Con una frialdad asombrosa se dice, desde las altas esferas del poder y el mando en México, que “digan misa, pero las remesas están aquí y son dinero contante y sonante”. Así de sencillo se resume la llegada de cantidades estratosféricas de dólares que mes a mes envían a nuestro país trabajadores mexicanos desde los Estados Unidos.
Son recursos que son el resultado de un enorme esfuerzo de trabajo, y la salvación de vida de cada uno de ellos. Son dólares enviados a sus casas, sus pueblos, comarcas y familia para que un día, cuando regresen, las condiciones de vida de su familia y de ellos sean diferentes a las que existen hoy mismo...
Condiciones que son las de la precariedad, la pobreza extrema, la falta de oportunidades de desarrollo social, laboral, educativo... ‘Que todo sea diferente para vivir de otro modo y que mis hijos tengan qué comer, que tengan educación y que sean gente de bien...’, dicen los que se fueron.
Muchos de ellos tuvieron que vivir pesares de traslado, abuso de coyotes criminales, peligros físicos y mentales, violencia, enfermedades, accidentes, abuso de autoridades tanto en el lado mexicano como en el lado estadounidense, racismo, desprecio social e, incluso, la muerte...
...La que encontraron muchos compatriotas en el camino, en total abandono, cuando caminaban en busca de la solución a esa falta de alicientes y desarrollo productivo y social en México, en el que se dice que ‘primero los pobres’ pero del que esos pobres están huyendo por todas esas condiciones que parecen insuperables.
Muchos otros se van por gusto propio. También es cierto. Pero miles más se siguen yendo por las condiciones de inseguridad, violencia criminal, amenazas, persecuciones, impunidad, las que se han incrementado de forma desproporcionada en los años recientes de “abrazos no balazos” y que nos hace ver cómo pueblos enteros en distintas partes de la República mexicana, azolados por el crimen organizado, se quedan vacíos y sus pobladores huyen, en muchos casos hacia Estados Unidos...
El Instituto de los Mexicanos en el Exterior registra que 11.9 millones de mexicanos viven fuera de México; el 97.79 por ciento de ellos radica en Estados Unidos. Y según la Current Population Survey, se estima que alrededor de 38.5 millones de personas residentes en Estados Unidos son de origen mexicano.
Miles de ellos llegaron allá en los años recientes, aunque durante el gobierno de Donald J. Trump (2017-2021) disminuyó esa migración por sus endurecidas políticas de migración, en particular en contra de mexicanos, así como durante la pandemia. No obstante, hoy día siguen saliendo del país miles de mexicanos que no encuentran solución ni seguridad en México...
Y llegan a Estados Unidos para trabajar “en lo que se pueda” y en donde viven aterrorizados y amenazados minuto a minuto por “la migra” y por autoridades que los retienen –documentados o no–, para verificar su estatus migratorio...
Tanto dolor y llanto cuestan esas remesas. Unas remesas que duelen porque provienen, en gran medida, de la tragedia de muchos mexicanos y sus familias; de poblaciones enteras (“Pueblos de viudas” les dicen en Michoacán porque durante prácticamente todo el año quedan ahí sólo mujeres, ancianos y niños).
El resultado de ese sacrificio que pasa a ser inhumano, es esa enorme cantidad de dólares que cada día es más creciente, lo que causa sorpresa y alegría al gobierno mexicano porque sin hacer nada encuentra solución al desarrollo social mediante esos millones de pesos que llueven a raudales en estados de la República, en pueblos, en comunidades, rancherías...
Un gobierno lo festeja y que con esto se convierte en cómplice de esa tragedia y en cínico receptor de esos recursos para las arcas nacionales.
No se preocupa en detener esa migración mediante políticas públicas de desarrollo social, económico, cultural; seguridad pública, trabajo, inversión agraria e industrial, procuración del trabajo bien pagado, salud garantizada, educación y cultura... la cultura, ‘la única que al final habrá de redimirnos a todos’.
Así que desde el Palacio Nacional se festeja que tan sólo en octubre de este 2022 México recibió remesas provenientes de connacionales en Estados Unidos por un valor de 5 mil 360 millones de dólares, un máximo histórico desde 1995 (de acuerdo con datos del Banco de México).
En su informe “Ingresos y Egresos por Remesas, octubre 2022”, se indicó que dicha cantidad es 11.2 por ciento más que las que llegaron hace un año, cuando se reportaron 4 mil 822 millones de dólares. La cifra histórica estaba registrada en julio de este año con 5 mil 301 millones de dólares.
Y esto significa que, según datos del mismo Banco de México, en el periodo enero – octubre de 2022, el saldo de la cuenta de remesas alcanzó 47,419 millones de dólares, cifra superior a la de 41,322 millones de dólares reportada en el mismo lapso de 2021.
El gobierno mexicano brinca de felicidad al conocer estas cifras. No dice que el aumento progresivo de estas cifras se debe a que cada vez hay más mexicanos allá. Y lo dicho, eso es: cinismo y complicidad, porque estas cantidades han costado –utilizando lo dicho por Winston Churchill- sangre, sudor y lágrimas de millones de mexicanos y de sus familias. Ni más, ni menos.