El líder de los diputados federales del Partido Acción Nacional, Juan Carlos Romero Hicks, le dijo “pan al pan y vino al vino”.
Dijo que López Obrador “es un presidente enfermo de salud física, de salud mental, salud emocional y salud espiritual”.
En conferencia de prensa, el legislador celebró el regreso de López Obrador, luego que la pademia lo recluyó en Palacio, pero lamentó que haya vuelto con el odio de siempre; “sí, es un enfermo mental y emocional”.
Lo preocupante del caso es que AMLO parece darle la razón al jefe de los diputados del PAN. Y es que apenas en cuatro días –de lunes 8 de febrero a jueves 11–, López Obrador volvió a los engaños descomunales, a los delirios sin freno, al odio sin límite y a la calumnia y la difamación demenciales.
El presidente mexicano suma 50 mil mentiras en 26 meses de gobierno; se niega al uso de cubrebocas, insiste en que su gobierno es el mejor en atender la pandemia, ignora los 170 mil muertos por covid-19, pregona que aplanó la curva, dice que la economía no es problema y llama a los jóvenes “a portarse bien”, a pesar de que la escalofriante violencia está fuera de control.
Pero ya en la locura, López Obrador aseguró que el aeropuerto de Santa Lucía es la mayor obra aeroportuaria del mundo, lo que ya es motejado en la prensa global como una de las mayores tonterías de presidente alguno en el orbe.
Y sí, sólo era necesario que un político renombrado calificara de locuaz al gobierno de AMLO –el gobierno de un loco–, para desgranar la mazorca.
Hoy, en comederos políticos, tertulias y encuentros familiares muchos se refieren a López Obrador, de manera coloquial, como “el loco”.
Pero también es cierto que, de nueva cuenta, el tiempo nos dio la razón.
¿Por qué?
Porque en al menos ocho entregas del Itinerario Político cuestionamos la salud mental del presidente, documentamos sus dislates y probamos sus fracasos. Por eso, en la primera alusión que hicimos al tema –abril de 2018–, fuimos perseguidos, calumniados y difamados, como no ha ocurrido con periodista alguno en México.
En aquel Itinerario Político del 9 de abril de 2018 –titulado: “¿Y la salud física y mental de los candidatos?” –, señalamos que “ante la cercanía de la elección presidencial, abundan los ciudadanos preocupados por la honestidad, la transparencia y las pillerías de los aspirantes que vemos en la boleta”.
Y es que, en la contienda, dijimos, “gravitan dos variables poco atendidas y nunca respondidas por partidos y candidatos; la salud física y mental de los aspirantes presidenciales”.
Y formulamos las siguientes preguntas: “¿Los candidatos están capacitados, física y mentalmente, para ejercer el poder presidencial? ¿Tienen problemas de salud física? ¿Tienen padecientos mentales? ¿Son medicados? ¿Alguien sabe si tal o cual medicamento altera sus facultades mentales?
“¿Es una alteración mental la recurrencia al engaño y la mentira de los presidenciables? ¿La mitomanía es enfermedad mental? ¿Cuántos candidatos son mitomanos? ¿Está capacitado un mitómano para asumir el Ejecutivo?”.
Y concluimos de la siguiente manera: “Lo preocupante es que no existe respuesta a las aneriores interrogantes. ¿Por qué? Porque la legislación mexicana no está facultada para atender una potencial bomba de tiempo como la salud física o mental de un presidente. Al tiempo”. (Fin de la cita)
Volvimos al tema el 25 de junio de 2019, en la columna Al Tiempo –que se publica en exclusiva en el diario digital Contrapeso Ciudadano–, en donde narramos una simpática escena protagonizada por el presidente, en uno de sus “baños de pueblo”, por la capital yucateca.
Así lo dijimos: “En Yucatán y metido en su retórica bananera de regalar dinero a manos llenas –en medio de una irreverente audiencia juvenil de acarreada para cumplir el feo papel de 'aplaudidores' –, el presidente López Obrador frunció el ceño, detuvo la perorata y sorprendido preguntó sobre el origen de la risotada colectiva que, repentinamente, opacó su retórica”.
