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Violencia electoral, un viejo problema

La violencia electoral no es un fenómeno nuevo, por el contrario, es un viejo problema de la política y un importante tema de estudio. | Fausta Gantús*

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Escrito en OPINIÓN el

Vivimos tiempos de una intensa violencia política que se trasluce en los discursos verbales o escritos, de autoridades y de críticos, de apologistas y opositores, de opinantes informados y opinantes crédulos… La violencia política está en los medios impresos, televisivos, radiales y digitales…, está en las palabras y las imágenes. La violencia política la vivimos todos los días en las redes sociales, principalmente en facebook y twitter, y todes formamos parte de ella, quizá también todes contribuimos de alguna forma a ella…, y uso el plural a propósito en tanto somos integrantes de la sociedad política. En las últimas semanas esas formas de violencia política se han agudizado. No, no es una sensación, no es sólo cuestión de percepción y no, nos equivocamos al sentirla: la violencia política se ha incrementado por la cuestión electoral que marca este año 2021. Y no, la violencia electoral no es un fenómeno nuevo, por el contrario, es un viejo problema de la política y un importante tema de estudio para diversas disciplinas del conocimiento, entre ellas la historia. 

¿Es la violencia consustancial a la cuestión política? Es esta una pregunta que casi siempre surge en las conversaciones que tenemos cada une de nosotres con amigues y colegas y que también cruza muchas de las investigaciones sobre el tema. Es difícil elucubrar aquí, en este breve espacio, una respuesta en términos científicos porque requeriría exponer y discutir diversas propuestas, pero me atrevería a decir que si partimos de aceptar que somos individues formades culturalmente y que no existe nada así como “la esencia” o “la naturaleza” ni de las cosas ni de los animales ni de les humanes, pues podríamos acordar entonces que la violencia, las violencias –política, social, económica, racial, de género, de clase, etc.– que vivimos son construidas y aprendidas socialmente. Si estamos de acuerdo en esa premisa podemos continuar por ese camino y sostener entonces que la violencia no es inherente ni al ser humane ni a la política y, por ende, tampoco a la cuestión electoral. Lo que sí es, lo ha sido a lo largo del tiempo, desde que hay elecciones, es un recurso extralegal utilizado por los contendientes para imponerse y lograr resultados que les favorezcan.

La violencia entonces no es esencial ni inherente ni constituye sustantivamente a las elecciones y hay que decir que tampoco las define ni las caracteriza en términos concretos. En efecto, los procesos electorales son mucho más que sólo las manifestaciones violentas, aunque son a éstas a las que aludimos aquí. Organizarlas y realizarlas implica orden, legislación, negociaciones, acuerdos, participación de autoridades y de la ciudadanía. La violencia electoral es una opción y su existencia y uso implica una decisión de quienes recurren a ella; se puede ir desde formas de violencia más o menos disimuladas, pasando por la intimidación hasta llegar a la agresión física y en ocasiones a su expresión extrema: el crimen. Pensemos México a lo largo de las dos últimas décadas, aunque las elecciones hayan sido mayoritariamente tranquilas y ordenadas también ha habido desde el robo de urnas o la alteración de actas, pasando por el abuso de poder para obligar a la asistencia a un mitin o al voto en algún sentido, o la amenaza a personas o instituciones si no actúan de forma que convenga a autoridades, candidatos o partidos, hasta el recurso del asesinato, recordemos a Álvaro Obregón o Luis Donaldo Colosio, entre varios otros. Así, en el marco de la política, en general, y de la política electoral, en particular, es posible definir y explicar la violencia en términos históricos. En tal sentido podemos afirmar que toda forma de intervención –discurso o acción– que mediante algún tipo de fuerza –de palabra o física, real o simbólica– persigue influir o modificar el desarrollo de los procesos, constituye una forma de violencia electoral. 

Hace unos pocos años la preocupación por las cuestiones de la violencia política en contextos electorales llevó a un grupo de investigadores procedentes de diferentes instituciones en varios estados del país a estudiar el tema para el caso mexicano a lo largo de un siglo marcado por dos épocas de transición: la primera de ellas es aquella en la que finalizaba la colonia y se iniciaba la vida independiente; y la segunda, en la que concluía la era liberal-republicana y empezaba la revolucionaria. Los esfuerzos de esas doce plumas se tradujeron en un libro que lleva por título “Cuando las armas hablan, los impresos luchan, la exclusión agrede. Violencia electoral en México, 1812-1912”, editado por el Instituto Mora y el Conacyt en 2016 (y que se puede consultar en la página de Atarraya. Historia política y social iberoamericana).

En la introducción del libro las coordinadoras señalan: “En este volumen proponemos un acercamiento particular a lo que pudo significar la asociación entre elecciones y violencia en el siglo XIX mexicano, y a algunos de los actores que en ella participaron: gobiernos, grupos, comunidades, individuos y el mundo de los impresos, auténtico actor político de la época. Casi sobra decir que el estudio de la historia de la institución electoral en México es una tarea emprendida de manera relativamente reciente y que la cuestión de la violencia electoral considerada desde una perspectiva histórica lo es aún más”. Hoy, en este contexto electoral que por momentos parece tan turbio, enmarañado y confuso, resulta más que apropiada la lectura de esta obra que ayudará a entender mejor la etapa que vivimos.  

* Escritora e historiadora. Profesora e Investigadora del Instituto Mora (CONACYT). Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes en Ciudad de México y en Campeche. Es autora de una importante obra publicada en México y el extranjero, entre las que destaca su libro “Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888”. Ha coordinado varios libros sobre las elecciones en el México del siglo XIX.