes. Esta ley, por ejemplo, recurre a un interesante ejercicio de reemplazo de las tradicionales figuras y esquemas que regulan las relaciones diplomáticas para sustituirlas por un lenguaje que establece relaciones cuasi diplomáticas no entre Estados, sino entre los pueblos de Estados Unidos y Taiwán con el objetivo de mantener las relaciones de ayuda en materia de defensa y de intercambio en materia comercial y cultural prácticamente en los términos previos a enero de 1979, cuando Estados Unidos estableció formalmente relaciones diplomáticas con la RPC.
Es notable que la Ley sobre las Relaciones con Taiwán establece una cláusula de salida al acuerdo por el que se establecen relaciones diplomáticas entre la RPC y Estados Unidos y dicta medidas de seguridad para el propio Estados Unidos. Veamos.
En la sección 2 de la ley, hay algunas cláusulas que ameritan nuestra atención: "El Congreso estima que la promulgación de esta ley es necesaria (...)
"3.- para dejar en claro que la decisión de Estados Unidos de establecer relaciones diplomáticas con la República Popular de China descansa sobre la expectativa de que el futuro de Taiwán será determinado por medios pacíficos.
"4.- para considerar cualquier esfuerzo para determinar el futuro de Taiwán por medios distintos a los pacíficos, incluyendo boicots o embargos, una amenaza para la paz y la seguridad del área del Pacifico Occidental y una grave preocupación para Estados Unidos.
"5.- para proveer a Taiwán con armamento de carácter defensivo; y
"6.- para mantener la capacidad de Estados Unidos para resistir a cualquier utilización de la fuerza u otros medios de coerción que pudieran poner en peligro la seguridad social o el sistema económico del pueblo de Taiwán." (4)
Entra Pelosi
Las comparaciones, aunque en ocasiones proveen de un recurso fácil para analizar eventos, caen pronto.
Cuando Nancy Pelosi emprendió hace unas semanas su visita a Taiwán, en la mente de muchos acudió la imagen de otro presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich quien hace 25 años también visitó Taipei. Ahí terminan las coincidencias.
El viaje de Gingrich fue cuidadosamente planeado, el propio vicepresidente Gore estuvo involucrado e incluso realizó una gira asiática paralela a la de Gingrich y los chinos accedieron, si bien de mala gana, a la escala en Taipei, lo hicieron al tratarse de un periplo que se cuidó de no darle a la escala en la antigua Formosa la preeminencia que hoy tuvo la visita de su sucesora demócrata. Gingrich paró primero en Japón y su visita tuvo un alto contenido económico.
Hay otra diferencia fundamental, desde tiempos previos al Comunicado de Shanghai, los avances norteamericanos, se dieron en un momento de franco alejamiento, e incluso enemistad, entre China y la Unión Soviética. No es el caso hoy en día.
Más allá de las motivaciones institucionales y personales de Pelosi, tal vez debió percatarse de que en el momento presente, su visita a Taiwán podría tener como consecuencia la franca instauración de un segundo frente en la presente bifurcación que presenta el Orden Global en evolución hacia su nuevo estadio.
No sé si en Occidente se ha hecho una atenta lectura del comunicado de Beijing del 4 de febrero de este año, suscrito por China y la Federación de Rusia, sé que no llega a ser una alianza militar, está lejos de ello, pero ¿de verdad estamos empeñados en conocer sus alcances?.
Por otro lado, me parece que la ambigüedad de la fórmula de la política de ‘Una sola China’ de Estados Unidos, tiene una fecha de caducidad que no está muy lejana.
Al revisar nuevamente el Comunicado de Shanghai observo que la RPC se opone firmemente una solución de la Cuestión de Taiwán que emane de una promoción de conceptos tales como "una China, un Taiwán", "una China, dos gobiernos", "dos Chinas", "un independiente Taiwán", o una fórmula que establezca que "el estatus de Taiwán permanece sin ser resuelto". En ello advierto que una fórmula parecida al estatus Hong Kong y Macao no está descartada: ‘Una China, dos sistemas’. ¿Podría ser la fórmula que solucione la cuestión de Taiwán?
La larga sombra de Nixon impide ver la Cuestión de Taiwán con una mirada fresca. Old sins cast long shadows.
Citas y referencias
(1) De acuerdo con la cita en Simpson's Contemporary Quotations (1988) edición de James Beasley Simpson
(2) “On China”. Henry Kissinger. p.241. Penguin Books. 2012.
(3) Kissinger's Secret Trip to China. 1971-1972. National Security Archives. George Washington University. Documento 33.
(4) Taiwan Relations Act
Public Law 96-8 96th Congress. 10 de abril de 1979