El próximo verano se cumplen 50 años del robo fallido a un banco que dio nombre a un desorden psicológico en el que las víctimas, abrumadas por el miedo, se ponen lado de los agresores como su única posibilidad de supervivencia.
Un soleado agosto de 1973 un delincuente experto en abrir cajas de seguridad se metió a asaltar el Kreditbanken, un banco en Estocolmo. La policía cercó el banco de inmediato y el asaltante tomó cuatro rehenes, entre ellos una secretaria veinteañera, Kristin Ehnmark.
El delincuente era de alta peligrosidad y no hacía mucho se había escapado de la cárcel. Con los rehenes exigió dinero, un Mustang con tanque lleno y que le trajeran al interior del banco a un amigo que estaba en la cárcel, otro asaltabancos que había matado a un policía y se había escapado de prisión dos veces. Los negociadores accedieron, salvo en un punto: dos rehenes que pretendían llevarse con ellos. Los delincuentes se prepararon para salir, pero dejarían a los rehenes en la bóveda entonces, A la chita callando un policía le puso seguro a la bóveda con delincuentes y rehenes dentro.
La tensión se elevó y a una de las mujeres le amarraron una bomba a un pie para presionar más. Luego, al cabecilla se le ocurrió que sería mejor dispararle en una pierna al único varón de los rehenes, Sven, con la promesa de evitar huesos. Para entonces, la conducta de la joven Ehnmark ya había adoptado un tono extraño de colaboración. “No te pegará en el hueso para no dañarte, Sven, es sólo una bala”, le dijo. Las otras rehenes, en cambio, se opusieron a que hiriera a Sven.
La secretaria Ehnmark acabó siendo la vocera de los delincuentes con las autoridades. Con los medios a todo trapo sobre el secuestro, de ella fue la idea de llamar al primer ministro de Suecia, Olof Palme. La conversación grabada se convirtió en referente psicológico. Ehnmark le dijo que sus captores la trataban bien, que estaba decepcionada de sus autoridades e intentó convencerlo de que permitiera huir a los asaltantes en un auto con dos rehenes. Olof Palme no accedió.
Hubo más conversaciones entre la rehén y el ministro, ella en el mismo tono a favor de sus captores, hasta que Palme se hartó y cerró la comunicación con una frase que fue borrada: “Pues bien, entonces quizás usted tendrá que morir”.
La policía tomó el banco por el techo y los delincuentes, ya sin más de dónde presionar, pidieron a los rehenes que salieran después de ellos, para que no los mataran. Los rehenes protegieron la salida de sus captores.
Ventilada la historia con todos sus detalles, la secretaria veinteañera, Kristin Ehnmark se convirtió en villana y referente modélico para los psicoanalistas para explicar casos en los que las víctimas de secuestros, violencia y amenazas acaban actuando irracionalmente a favor de sus captores. Por décadas, esa experiencia la marcó y la convirtió en protagonista de controversia.
"Dicen que uno puede congelarse del miedo y yo creo que mi mente se desconectó", le dijo a la BBC en una entrevista. Al paso del tiempo se le ve con más comprensión. Un año después, la heredera de un imperio mediático en Estados Unidos, Patricia Hearst, cobró fama porque meses después de ser secuestrada por un grupo armado marxista, colaboró con sus captores en un asalto bancario.
Los profesionales del diván explican que la gente atrapada por el miedo, regresa a una etapa infantil y se identifica con el agresor, en el que ve su única posibilidad de supervivencia. Los rebasa el pavor. Los psicoanalistas acabaron por denominar Síndrome de Estocolmo al fenómeno.
La política es un escenario de tomas y dacas permanentes. Si es desde el diseño constitucional, el intercambio lo enmarca la ley y se construyen equilibrios entre poderes, instituciones, organismos de vigilancia, niveles de gobierno y ciudadanía. Cuando deriva en chantaje, imposición, disimulos por conveniencia y avasallamiento, el resultado es siempre una patología triste, corrupta y autoritaria. Lo grave es que haya quien prefiera este tipo de relaciones a perder parcelas, negocios y hasta migajas políticas trianuales. El miedo siempre saca lo peor de las personas, sea amenaza real o ficticia, justificada o no.
Nuestra devaluada oposición está petrificada desde hace tiempo. Primero fue el plano nacional y luego en el estatal, con la irrupción de un gobierno muy determinado a ocupar todos los espacios disponibles, con o sin derecho a ello. Lo mismo al PRI que al PAN les tienen pisado el poncho. Quién sabe qué deberán que aterra a panistas y priistas el control anómalo que el gobierno de Ricardo Gallardo Cardona tiene de la Auditoría Superior del Estado y de las fiscalías, que se suponían autónomas. De los partidos que son socios ni contar. Un socio es un igual, alguien que ves a los ojos. Los diputados de la escuadra gobernante son tamemes con la mirada desde el suelo al cielo en niveles bochornosos. Para la antología de lo zalamero, la intervención de un diputado en defensa del presupuesto 2023 que daba gracias a Gallardo porque en su gestión somos “el mejor estado del país, es más, del mundo…”.
En esa misma sesión, la presidenta de la mesa directiva, la panista Aranza Puente, se quedó quieta cuando la regañó el jefe de la Jucopo por el tiempo que le daba en tribuna a la diputada Gabriela Martínez Lárraga, pues la legisladora le ponía una tunda muy lógica a la propuesta de gasto del gobernador. La propia Martínez Lárraga le reclamó al diputado por su falta de respeto a la compañera panista, paralizada como ciervo en la mira de una escopeta. Lamentable.
Diputados reconocen que votaron el presupuesto porque “después te habla Lupe” (¿?), el secretario de Gobierno José Guadalupe Torres Sánchez. ¿Pues qué les sabe? ¿Qué pierden? Les da miedo el rapapolvo mediático del gobernador, que les dedique un epíteto sonoro, lo que ya es un estilo. Algunos pretextan que están a la espera de que la sociedad, las representaciones empresariales en particular, “se avienten primero”. ¿A dónde? ¿Y por qué?
El trato del gobernador al Poder Judicial es otro de sus desembarcos anómalos en esferas que no le competen, pero ese pequeño detalle constitucional se las trae al pairo. Como la vez que anunció que le llamaría a la presidenta del Supremo Tribuna para decirle que le pusiera atención al caso de un ciudadano que lo abordó. ¿Se quejó algún magistrado o el Consejo de la Judicatura?
Peor le va al Ayuntamiento capitalino. Un día lo culpa de la inseguridad y ponen en duda su competencia y al otro sube al alcalde a su lado en los tapancos, lo cubre de encomios y se hacen fotos de tufo lunamielero. Que Lupe Torres, el hombre de los secretos tenebrosos de nuestros políticos, se encarga de comunicar lo que se aprueba y no en el palacio chico, sea nombramiento, anuncio o proveedor.
Que el gobernador anunciara el cambio de director en el organismo operador de agua, Interapas, y nombrara sucesor, comprometió la credibilidad en la autonomía del alcalde, Enrique Galindo Ceballos. Quizá por eso colocaron de última al anunciado Daniel Hernández Delgadillo en el oportuno hueco de la Secretaría General del Ayuntamiento y no donde el mandatario estatal anunció. Una exdiputada puso en el diván esa relación: “El alcalde padece el síndrome de la mujer golpeada”.
Secuestras el espectro político completo y la división de poderes; hasta que alguien decida que si es necesario, tus rehenes mueran contigo.