Nuestros papás (boomers o generación X), entraban a trabajar a una compañía esperando hacer carrera, o al menos poderse jubilar después de años de lealtad. Nosotros los millennials, y las generaciones siguientes, no tenemos eso en mente cuando buscamos trabajo, aunque no dudo que haya sus excepciones y que, con suerte, puedan lograr retirarse en la compañía y en el puesto de sus sueños.
El mercado laboral ha cambiado muchísimo, y los que buscamos chamba tenemos acceso a muchas más opciones que nunca gracias al trabajo remoto, al freelanceo, y compañías con esquemas flexibles. Sin embargo, estas opciones, aunque accesibles, no siempre son las más estables, y el mercado tradicional lo cataloga como “job hoppers” o “jumpers”.
Y no es que el saltar de trabajo en trabajo buscando mejores oportunidades, sueldo, y retos sea enteramente malo. Como todo, tiene sus ventajas y sus desventajas, y debemos saber cómo utilizarlas a nuestro favor a la hora de cambiar de trabajo.
Lo primero es entender y estar seguros del por qué estamos cambiando de trabajo. Y si es porque vamos a tener una mejor oportunidad, mejor sueldo, beneficios o un mejor equilibrio entre la oficina y nuestra vida personal, ámonos recio. Sin embargo, si el cambio se debe a problemas de relacionamiento, toxicidad o solamente por avanzar en el organigrama sin importarnos a dónde vayamos, tal vez nos convenga pensarlo detenidamente. No estamos diciendo que se queden en un lugar tóxico, o con un terrible ambiente laboral, pero si es un patrón que identifican… habría que ver por qué siempre terminamos en lugares como ese.
Si ya estamos 100% seguros de que queremos cambiar de trabajo y tenemos claro el por qué, debemos continuar optimizando nuestro LinkedIn y nuestro currículum. En el caso de LinkedIn, nos conviene incluir nuestros últimos dos títulos, o los dos más importantes, junto con palabras clave para la industria en nuestro encabezado. No subestimemos el poder del networking, reconectar con colegas de compañías anteriores, reclutadores y managers nos puede abrir muchas puertas y nos pueden llegar muchas oportunidades.
En el caso de nuestro CV, y esto es algo que les he dicho muchas veces, no basta con mandar correos a destajo. Lo mejor es darnos el tiempo para personalizar cada CV que mandamos, de manera que nuestros logros, experiencia, e incluso vocabulario para describir nuestras funciones, empate con lo que la vacante busca. Si tenemos varios trabajos de poca duración, conviene agruparlas todas en un solo grupo para poder demostrar una mayor estabilidad. Y no olvidemos ponerlos igual en nuestro perfil de LinkedIn para mantener la congruencia.
No tengamos miedo de compartir nuestras razones para cambiar de trabajo. Es importante que no lo confundamos con sacar los trapos sucios de nuestro empleador anterior, porque, aunque todos tenemos experiencias negativas, los reclutadores o los gerentes que buscan la posición no lo van a ver igual, inclusive pueden verlo como si tuviéramos la culpa y nos pueden tachar de grilleros. Para que no pase esto, la solución infalible es hablar bien de todos nuestros trabajos.
Hay que enfocarnos en nuestra habilidad para adaptarnos, colaborar y lograr nuestros objetivos. Podemos hacerlo comentando cuáles eran las diferencias con nuestros trabajos anteriores y explicar cómo es que nos adaptamos a cada rol, a cada industria y a las particularidades de cada compañía. Y no solo eso, también las distintas habilidades que desarrollamos, los conocimientos que adquirimos, y lo que podemos llevar a cualquier industria.
Y para cerrar con broche de oro, expresar nuestro deseo por una oportunidad donde podamos desarrollarnos a largo plazo. No mediano, no corto, a largo plazo. De esta manera podremos proyectar que queremos continuar desarrollando y puliendo nuestras habilidades y que tenemos mucho que sumar a la compañía a la que nos estamos postulando.