Los primeros esfuerzos archivísticos en naciones latinoamericanas datan del siglo XVIII. En México, la orden de creación del Archivo General de la Nación (AGN) se emitió en 1792, acto que válidamente puede considerarse un primer paso hacia la construcción de la conservación de documentos, en aquel entonces principalmente noticias cuyo contenido era interesante o de gran valía dentro del contexto político, cultural y social de la época.
El repositorio documental del AGN incluye documentos que datan del siglo XVI, así como el Acta de Independencia y las diversas Constituciones de México 1812, 1814, 1824, 1857 y la última del año 1917. Asimismo, en él se preservan los archivos presidenciales desde 1913 hasta 2012.
El AGN resguarda y preserva la memoria histórica y el patrimonio documental de México, que nos permite ubicarnos, comprendernos, explicarnos y trazar un continuo entre el ayer y el hoy de nuestro país, a través de sus avances, conflictos, expresiones, visiones, explicaciones y justificaciones de sí mismo en todos los ámbitos documentados.
En ese sentido también el AGN contribuye de modo directo al conocimiento, al involucramiento, a la participación y empoderamiento de las personas, al posibilitar y dar cabida a la transparencia, la rendición de cuentas en el ejercicio del poder público y al conocimiento de lo que les compete. Lo anterior, para que informadamente, puedan decidir en libertad, ejercer los controles con los que cuentan y participar en la construcción de esta historia que a diario, con trabajo y voluntad, moldeamos no solo para nosotros, sino para todas y todos los que hayan de venir.
Y es que toda la administración pública; pero, sobre todo, los sistemas como los de transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción con los que hoy contamos, solo pueden cobrar sentido, vigencia y efectividad a partir de la existencia de archivos organizados, gestionados y conservados de modo que se garantice la disponibilidad de documentos e información que posibilite a toda persona, acercarse y conocer las acciones de los gobiernos en los diferentes momentos históricos de un país y, por consiguiente, le permitan analizar tales decisiones con los ojos y los pies puestos en el presente.
Cuando se habla de archivos, indefectiblemente se hace referencia tácita a fuentes primarias de información en las que están depositados los registros históricos, culturales, identitarios y sociales de las naciones. Elementos que debemos conocer para enfocar también, de un mejor modo, el futuro que vislumbremos. Ahí radica la importancia de su conservación.
Debemos aprovechar que la archivística, tradicionalmente, oscila entre lo jurídico-administrativo y lo histórico-cultural. Reconocer y visibilizar tales vinculaciones en sus elementos y registros nos permitirá hacer un uso más efectivo de las herramientas de la transparencia y la rendición de cuentas para resolver conjuntamente los problemas de legalidad, eficiencia y eficacia que enfrentamos en el terreno de lo público y que detienen nuestro avance hacia un Estado de derecho en el cual se respete la memoria histórica.