“–¿De qué se ríen–, preguntó el presidente a un juguetón auditorio en donde 'la muchachada' no atendía su mensaje”.
“La indignación y la contrariedad del presidente eran evidentes; movía la cabeza de un lado a otro, en rápidos paneos, en busca del origen de la risotada. De lejos alguien le señaló que eran las imágenes en la pantalla a espaldas del presidente, lo que convertido en chacota la perorata de López Obrador”.
“Sin embargo, el daño estaba hecho. El video del presidente contrariado, que interroga '¿de qué se ríen?' y de una joven con el dedo medio en alto, asaltó muy pronto las redes y miles respondieron la pregunta de López Obrador con un lacónico: '¡Se ríen de usted presidente!'”.
Así concluyó aquel texto: “Sí, empieza a ser tiempo de analizar con seriedad el problema de la salud mental del presidente ¿O no?”. (Fin de la cita)
De nuevo volvimos a la salud menal de AMLO el 3 de octubre de 2019, con el Itinerario Político titulado “¿Está en sus cabales el presiente López Obrador?”.
Así lo dijimos: “La duda salta de mesa en mesa, en comederos políticos, en partidos, entre legisladores y, sobre todo, entre profesionales del ejercicio del poder”.
“Todos o casi todos –políticos, empresarios y periodistas–, lo dicen en voz baja, 'en corto', 'entrenos', para no descubrir su “insano” pensamiento.
“Sí, entre mexicanos de todos los estratos sociales, disciplinas y credos crece la duda sobre la salud mental del presidente”.
“Lo ridículo del tema es que el propio López Obrador se ha encargado de alimentar la versión de que 'no está en sus cabales' cuando, por ejemolo, en cadena nacional suelta expresiones que, a primera vista, pudieran confirmar que, en efecto, tiene serios problemas emocionales.
“Pero la preocupación sobre la salud mental del presidente empezó a ser percibida cuando día a día es capaz de mentir de manera sistémica hasta en 40 ocasiones, en cada una de sus conferencias mañaneras. Es decir, el presidente mexicano es un mentiroso patológico. Y, según no pocos especialistas de la conducta humana, esa señal es una alerta roja de un problema mayor de salud mental”. (Fin de la cita)
Una nueva aproximación al tema la hicimos en el Itinerario Político del 15 de octubre del 2019 –titulado “¿Miedo al psiquiatra, Presidente?”–.
En esa ocasión nos ocupamos del enojo presidencial por la solicitud de un ciudadano, al Instituto de Transparencia, para que el presidente hiciera publico su estado de salud fìsica y mental.
Así lo señalamos: “Con risa nerviosa, López Obrador pretendió descalificar al demandante de información sobre su salud, con un fulminante “¡se pasan!”, como si el ciudadano que hizo tal solicitud al INAI fuera un paria”.
“Sin embargo, y a pesar del visible enojo presidencial, lo cierto es que el de la salud física y mental de López Obrador es un tema que está en boca de muchos; un tema que cada vez alcanza niveles de tendencia, en especial por los signos claros de que ya en el poder absoluto, el presidente no oculta los evidentes conflictos emocionales y hasta psiquiátricos”.
“¿Cuáles conflictos?”.
“Los choques que a diario le provocan su ignorancia y analfabetismo; su fobia hacia las mujeres y hombres de ciencia; los conflictos que todos los días le causan la crítica por la quiebra del país y, en general, la tensión por el inocultable fracaso de su gobierno”.
Así concluyó esa entrega: “Los mandantes nunca sabremos si 30 millones eligieron a un enfermo mental o, por el contrario, a un presidente en sus cabales. Sin embargo, los hechos gritan. Al tiempo”. (Fin de la cita)
El 7 de enero del 2020 volvimos al tema –con el título “¿Quitarle el sueño o la máscara a López Obrador?”–, cuando en medio de la peor crisis económica, de seguridad y violencia, el presidente dijo que “nada le quita el sueño”.
