Cuando pensamos en políticas públicas, frecuentemente nos vienen a la cabeza aspectos esenciales como educación, seguridad pública, justicia, salud, movilidad, medio ambiente. Todos ellos son indispensables para construir una sociedad más equitativa y orientada al progreso. Sin embargo, aunque afortunadamente se refiere cada vez más, poco se habla de un eslabón que describe una condición humana imprescindible y que le da sentido al resto de las políticas, y ese tema es la felicidad.
¿Cómo puede la felicidad, en lo individual, o el bienestar en un término menos subjetivo y más colectivo, utilizarse para mejorar las políticas públicas? La respuesta es muy simple: las medidas del bienestar proveen indicadores globales de la calidad de vida. Tener esos indicadores de bienestar posibilita la evaluación y la comparación de las consecuencias económicas y sociales sobre una base consistente y legítima.
Coalición Global
Esta semana tengo el privilegio de asistir a la VII World Government Summit, que se realiza en Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos, del 10 al 12 de febrero. En el marco de esta cumbre, representaré al gobierno de México en la Coalición Global de la Felicidad, a la que pertenecemos desde su creación el año pasado. Esta iniciativa es especialmente relevante por concentrarse en el estudio del tema de la felicidad y el bienestar, pues la actual administración ha incorporado como uno de sus cinco ejes estratégicos en la nueva Política Exterior Multilateral Transformadora.
En esta coalición, los países miembros se comprometen a ampliar la evaluación de sus políticas públicas hacia la satisfacción y el bienestar que generan en sus comunidades. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible y nuestro Plan Nacional de Desarrollo deben responder en este aspecto a consolidar sociedades incluyentes, abiertas, prósperas y felices.
Las comunidades prósperas y felices son aquellas que, entre otras cosas, logran estrechar los lazos entre sus miembros. La calidad de los nexos familiares y sociales muestra no sólo un incremento en la felicidad de los involucrados, sino que genera círculos virtuosos en materia de salud pública, seguridad y desarrollo. El incremento de las conexiones positivas entre vecinos genera confianza entre los individuos y potencia la comunicación con las instituciones públicas; genera redes para mejorar la calidad de las relaciones familiares y detona iniciativas locales para la generación multisector de regulaciones urbanas, recuperación de espacios públicos y creación de políticas públicas.
Felicidad
Los indicadores de bienestar y felicidad nos permiten ciertas ventajas sobre otro tipo de indicadores de progreso como por ejemplo las siguientes: el análisis costo-beneficio puede hacerse con el bienestar como objetivo, con políticas preferibles por la sociedad que prometen incrementos netos en la calidad de vida; usar la felicidad como una meta holística tiene el potencial de construir iniciativas gubernamentales intersectoriales; una vez que la felicidad se establece como referencia de políticas públicas, es factible mejorar el proceso de construcción y ejecución de medidas de manera estructural.
La forma en los que estos datos se integran para establecer indicadores de bienestar y felicidad debe tomarse en cuenta para modificar las políticas a manera de faro que guíe hacia dónde debemos dirigirnos como gobiernos y como sociedad. A partir de ahí podremos discernir aquello que debe hacerse al interior de los gobiernos y tranversalmente en todos sus órdenes, para mejorar la evidencia base para un desarrollo de políticas que posibiliten mayor felicidad y bienestar.
Así pues, esta nueva visión supone que los países miembros de la Coalición vayan más allá del PIB para medir su progreso, y amplíen sus indicadores de medición hacia el bienestar de las sociedades. La política enfatiza las coincidencias y diferencias entre las distintas visiones nacionales con especial foco en los recientes desarrollos de indicadores de bienestar subjetivo en las estadísticas nacionales.
Bienestar
En síntesis, la coalición aboga por un acercamiento más experimental en la construcción de la agenda política de la felicidad. Esto por dos razones: por un lado, considera siempre modos alternativos de ampliar el conocimiento base sobre el que se edifica la ciencia del bienestar. Y, por otro, el método de mejores prácticas es hoy el mejor modo de evaluar las intervenciones políticas específicas. La efectividad de las políticas tiende a ser mayor allí donde el compromiso de los distintos actores es más grande; en contraste con los casos en donde el diseño de las políticas es ajeno y “desde arriba”.
Para México es importante plantear el concepto de la felicidad en su modelo de bienestar, y la importancia de su medición como uno de los indicadores económicos para el progreso. La felicidad puede proveer oportunidades definitorias y una visión comprometida con el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Es por esto que esta agenda es relevante no solo en nuestro modelo de nación, sino para que la nueva política exterior del país aporte a la construcción de sociedades felices y prósperas.
Hacia una política exterior multilateral transformadora
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