La conformación de un nuevo bloque opositor contra el presidente y su partido parece una buena noticia. Sin embargo, es prematuro augurarle éxito en las elecciones de 2023 y 2024. El golpe que recibió durante las semanas pasadas la alianza Va por México incrementó las posibilidades de triunfo que ya tenía cualquiera de los personajes principales de Morena para las próximas elecciones presidenciales.
Está claro que la mejor fórmula disponible para contener la fuerza arrolladora que demostró el presidente desde 2018 fue crear el frente entre partidos (PRI, PAN, PRD), que tuvieron que hacer a un lado sus diferencias políticas e ideológicas. El pragmatismo fue la pauta que impidió su aniquilamiento y les permitió mantener espacios que representaran un contrapeso al poder que adquirió Andrés Manuel López Obrador.
Es evidente que la separación del PRI los obligó a buscar una nueva ruta porque la estrategia del presidente sigue funcionando. Por lo tanto, con base en el mismo principio de mantener un bloque se anuncia otro proyecto. Con el nombre de Unid@s, “actores políticos, unidos al sector patronal” anunciaron su lanzamiento hace un par de días. Uno de sus objetivos será “construir un nuevo arreglo entre la ciudadanía y la política”.
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¿Qué significa dicho arreglo? ¿Qué se trata de comunicar con el eslogan “¡Es la hora de la ciudadanía!”? En realidad, muy poco. Las ideas expresadas hasta ahora mantienen, en esencia, el objetivo de luchar contra el presidente, aunque se diga que se está construyendo un “movimiento social” cuyos objetivos principales son la participación y organización ciudadana, la promoción y defensa del voto, la defensa del INE y ganar las elecciones presidenciales de 2024 con un candidato único que surja de sus filas.
Confrontar a la ciudadanía con el primer mandatario es un error. Si bien es cierto que todos los dirigentes de Unid@s han negado que tal sea su pretensión, también lo es que todo apunta que así será. Y si no, al presidente le conviene que así sea. Tanto, que el jefe del Ejecutivo llevó el tema a la conferencia mañanera, en la que polarizó de nuevo con la ironía que utilizó al referirse al nombre del movimiento.
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Pretender que el adversario principal de un frente opositor siga siendo el presidente es otro error de cálculo. Él ganó de manera contundente y legítima en 2018, y está gobernando. En política, siempre debe haber uno o varios contendientes, obvio. Pero en este caso, hay que dirigir las acciones y mensajes en otra dirección. Desde hace mucho tiempo, el primer mandatario sabe que gana más al estar en el centro de la agenda pública.
Los ataques que el presidente López Obrador ha recibido para dañar su legitimidad y confianza han sido diversos. Algunos podrían ser calificados de contundentes. Pero los costos que en términos de imagen pública le han ocasionado han sido mínimos, sobre todo si se compara con lo que habría sucedido con otros jefes de Estado y funcionarios de primer nivel de otros países. Lo menos que les ha costado a algunos es la renuncia al cargo.
Sin embargo, la historia y los paradigmas que hemos construido en México son muy distintos. Los escándalos y denuncias sustentadas que se presentan obedecen más a criterios políticos que de justicia estricta aplicada a todas y todos por igual. El blindaje que parecen tener algunos personajes, incluido el presidente, llevarían a pensar que es permanente. La realidad, es que la historia nos ha demostrado que la “rueda de la fortuna” a veces da giros inesperados. Nadie está exento.
En consecuencia, el planteamiento con el que se presenta Unid@s adolece de algunos errores tácticos que no pueden ignorarse. Menos aún si su dirigencia quiere tener a candidatos y candidatas con posibilidades de ganar los procesos electorales de 2023 y 2024. En algunos puntos de la estrategia general que presentan, no se observa aún la ruta consistente de cómo van a recuperar su fuerza luego del efecto negativo que sufrieron con la salida del PRI. Pero los problemas se pueden corregir sobre la marcha.
Para empezar, se debe tener claro que no se puede sustituir con organizaciones sociales a los partidos políticos. Si lo consideran así, nuestro marco jurídico prácticamente impide dicha posibilidad. Si no, que es lo más probable —porque no hay ingenuidad en políticos tan experimentados— entonces es demagogia. Y la demagogia burda, o los argumentos falsos basados en viejas técnicas de la retórica, ya no funcionan con la ciudadanía.
La idea de tener primero el proyecto y luego al candidato o candidata presidencial solo significa que seguirán perdiendo tiempo. Aún más. La estrategia de comunicación política que ya se vislumbra con los discursos del martes pasado abonará muy poco, desafortunadamente, para la competitividad que requieren para enfrentar a casi cualquiera de los funcionarios que el presidente ya destapó para sucederlo dentro de dos años.
Aunque en el evento de presentación de Unid@s sus dirigentes presentaron el esbozo de un nuevo proyecto de nación, tampoco es suficiente. Es más, todo lo anunciado parece más de lo mismo: foros de consulta, diagnósticos bien conocidos, propuestas similares a las del pasado y símbolos desgastados. ¿En qué consisten las “políticas públicas” distintas que presentarán durante los próximos meses? ¿Lograrán la credibilidad de la ciudadanía para resolver los problemas graves de inseguridad y económicos que hoy padece el país?
En las elecciones, la gente no vota por proyectos. Elige personas. Se identifica más con los líderes carismáticos, con propuestas auténticamente alternativas. Se inclina por los argumentos que tienen que ver con su problemática personal y familiar cotidiana. ¿Quiénes son los políticos reconocidos, fuertes y confiables que se necesitan para enfrentar a los aspirantes de Morena? Si no se están preparando desde ahora —porque hay que esperar a que terminen los foros y además un proceso de selección— el tiempo y los recursos con que cuentan no les alcanzarán.