El próximo seis de junio se llevará a cabo la jornada electoral a la que muchos han denominado la más grande de las elecciones en nuestro país, ya que estarán en juego un total de 20 mil 435 cargos de elección popular. El primero de julio de dos mil dieciocho fue electo el presidente Andrés Manuel López Obrador y con él, no solo existe un inicio de gobierno, sino de régimen.
Acostumbrados los mexicanos y en muchas otras partes del mundo a que las democracias se dan solamente a través de movimientos armados o revoluciones, esta democracia verdadera se materializó a través del voto popular de 30 millones 46 mil mexicanos. Siendo una revolución pacífica.
En el pasado se vivió una especie de dictadura disfrazada de democracia, en esta etapa solo unos cuantos poderosos ya sea económica o políticamente dominaban la opinión y sesgaban el razonamiento de millones de mexicanos.
Es cierto que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece en su artículo 49 que somos un Estado republicano, representativo, democrático, laico y popular; y al referirse al término democracia de manera enunciativa el artículo 3ro en su fracción II, inciso a) refiere que: “Será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. El Estado democrático no existe por el solo hecho de que haya jornadas electorales e institutos que regulen los procedimientos electorales. Por eso sostengo que, con la pobreza generada para tantas personas no podría existir un gobierno verdaderamente democrático.
Hoy en nuestro país la democracia está más fuerte que nunca, como decía Steve Maraboli “La capacidad de expresar opiniones contrarias apasionadamente es el mayor signo de una democracia sana”, no quiero dejar de mencionar que hay un gran aparato articulado y en movimiento que trata de desacreditar a quien democráticamente fue electo, es razonable y hasta lógico, quienes tenían un gran número de privilegios se sienten ofendidos porque ya no los tienen, ni los tendrán y porque el centro de las acciones del actual presidente es que por el bien de todo, primero los pobres.
La democracia y el Estado de Derecho deben ir caminando en el mismo paso para el futuro y el desarrollo de la nación, hoy el árbitro de la elección ha querido ir más allá de sus facultades legales despreciando el principio de que las autoridades no pueden hacer más de lo que la ley les faculta.
Sostengo que no es cierto que se requiera de un presidente mudo durante el proceso electoral, es mucho más importante el hecho de haber erradicado las grandes maquinarias electorales que movilizaban a los votantes en favor de determinados candidatos del partido en el poder. No puede haber mayor democracia que un piso parejo para todos, insisto, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral Lorenzo Córdova debe de ser prudente, así lo requiere el papel tan importante que le toca desempeñar. Hay que recordar que la ley es la razón desprovista de pasión a quienes nos toca hacer cumplir la ley no nos deben dominar ni las filias ni las fobias.
La democracia que se vive hoy en el país no está en peligro, por el contrario, tiene la oportunidad de crecer y poder llegar a tener una base sólida de cultura de legalidad. No son mejores los países que tienen el mayor número de códigos, lo son los que tienen más ciudadanos que cumplen la ley, son aquellos donde no hay impunidad.
Hay que recordarles a los intelectuales que, a ellos no les toca pintar una pared o apedrear un camión, golpear por encomienda es indigno; porque eso les quita la oportunidad de ser observadores imparciales del crecimiento de una sociedad que se merece vivir en una democracia verdadera. La representación no se regatea, se conquista.
Aquellos que pregonan que existe el peligro de una dictadura son los mismos que atacan a las instituciones democráticas, son aquéllos que añoran privilegios e impunidad. Tendríamos que ponernos a pensar que la grandeza de los intelectuales radica en eso, el gigante todo lo ve pequeño pero el pequeño todo lo ve gigante, que sus miedos no sesguen su racionamiento. Esto será siempre por el bien de nuestra república, de nuestro federalismo y de nuestra democracia.