Una celebridad y un futbolista en pleito por los hijos. Si bien el glamour de la música y los salarios del Barcelona son universos muy distantes para la mayoría de la gente, las disputas por la custodia de los hijos entre personas de países distintos son una realidad común. En México, esto es principalmente un efecto colateral al fenómeno migratorio. Un gran número de personas viajan a Estados Unidos y otros destinos en busca de trabajo y ahí inician familias. Otras personas sostienen relaciones sentimentales con alguien en el extranjero y después migran a su encuentro con el único motivo de hacer vida en común. Pero, no siempre acaba bien ese amor.
Cuando dos adultos terminan su relación, ambos tienen toda la autonomía para decidir qué hacer con sus vidas. Sin embargo, si hay hijos menores de edad fruto de la relación, esa autonomía se reduce o desaparece. Esta situación, tratándose de personas que migraron por amor, se opone al frecuente impulso inicial, después de la ruptura, de querer regresar al país de origen de manera inmediata.
En el mundo, leyes y tratados en materia de protección a la infancia tienen como propósito crear una atmósfera de seguridad para los niños y las niñas, reconociendo su derecho a vivir en familia, pero también, construyendo escudos contra las decisiones que a veces se toman al interior de esas mismas familias.
Una de las premisas para abordar estos conflictos establece que, salvo acuerdo de los padres o permiso de las autoridades, los menores deben continuar viviendo en el mismo país donde se encontraba la familia, siendo esto una expresión de protección y procuración del famoso interés superior del niño. Naturalmente, este impedimento en el contexto de una separación se llega a percibir, por quien se quiere regresar a su país, como un abuso, una discriminación, o hasta como violencia de género.
Incluso, si un padre o una madre obtiene la custodia total de los hijos, ello normalmente no incluye la posibilidad de decidir unilateralmente en qué país van a vivir los menores, ya que tantos esos menores como el otro padre o madre, tienen el derecho de convivir personalmente, al menos de manera periódica.
En algunas ocasiones, cuando un papá o mamá no obtiene el permiso para trasladar a los hijos a otro país, decide llevárselos a escondidas. Esto puede tener como consecuencia la intervención de autoridades nacionales e internacionales para retornar a los menores al país donde vivía la familia.
Después de una separación en otros países, algunos padres y madres regresan a México con sus hijos, sin los permisos necesarios, suponiendo que por su nacionalidad las autoridades mexicanas tienen la obligación de protegerlos contra una petición de retorno hecha por la expareja en el extranjero. Pero no necesariamente es así. Existen mecanismos para solicitar el regreso de menores de edad que han sido trasladados de un país a otro por uno de los padres. De esta manera, México pide el regreso de niños sustraídos de nuestro país por un padre o una madre, al tiempo de recibir las peticiones de retorno de niños y niñas traídos al nuestro. En ambos escenarios la nacionalidad no es el fundamento de la solicitud de retorno ni una defensa en contra de esa petición. El punto clave es el “lugar de residencia habitual”, es decir, dónde vivían los menores y no, dónde nacieron o qué pasaportes tienen. Por supuesto, se tiene que atender los detalles del caso particular y conocer si existe una justificación legal para ese traslado a escondidas, a criterio de la autoridad judicial que resuelve el caso.
En estos conflictos familiares colisionan no solamente los padres y las madres, sino también las culturas y las sociedades. En una reunión de especialistas en el tema hace varios años en los Países Bajos, una juez integrante de la delegación mexicana conversaba con juezas europeas sobre los avances de la época sobre la aplicación de un criterio judicial con perspectiva de género, en casos de custodia de menores ante los tribunales del entonces Distrito Federal. La juez comentaba que se protegía a la mujer otorgándole casi de manera automática la custodia temporal de los hijos, en tanto se alcanzaba una decisión definitiva en el juicio. Una de las juezas europeas respondió que le preocupaba que ese criterio, ya que parecía una expresión más de la premisa de que la mujer se encontraba más cerca de las labores domésticas y de crianza que el hombre, era precisamente una de los fundamentos más tradicionales del machismo.
Esa experiencia había dejado claro que entre profesionales con una misma vocación de servicio y provenientes de una cultura occidental, pero de distintos países, la perspectiva de género no era la misma.
Shakiras y Piqués hay muchos en el mundo pelando por sus hijos e hijas. Algunos son de México. Son casos complejos donde la solución no es fácil, aún aplicando criterios sobre nacionalidad, protección jurídica o equidad de género.
Es absolutamente necesario tener en cuenta que nuestros hijos no son totalmente nuestros, y se nota más, cuando creamos familias en el extranjero. Si bien los hijos deberían ser la prioridad de ambos padres, se convierten en un método para lastimar al otro o a la otra. Agarrándose a “hijazos” siempre pierden los niños.