Un hombre joven, sentado en el cofre de un taxi, mira hacia la cámara y suelta: “soy taxista desde hace 15 años y mi descontento es con los dirigentes de los taxis porque nos obligan a hacer cosas que no queremos”. Algo curioso salta en el video: quien está hablando tiene blur en el rostro para evitar que sea identificado.
“Como ayer que nos dijeron que nos presentáramos en la calle 20 de Noviembre para hacer desmanes y enfrentarnos con los policías, cosa que desprestigia nuestro trabajo”, continúa. Se trata de un video colgado en Youtube el 14 de abril de 2016, pero el hombre que aparece ahí no es taxista, es un policía de Investigación de la Ciudad de México.
La investigación de la Fiscalía en torno a los dos centros de espionajes montados durante la administración de Miguel Ángel Mancera reveló que la Policía de Investigación era usada para hacer videos en contra de personajes ligados a MORENA, como el citado líneas arriba, donde se culpaba a Ignacio Rodríguez Mejía, presidente del Movimiento Nacional Taxista, de organizar disturbios en la SEMOVI. Según la indagatoria, el orquestador de estos montajes era el comandante Roberto Damián Reyna. En las marchas se infiltraba a los agentes Hugo Misael Álvarez, Diana Amador y el principal: Nicolás Pineda, Ingeniero en Informática que fue detenido varias veces por hacer destrozos y ganaba un sueldo de 18 mil 632 pesos al mes, del cual, como todos los que operaban en los centros de espionaje, tenía que dar una parte al director, Gustavo Caballero Torres. Todo esto es detallado por un testigo clave: el ex policía Érick José “N”, chofer y alfil de Caballero.
Consta en el expediente que el encargado de organizar a 37 bots, repartidos en dos turnos, era el detective Ignacio Salinas. Las escuchas clandestinas de políticos como el canciller Marcelo Ebrard o el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, las ejecutaba presuntamente el ex agente Eduardo Arce. El ingeniero en sistemas y ex empleado de la Procuraduría capitalina, Irving Palafox, se encargaba de todos los aspectos técnicos para intervenir teléfonos y computadoras, por lo cual se embolsaba 43 mil 46 pesos al mes. Otros son José Manuel Fragoso e Iván Belmont. La coordinación de redes sociales donde apoyaban a Mancera y acosaban a cualquiera con un comentario adverso se presume corría a cargo de Mario Eduardo Ontiveros. Incluso, de acuerdo con la investigación, un ex trabajador de Telmex, Daniel Tapia, fue reclutado para recabar información de números telefónicos para espiar. Cuando lo descubrieron fue echado de Telmex, pero durante meses siguió obteniendo información de los usuarios a cambio de 7 mil 581 pesos al mes. Las secretarias de Gustavo Caballero eran Ana Karen García y Evelyn Monserrat Cisneros. También el C5 estaba infiltrado por Caballero, con el ex agente Arturo Zavala Munguía, quien presuntamente facilitaba toda clase de videos por 27 mil 421 pesos al mes. Los centros de espionaje apodados “Coliseo” y “Ludus” contaban inclusive con un área de Recursos Humanos, dirigida por Juan Manuel Azamar, quien ganaba 12 mil 162 pesos mensuales.
¿Sabía el entonces jefe general, Raúl Peralta Alvarado de la participación de sus agentes en estas actividades clandestinas? Es algo que la Fiscalía escarba en las tierras más lodosas de su búnker en Doctor Río de la Loza, pero donde hasta ahora no han encontrado nada. Muchos policías le entraron al espionaje no por el dinero extra sino por la promesa de escalar peldaños en la Policía de Investigación, el sueño de convertirse, de la noche a la mañana, en comandantes en jefe.
“La camioneta ‘chismosa’ era una Chevrolet tipo Van del Gobierno del DF, asignada a la PGJDF, al área de Cibernética, equipada con aparatos sofisticados para la escucha de llamadas telefónicas y mensajes, siendo el coordinador José Roberto Uribe -hoy bajo proceso penal-, enviando a dos agentes de PDI, Víctor Huitrón y Morones a trabajar en campo con la camioneta. Caballero le pedía a Uribe que le ayudara a escuchar objetivos a cambio de ayudarlo a subir a comandante”, relata el testigo Érick José “N”.
Pero a algunos empleados les ganó la ambición: intentaron hacerse ricos a espaldas del propio Caballero. En enero de 2016, se dio la instrucción al ex trabajador de la Procuraduría, Irving Palafox y Alfonso Baltazar de comprar cámaras de circuito cerrado para supuestamente instalar en ocho módulos de la SEMOVI, pero re facturaron a un sobreprecio del 200 por ciento. Todo pese a que el hermano de Caballero, Rolando, quien por cierto operaba en los centros de espionaje con la plaza de su esposa Nalleli, era el responsable de la instalación de esas cámaras. Pero el dinero brotaba copiosamente de los cajones de “Coliseo” y “Ludus” por lo que Caballero, aparentemente, no se dio cuenta del timo. Él mismo conducía una camioneta BMW, placas P77-ACP valuada en más de medio millón de pesos. En marzo de 2015, Caballero, Irving Palafox, Nicolás Pineda, Ignacio Salinas y Eduardo Arce viajaron a España para tomar un curso que les ayudaría a mejorar sus habilidades de espionaje. Sonrientes, como estudiantes de intercambio, se desvivieron por tomarse fotos en la Basílica de San Francisco el Grande, en Madrid o en el mítico estadio Santiago Bernabeú. También, por supuesto, se fotografiaron en su aula y con algunos de sus profesores, imágenes en poder de este reportero. Parecía una experiencia magnífica para ellos, para los ex agentes de la Policía de Investigación, un chance de trepar en la turbulenta montaña rusa del mundo policíaco, pero ahora todos están bajo investigación penal.
La instrucción que tienen los encargados de judicializarla es llegar hasta el último engranaje de esta maquinaria al servicio del poder político. Aunque unos 365 mil archivos fueron borrados para cuando cayó la pesquisa, otros que fueron recuperados exponen no solo la vida pública de las víctimas, sino cosas de su vida personal que se iban a usar en su contra. No es que el espionaje en México sea una novedad, pero en este caso la diferencia es que fue descubierto y, penosamente para los titiriteros detrás del telón, demasiado pronto.
Enterado está, querido lector, y recuerde: el infiltrado es usted.