Atrás quedaron los años en los que analistas y periodistas bisoños repetían, como presuntuosos expertos, que las crisis recurrentes se debían a que los chinos estaban comiendo tres veces al día.
Al inicio del presente siglo, la apertura de los mercados dejaba ver los derroteros que tomaría el comercio internacional para los siguientes años; China emergió como la fábrica del mundo mientras que Rusia, se conformó en una potencia energética como principal exportador de gas natural.
Casi a la par, entre 2006 y 2010 comenzó a propagarse el fin de la era del petróleo y junto con ello, la ascensión de las llamadas energías renovables junto con los autos eléctricos. El objetivo, decían, era detener las emisiones de CO2 globales.
Loables intenciones si lo vemos bajo la óptica ecológica, pero es un caleidoscopio de posibilidades para observar las motivaciones reales de lo que vemos hoy en día.
Es difícil establecer si los progenitores del libre mercado, tenían calculadas las ascensiones de China y Rusia en el concierto del comercio mundial, pero lo que sí está claro, es que esto dos países, cobraron un liderazgo global más allá de las expectativas de analistas y miembros de las cámaras de los padres del capitalismo.
Aunque en 2013 el 45 por ciento de la producción eléctrica en Alemania dependía del carbón, Estados Unidos ya señalaba el riesgo de que Europa fuera tan dependiente del gas natural ruso. Hasta antes de la guerra en Ucrania, las exportaciones rusas a la región representaban más del 46 por ciento del total de las importaciones del energético en el viejo continente.
Con la llegada de Trump a la Casa Blanca inició una guerra comercial franca y abierta contra China. El gigante asiático que no sólo ya comía tres veces al día, –ahora también tenía cenas de gala–, poseía al menos el 50 por ciento de las importaciones de toda la zona del TLC de Norteamérica. Es decir, en pocos años, había desplazado las exportaciones de Estados Unidos, México y Canadá dentro de la segunda región comercial más grande del mundo.
Los productos manufacturados en China desplazaron a los taiwaneses y japoneses en muchos rubros y de todo ello se dieron cuenta los comentaristas bisoños con la aparición del covid, luego de que se cerrarán todos los puertos comerciales por causa de la cuarentena. “Se rompió la cadena logística”, decían.
Lo que algunos despistados se dieron en llamar como la guerra de los microporcesadores, es apenas la punta del iceberg que completa la presencia del mercado chino en todo el mundo. Al día de hoy, además de ser uno de los principales productores de microcomponentes de litio y de paneles solares, también avanza a pasos acelerados en la transición a los autos eléctricos.
La producción de autos eléctricos en China rompió récords de producción y de ventas en el primer semestre del año, y la principal armadora BYD ya prepará su incursión en Europa con la mira puesta en Tesla y el BMW iX3.
Con la guerra de Ucrania no sólo quedó en evidencia la todavía fuerte dependencia de la economía global de las energías fósiles, también vimos la interconexión de los mercados globales y su dependencia de los granos y fertilizantes tanto rusos como ucranianos.
La expansión de la OTAN hacia el Este de Europa no es casualidad, ni tampoco una misión evangelizadora por la democracia, está claro el incentivo. Lo que veíamos a inicios de la segunda década de este siglo, es que si en verdad se quería transitar hacia energías limpias, el proceso sería largo y costoso, sobre todo para los países menos desarrollados.
Acelerar la transición que para algunos parecía o debería ser inmediata era imposible, salvo con el recurso de la guerra. Hoy, bajo un escenario que pareciera estar debidamente planeado, la inflación en Europa está por arriba del 10 por ciento, el costo de la luz se incrementó en algunos países más del 100 por ciento, y los precios de los alimentos no tienen límites.
La deuda pública en países como Alemania, Francia, Italia y España se ha disparado en proporciones no vistas desde la segunda guerra mundial, incluso en el Reino Unido, la cuna del capitalismo, tanto inflación como deuda pública parecen estar apunto de salirse de control, mientras que las tasas de interés de los bancos centrales están fuera de proporción.
La retórica y narrativa de los medios occidentales, señalan en todas direcciones que los responsables de la crisis son la “invasión” de Rusia a Ucrania. Mientras que en China, el tono de las declaraciones entre diplomáticos de ese país y de Estados Unidos en torno a Taiwán, suben de tono todos los días, de tal suerte que los ejercicios “preventivos de guerra” de ambos lados son cada vez más intensos en esa región del pacífico.
Irán, el tercer país del “eje del mal”, entró en una serie de revueltas sociales en el marco de sus negociaciones de su programa nuclear y sus declaraciones álgidas contra Israel por sus continuas incursiones a Palestina y Siria. El país persa sorteó las sanciones económicas impuestas desde Washington y mantiene alianzas de manufactura y desarrollo de tecnologías con aliados como China, Rusia, Venezuela y Brasil
Alcanzar el objetivo “ Cero Emisiones de CO2” que se han trazado los países occidentales tiene como meta el 2050, y detrás de ello un escenario en el que las piezas encajan poco a poco de lo puede ser un ejercicio global para desplazar a los otrora países comunistas y terroristas, enemigos del progreso y las libertades.
En este marco, Estados Unidos aceleró ¿casual? su producción de gas natural para suplir a Rusia en Europa como principal proveedor, mientras que el conjunto de los BRICS con Irán como aliado voltean a América Latina y África, dos de las principales regiones junto con China con los mayores yacimientos de litio y tierras raras, minerales esenciales para la fabricación de pilas eléctricas para autos, dispositivos electrónicos y paneles solares.
En este contexto, con la narrativa inducida desde los medios de comunicación occidentales que se empeñan en dividir al planeta en bloques, ya nadie se acuerda ni se pregunta cuál fue el origen real del coronavirus que abrió las puertas de la crisis que vivimos en este momento, pero de eso hablaremos en la siguiente entrega.