La marcha ciudadana por la democracia y en defensa del INE fue histórica, superó todas las expectativas de participación en la Ciudad de México y en más de sesenta ciudades del país y del extranjero; los ciudadanos, las organizaciones sociales y las fuerzas políticas de oposición marcharon y se manifestaron de manera alegre y pacífica, a pesar de los intentos del gobierno por desvirtuarla y minimizarla.
Asombra la cerrazón y el fanatismo de las autoridades de la Ciudad de México y del gobierno federal, al tratar de negar la realidad, al referirse a los ciudadanos con desprecio, al difundir cifras ridículas de participantes y al descalificar a los convocantes.
En esta marcha no hubo acarreados, los ciudadanos acudieron libremente al llamado movidos por un sorprendente sentido de urgencia en defensa de lo propio, frente al intento del gobierno de apoderarse del INE y de controlar las elecciones a través de una propuesta de reforma electoral que se presentó en el Congreso.
Más allá de la guerra de cifras y las notas de color sobre el evento, hay algunos ecos y retos que se advierten luego de la manifestación. En esta marcha los ciudadanos tomaron la delantera y obligaron a los partidos a sumarse sin condiciones ni protagonismos, asumiendo el compromiso de rechazo a la reforma electoral. Con la marcha se vencieron muchos miedos, se arrebató el protagonismo de la movilización al gobierno y se encendió la esperanza de un cambio, al poner en posición de salida y de movimiento a una gran fuerza ciudadana que no está de acuerdo con lo que está pasando en nuestro país.
De alguna forma se materializó la conciencia y necesidad de organizar el movimiento de resistencia por el cambio, de traducir la motivación en estrategia y propuesta para darle cauce a esta sentida demanda de la sociedad. Hay sentido de urgencia, quizá por qué se siente o se sabe que la democracia y la convivencia pacífica están en riesgo, y que lo logrado en décadas se quiere destruir desde el gobierno. José Woldenderg, único orador de la marcha, lo expresó puntualmente en su mensaje al señalar que en democracia “No llegamos a una estación final. Tampoco a un paraíso. Apenas a una germinal democracia pero que nos ha permitido asentar la pluralidad política y que la misma pueda coexistir y competir de manera pacífica”.
De cara al 2024, nuestro país necesita garantizar la imparcialidad e independencia de nuestro sistema electoral y la realización de elecciones auténticas, México no puede, como señaló Woldenderg, “centralizar los procesos electorales… destruir las destrezas electorales… deshacerse del federalismo electoral… entregar el padrón electoral al gobierno”.
El llamado a defender nuestro sistema electoral se hizo una sola voz en la marcha y tendencia en las redes sociales: “El INE no se toca”. Después de la marcha hay un largo camino por recorrer, pues existe la amenaza de imponer la reforma electoral con el apoyo de una mayoría mecánica; de concretar el nombramiento de consejeros electorales incondicionales al gobierno; y de limitar las funciones del INEcon base en restricciones presupuestales.
Por ello hay que redoblar el paso, el llamado de la marcha fue a preservar y mejorar nuestra democracia, a construir las condiciones para una reforma electoral por consenso después de las elecciones, a no doblegarse a la voluntad de una sola persona por muy relevante que sea, a detener la deriva autoritaria desde el Congreso y a construir, con participación ciudadana, el México que queremos, un México para todos.