Alegrarse de la desdicha ajena es un deporte universal para el que los alemanes tienen un término: schadenfreude.
La corrección política es, en el peor de ejercicios, una equidistancia hipócrita, sí, pero empleada con inteligencia es una herramienta muy útil para la convivencia democrática y una sabia contención para el abuso de poder.
Las oposiciones aceptablemente derrotadas en las urnas suelen recurrir a una frase que se ha vuelto predecible y etiqueta de ocasión cuando el adversario ganador inaugura el encargo que le disputaron: que le vaya muy bien en su encargo para que le vaya bien a la comunidad que gobernará, sea municipio, estado o país.
De dientes para afuera o por absoluta convicción democrática, desear que le vaya bien a quien gobierna para que nos vaya bien a todos no está mal, aunque en un país como el nuestro es un deseo ingenuo. Gobernantes hemos tenido a quienes les va de perlas en sus mandatos, pero sus gobernados ven al término el ansiado fin de un mal sueño.
En la mayoría de los gobernantes, el primer año es una obsesiva necesidad de sorprender, de oír que son el jefe político que la sociedad esperaba y que cuanto hacen es digno motivo para ganarse una placa dorada en la plaza. La etapa pasa además por un envidiable acceso documentado a trafiques, omisiones, pifias, excesos y pecados de sus antecesores, para usarlos con la bocina bien alta y marcar la diferencia entre el futuro venturoso que ellos inauguran y un pasado nefasto y malsano que les antecedió.
Si además se le suma una vocación por el espectáculo como prioridad, al costo que sea, ya se va ubicando el año de inicio de Ricardo Gallardo Cardona, gobernador de San Luis Potosí.
Un año de luces, pirotécnicas no pocas, en ese ánimo de alharaca en torno suyo. Determinado como es, destrabar en corto tiempo el conflicto que tenía atorada la construcción de un puente en Periférico, desde luego que hace diferencia con gobiernos timoratos que nunca vieron el verdadero costo de seguir en litigio eterno con la comunidad. El puente a medias se convirtió en monumento a la incompetencia.
Fue por más Gallardo. Una oposición achicada y temerosa de no saber dónde esconder su cola, no ha sido capaz de preguntar en qué parte de los presupuestos y programas de gasto estuvieron las obras del Tangamanga I, ni de dónde salió el dinero para pagar conciertos diarios gratuitos en la feria. Sin idea de su propia obligación de vigilar al Ejecutivo, la presencia de la mayoría de los diputados locales se redujo al rango amebiano.
La mejor muestra la falsa comparecencia de la secretaria de Seduvop, encargada inexplicablemente de los gastos de la feria, de las obras y de lo que haga falta pasar por un remojo en lejía antes de convertir en factura. Ni la mitad de los diputados fueron porque ya sabían de qué iba y ni a qué perder su tiempo. Los asientos fueron cubiertos por “tarjeteros”, colaboradores de la señora y un subsecretario de la General. Había más “cuerpeo” de comunicación y funcionarios que legislativo.
La dama y sus apoyos iban a lo suyo, el papel más lamentable es el de los diputados, que se dejaron la dentadura en un vaso de agua en sus casas. Primero un largo video laudatorio y luego unas preguntas sonsas, predecibles, desatinadas unas y otras que olían a cálculo foliado con los que preguntaban, sin importar si del PRI, del PAN o del Verde. Que si por favor les explicara las novedades en vivienda y reserva territorial. Un ujier le llevaba la tarjeta correspondiente y la señora muy circunspecta leía que esos temas le corresponden a la Promotora del Estado y al Invies. Lo más filoso: que el INAH no les deja avanzar con su ocurrencia de un puente atirantado en la Alameda, de seguro por catetos.
Cero de sus injustificables pretextos para esconder los procesos de asignación de las obras. Nada de su evidente gusto por las leyes de la ocurrencia que “encarecieron” la rehabilitación del parque Tangamanga: al no existir proyecto serio, la cuenta se fue por cuanto hermoseamiento les vino a la cabeza.
El uso de las instituciones que tiene encomendado encabezar como si fueran su patrimonio es la otra huella “espectacular” de la presente administración. Somete el interés de la entidad al interés propio, pero eso ilumina tan poco con “la raza”, a sus “ahijados” como llama a sus beneficiados.
Turismo ha sido un tradicional aparcadero de diletantes, una cartera de compensación para amigos exquisitos, pero sin mucha idea de política. Recién nombra a una nueva titular, una ex reina de belleza que animaba la feria. Este La línea de siempre, pero más descarada: cargos en los que se premia a devotos de tiempo completo, sin cualificación. Va camino de un marco vacío de competencias.
Un buen fin de mandato borra todos los males anteriores. Y un mal fin de mandato borra lo más encomiable que se haya hecho antes, que para entonces ya estará viejuno.
A Gallardo le está yendo de maravilla, sin contrapeso y en el regalo opaco de despensas, espectáculos, jolgorio y gratuidades. Nada asegura que a San Luis también.