Aquí la cita textual: “Al cínico presidente no le quita el sueño la quiebra económica, el cero crecimiento, la violencia sin freno, la inseguridad, el desempleo, las 40 mil muertes violentas y tampoco que sea visto en el mundo como un presidente fallido y fraudulento”.
“Pero no es todo; con una arrogancia que ya no sorprende a nadie –porque el cinismo es el sello de la casa–, el mandatario alardeó que el 2020 será un mejor año que 2019”.
“Pero el problema no es que México sea mal gobernado por un incapaz mental –como López Obrador–, sino que la tragedia está en la complicidad y el silencio de “los hombres del presidente”; sean secretarios de Estado, senadores y diputados; sean paleros mediáticos, intelectuales orgánicos y, sobre todo, los timoratos y temerosos empresarios que a todo dicen “sí”.
“Y es que no se trata de quitarle el sueño a López Obrador, sino de quitarle la máscara. Al tiempo”. (Fin de la cita)
En el Itinerario Político del 11 de febrero del 2020 –con el título “Es preocupación de todos la salud mental del Presidente–, debimos explicar las razones por las que es preocupación ciudadana la salud de López Obrador.
Así lo dijimos: “La vida privada y evitar un potencial daño a terceros, son los límites constitucionales de la libertad de expresión. Sin embargo, en el caso de un servidor público –del presidente–, el interés público prevalece sobre el derecho a la intimidad, sobre todo cuando se trata de una enfermedad que limita, altera o interfiera en la toma de desiciones de un presidente”.
“En rigor, un servidor público es 'un bien público'. Por tanto, el potencial daño a ese bien público –por enfermedad–, debe ser publicitado para el conocimiento ciudadano, ya que, en su papel de mandante, el ciudadano es quien otorga el mandato al presidente”.
“De esa manera, difundir la enfermedad física o mental del presidente –así como las implicaciones para su desempeño–, es una exigencia social. Es decir, el interés público prevalece sobre el derecho a la privacidad de aquel ciudadano que se desempeña como presidente”.
“Así pues, tenemos derecho a exigir que los poderes Legisaltivo y Judicial ordenen un riguroso examen psiquiátrico al presidente López Obrador. Claro, antes de que acabe con el país. Al tiempo”. (Fin de la cita)
Luego de siete meses –el 25 de septiembre del 2020–, y ante la negativa presidencial de ofrecer de manera pública un dignóstico de su salud física y mental, volvimos al tema, cuando los diputados del PAN presentaron una iniciativa de reformas a los artículos 6, 69 y 84 constitucionales, para que, junto con el Informe Presidencial, el mandatario entregue al Congreso el diagnóstico de su salud fìsica y mental.
Y es que ese 25 de septiembre habían pasado 665 días de la gestión de AMLO y 231 días de que prometió entregar de manera pública su diagnóstico general de salud. Hoy, a 26 meses de distancia de la toma de posesión, el mandatario mexicano no ha cumplido con tal promesa.
Por último, en el Itinerario Político del pasado 27 de enero, de nuevo atendimos el tema, luego que López Obrador informó de su contagio de covid-19.
En esa ocasión reiteramos que el Estado mexicano tenía la obligación de revelar los detalles de la efermedad del presidente, su diagnóstico, el tratamiento al que era sometido y las secuelas de la enfermedad.
El mandatario regresó, como fue evidente para todos, con una mayor proclividad al odio, a la división, al insulto, la difamación y la calumnia.
Y entonces apareció –por primera ocasión en tres años–, una voz oficial capaz de advertir sobre el peligro de que la salud mental del presidente mexicano deba ser sometida a un estudio por parte de especialistas.
Como lo dijimos al inicio, el diputado Juan Carlos Romero Hicks puso el dedo en la llaga.
Sí, se atrevió a señalar, por primera ocasión, el riesgo que corren el país y la democracia, a causa de la salud mental de López Obrador.
¿Y cuál fue la respuesta?
La complicidad de buena parte del Estado mexicano.
¿Hasta cuándo toleraremos, los mandantes, tal complicidad?
Al tiempo.