El periodismo es una de las profesiones más nobles, completas y dinámicas que cualquier hombre o mujer ejercen en esta nación. Las y los periodistas que tengo la fortuna de conocer hacen su trabajo con una enorme pasión, con una fuerza extraordinaria por llevar la nota, la historia que la población debe de conocer, la verdad sobre un acontecimiento de interés público, entre otras.
Es una profesión completa porque su especialidad obliga a quienes la ejercen a prepararse constantemente, a entender las nuevas tecnologías y dinámicas de la sociedad, a investigar con gran profundad, a debatir, a analizar, a comparar, o incluso nos hace compenetrarnos al estudio de algún tema para comprenderlo en plenitud. Es una profesión dinámica por múltiples razones; se ejerce con el estudio y la investigación; en reuniones de trabajo con otros colegas periodistas; en las calles de las ciudades o municipios para conseguir la nota; atendiendo conferencias de prensa; buscando entrevistas de a pie; cubriendo eventos sociales, culturales, deportivos o políticos, entre muchos más.
El periodismo libre juega en toda sociedad un papel fundamental, toda vez que es el responsable de dar noticia sobre diversos aspectos que son del interés de la ciudadanía y de los tomadores de decisiones; es el referente de análisis de información, de ardua investigación que permite a la sociedad abrir los ojos ante cualquier desviación de poder público, o bien, de conocer diversas políticas públicas que se instrumentan en su beneficio.
El periodismo constituye el eslabón que comunica a la sociedad y al poder, a la ciudadanía con la realidad, y es un impulsor de la transparencia y la rendición de cuentas de actores políticos, sociales y económicos.
En los sistemas democráticos como el nuestro, el periodismo tiene un velo de derechos fundamentales consagrados en la Constitución, tales como el derecho al acceso a la información; el derecho de opinión, libertad de expresión, entre otros.
No obstante, en nuestro país, ejercer el periodismo se ha vuelto muy complicado y hasta peligroso por múltiples motivos que expongo a continuación. Para empezar, según la UNESCO, nuestra nación es una de las que ostenta las cifras más altas de periodistas asesinados y asesinadas en el mundo. Artículo 19, contempla un muy interesante estudio en donde registra 156 periodistas asesinados y asesinadas desde el año 2000; 11 periodistas asesinados en lo que va del presente año y destaca que alrededor del 98% de los crímenes contra las y los periodistas quedan impunes.
Otros registros revelan que México es uno de los países más peligrosos y mortíferos del mundo, inclusive delante de naciones como Ucrania que se encuentra en Guerra con Rusia.
Por ello, el periodismo en nuestra nación tiene varios desafíos con el objetivo de seguir siendo el impulsor de un auténtico periodismo que sea el equilibrio justo, legal y certero entre el ejercicio de la función pública y la realidad cotidiana. En este sentido, apunto a continuación algunas breves ideas por las que el poder público y el gremio periodístico debe razonar con prontitud, a saber:
Es necesario que el poder comprenda que en un sistema democrático en lugar de atacar a los medios hay que enaltecerlos y protegerlos. La Constitución consagra dicha libertad, no vayamos contra nuestra norma máxima.
Es impostergable revisar las normas que protegen al gremio periodístico y, más aún, a las instituciones responsables de su cuidado y protección.
El gremio periodístico debe unificarse para causas comunes; es individualista en muchas ocasiones y en otras, las menos afortunadamente, poco solidarios.
Es fundamental que las instituciones encargadas de la preparación de las nuevas generaciones de comunicadores y periodistas actualicen sus planes de estudio a las nuevas realidades de la sociedad, del entorno tecnológico y de las adversidades que enfrenta hoy el periodismo, entre varios aspectos más.
El periodismo es una gran profesión, está en todas y todos defenderla, pero, sobre todo, el Estado debe fortalecerla y protegerla; los resultados serán una nación plural, con plena cultura y conocimiento de las realidades de nuestro acontecer, vertebra esencial de un auténtico Estado de Derecho.