Iniciada la vigésimo séptima cumbre climática en Egipto, las iniciativas y declaraciones como cada cumbre tienen la “virtud” de arrojar un halo de esperanza y buenas intenciones para revertir el impacto climático.
El objetivo principal para mitigar el impacto ambiental, es la reducción de las emisiones de carbono (CO2) provenientes de la quema de combustibles fósiles, así se plantea el argumento central que enarbola la cruzada contra el cambio climático.
Sin la intención de generar polémica sobre la alteración climática, la cual es cada vez más evidente, hay que señalar que los esfuerzos para revertir sus efectos no parecen ser suficientes y se está lejos de poder determinar si los cambios sugeridos tendrán un impacto efectivo en el mediano y largo plazo.
Ante la que parece ser una urgencia de seguridad mundial a causa del calentamiento global, los principales organismos mundiales junto con las grandes corporaciones determinaron que el origen principal de emisiones de CO2 provienen del consumo eléctrico, energía producida principalmente con carbón y combustibles derivados del petróleo.
¿La razón? El mundo se mueve con electricidad, es el motor de la era moderna. El asunto es que no se cuenta, o al menos eso es lo que se dice, con las métricas precisas para determinar con exactitud las emisiones de CO2 a partir del consumo eléctrico de las empresas, hogares y naciones, así que, quienes promueven la transición a las energías “limpias”, también establecieron las reglas para hacer cálculos estimados de emisiones implementando un tabulador a nivel global que determina que, a los watts de electricidad consumidos en un mes, les corresponde un rango determinado de emisiones de gases contaminantes.
Así es como las agencias internacionales determinan el incremento de emisiones de CO2 entre un año y otro. En otras palabras, no conocemos en realidad cuántos millones de partículas emitimos todos los días a la atmosfera derivados de la actividad económica y humana. Esto explica por qué el foco del “salvamento climático” está puesto en la transición a las “energías limpias” que, como ya lo hemos señalado tiene que ver más con un aspecto de preponderancia geopolítica y de comercio global.
Sin pretender contribuir a la polémica, vale la pena señalar que, desde hace más de 150 años, el cimiento de la era industrial estuvo basado en el carbón y que, 60 años después, se reforzó con la industria petrolera como principal fuente de energía, etapa conocida como la segunda era industrial que inició hace poco más de 100 años y llegó hasta nuestros días.
Desde entonces, inició la alteración de la temperatura planetaria que se basó precisamente en el desarrollo y el éxito de las economías industrializadas que promovieron y sustentaron su progreso en el consumo de las llamadas energías fósiles. El asunto es que, detrás de las naciones industrializadas, el resto de las economías se subieron al tren de la industrialización, proceso que para muchos países aún no termina y en donde las economías que emergen como nuevas potencias económicas, son señaladas como responsables del calentamiento planetario.
Si revisamos los diarios y noticieros cotidianos en los que se aborda el tema de la cruzada contra el cambio climático, en su mayoría, el discurso señala a China y a Rusia como dos de los responsables del calentamiento global al basar sus economías en energías fósiles obviado los más de 150 años de progreso sustentados en el carbón y el petróleo de quienes hoy promueven la transición a las energías limpias.
Y no es que estemos en contra del desarrollo ni tampoco de limitar el calentamiento global, con lo que no concordamos, es con la manipulación de los conceptos y los principios que rigen las sociedades de la actualidad, pues uno de los principales retos que presenta la llamada transición a las energías limpias, es ¿cómo integrar a todas las naciones sin que unos obtengan ventajas sobre de otros?
Durante la COP27, diversos grupos y líderes empresariales egipcios, han protestando contra la limitación del usufructo y explotación de sus recursos energéticos, hay que recordar que este país, cuenta con importantes yacimientos petroleros y la prohibición del uso de dichos recursos, condenarían el desarrollo y progreso de la nación. También los petroleros texanos han cuestionado la transición, pero los medios no les han dado seguimiento.
Y es que el dilema se centra precisamente en los países industrializados que basaron su progreso en el petróleo y el carbón y ahora con la “urgencia climática”, señalan que se debe limitar su uso. Un grupo de líderes de países pobres y en desarrollo, propusieron crear un fondo de indemnización para las naciones afectadas por los efectos del cambio climático ocasionado por el progreso de las naciones que basaron su crecimiento económico en las energías fósiles.
Por supuesto que la medida no tuvo eco en las naciones más desarrolladas pues en sus agendas, está la entrega de créditos (deuda) para “rescatar” a las naciones de sus atrasos energéticos.
Para encontrar soluciones debemos entender con precisión los orígenes del problema que está basado en la cultura del consumo, pues a mayor demanda de bienes y servicios, mayor consumo de energéticos para producir electricidad. Esta fue la cultura que prevaleció en el mundo durante al menos los últimos 75 años y que se reforzó o transformó en la cultura del bienestar de la actualidad que dice que: a mayor éxito profesional, empresarial, o de emprendimiento, mayores serán los satisfactores económicos a los que tendrá acceso el individuo o la nación, cerrado con esto, un ciclo de consumo energético. Pero de esto, hablaremos en la segunda entrega de la COP27.