Qué delicia pueden llegar a ser las conspiraciones. Apenas la semana pasada, acudí a un Sanborns (rara especie en vías de extinción) para adquirir uno de los textos más esperados de la temporada: “El rey del Cash”, de Elena Chávez.
El libro prometía descubrir uno de los secretos mejor guardados del lopezobradorismo: de qué vivió y de dónde cobró el hoy presidente desde su paso por el Gobierno de la Ciudad de México hasta su triunfal llegada a Palacio Nacional en 2018.
Sea por estrategia de marketing, sea por realidad, la respuesta prometida fue envuelta de múltiples sospechas en las vísperas de su circulación. Que si Adán Augusto estaba operando para prohibir su venta. Que si el gobierno compraría todo el tiraje. Que si la totalidad del aparato del gobierno federal estaba a punto de desmoronarse por confesiones de alguien que, desde las entrañas del círculo cercano de AMLO, revelaría una trama de corrupción de manera implacable. Oh desilusión.
En realidad, “El rey del Cash” es una compilación de relatos donde sobran adjetivos y se extrañan los hechos y evidencias. Si alguien pensaba que de ahí podría surgir la denuncia maestra para evidenciar a un presidente corrupto, mejor siga esperando. No hay historia, sino un hilo de memorias carentes de congruencia temporal y episodios no verificables. En momentos, se desvía de su tema central para aderezar con uno que otro chisme, como las relaciones sentimentales del presidente o si César Yáñez era un malagradecido.
No hay un solo dato relevante que se pueda probar. Ni uno solo. A lo más, hay una imagen de una captura de pantalla con la hoy titular de la Secretaría del Bienestar que… ¿qué creen? Tampoco dice nada ni es relevante. Además, la autora reconoce que “nunca vio una sola pieza de efectivo” que le haya sido entregada ni a AMLO ni a quien presuntamente le administraba el changarro, Alejandro Esquer. La reina del éxito editorial se quedó sin cash con el cual demostrar nada.
Algunos defienden el texto argumentando que se trata de un testimonio, y que eso la exime de dar pruebas. El asunto es que ella se presenta como periodista, con un testimonio de corte periodístico y ese ejercicio requiere de alguna seriedad mínima.
También hay quienes dicen que la mejor prueba de lo que se cuenta son los videos difundidos, a lo largo de los años, donde se ven a colaboradores de AMLO recibiendo dinero en efectivo. Yo me pregunto: ¿no pudo haberse creado un relato, exactamente igual, una vez que se conocieron los hechos y no al revés? Pienso que con la información de la última década y media, bien pudo escribir la misma historia algún escritor con mejor pluma, aun y sin el perfil mediático que Chávez sí tiene.
Eso sí, para meterle morbo dice tener ‘pruebas’ que harán temblar frío al presidente, pero no dice ni qué son ni dónde están. Lo que sí dijo es que servirán para escribir un segundo libro. Dios nos agarre confesados.
En un intento de darle una segunda oportunidad a la autora, me atreví a revisar algunas entrevistas que realizó con medios para, quizá, encontrar una estructura más articulada que yo no estaba viendo. El resultado fue peor. Basta revisar la charla que dio con Aristegui para ver lo mucho que le cuesta hilar más de tres ideas.
Mi problema con el dinero de Chávez es que ella pide dar un salto de fe, y asumir que lo que cuenta sin pruebas es real. Difícil para una persona que eligió al empirismo sobre la hechicería de las palabras.