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NEOnazismo y discurso paranoico

“El delirante, a medida que asciende la escala de los delirios, está cada vez más seguro de cosas planteadas cada vez de maneras más irreales”. Lacan

Por
Escrito en OPINIÓN el

El niño del gueto de Varsovia

Visitante: “¿Crees que debería haber otro genocidio?”

Entrevistado: “No pienso que haya habido un genocidio, para comenzar”.

Declara que él es, sobre todo, anti-semita.

Visitante: “¿Qué crees que debería pasar con los judíos?”

La esposa interviene: “Creo que debería haber otro genocidio, o…un genocidio”.

(Se corrige, puesto que su esposo afirmó que la shoah nunca tuvo lugar).

Sus interlocutores guardan silencio y la miran sorprendidos.

Esposa: “Me miran perplejos”.

Visitante: “Eso es muy duro”.

Esposa (termina su frase): “Aún mi esposo, ¿sabes?”

Visitante: “¿Cuando dices “genocidio”, te refieres a las mujeres, los niños, a los pequeños?”

Esposa: “Absolutamente”.

Amigo: “¿Por qué?”

Esposo o amigo, (no identifico la voz): “Ella está justo allí, abrazando a esas dos razones”.

La mujer abraza a su hija y su hijo está al lado suyo.

Esposa: “Porque son un veneno y necesitan ser erradicados, para que mis hijos y todos los niños blancos tengan una oportunidad en este mundo”.

Visitante: “¿Crees que el genocidio es la respuesta?”

Esposa: “Sí”.

Esposo: “Te amo, bebé”.

El amigo se ríe.

Ella sonríe muy orgullosa y digamos: tan poderosa desde su verdad absoluta. 

 Vice.com (16 de agosto 2017)

Hay un momento en el que la bebé que abraza comienza a llorar. La madre le tapa la boca con la mano. Coloca su mano sobre la boquita y la nariz. Su mano cubre el entero rostro de la niña. Después la mantiene callada dándole leves golpecitos en la boca con sus dedos. Toda una danza de golpecitos de la madre a la hija. ¿Lo hace con frecuencia? ¿Cuáles serán los caminos de esa bebé para salvarse de ese mandato de “boca cerrada”? Está orgullosa de sí misma, la madre. Muy contenta. Quizá siente que ella “sí tiene el valor de decir lo que piensa”. Ella sí que sabría ofrecer soluciones para los problemas de este mundo. Los genocidios, por ejemplo. Puede ser laborioso, pero su eficacidad ha dado sus pruebas. Algo así, espantoso. Delirante.

¿Desde dónde habla quien habla? ¿Desde dónde habla cada una de las personas que se declaran neo-nazis, “supremacistas” y han sido entrevistadas? Esta madre de familia cuya preocupación por el futuro de sus hijas/os se concentra en desear desaparecer a las/os hijas/os de “esos otros”. ¿A quiénes? A los que (ese es su imaginario),  le arrebatarán en el futuro las oportunidades a sus hijos. A esos, habría que asesinarlos. No titubea. No considera que haya nada que cuestionarse. ¿Por qué esos seres humanos, esas/os niñas/os que jamás ha visto y a los que no considera personas como los suyos, se convirtieron en una amenaza de esas dimensiones? Porque pertenecen a “la raza de los perseguidores”. ¿Por qué el líder de los “Leales Caballeros Blancos”, le explica a la periodista Ilia Calderón que a ella “la quemaría” porque es “negra”. Ese “otro” al que colocan en el lugar de enemigo mortífero, una vez elegido, ya no merece existir. 

¿Qué responderían a preguntas específicas? Nos ofrecerían más absolutos. Todo se vale, desde negar la historia (la shoah, en este caso), hasta deshumanizar a un niño. Peor: convertirlo en un ser vivo para estudios entomológicos, porque seguro muchos de estos “supremacistas” cuidan a sus animales domésticos. El ser detentador de la verdad absoluta es una característica del discurso paranoico, de ahí su carácter monolítico. Sin grietas para quien lo enuncia. Hay una idea obsesiva que se coloca en el centro: “Nos atacan”. “Nos persiguen”. “Quieren destruirnos”. Una vez que esa idea se ubica en el centro, con las frases rotundas (siempre repetitivas), que la sostienen, lo que sigue es ubicar “al enemigo”. Las ideas son fijas, inamovibles. La esposa de Barker, el líder del Ku Klux Klan, declaró: 

“Si los otros continúan quitándonos lo que nos pertenece, las cosas se podrían poner más violentas”

Las declaraciones de los “supremacistas blancos”, ¿rayan en el delirio o son un delirio? En “La lógica del delirio”, Jean Claude Maleval se sumerge en una larga investigación acerca de los procesos delirantes, desde la psiquiatría y el psicoanálisis. Deteniéndose sobre todo en Freud y Lacan. Les comparto algunas de sus reflexiones: “Personajes reales convertidos en perseguidores… en este último caso está puesta en juego la proyección, que consiste en un mecanismo por el cual el sujeto localiza en otro lo que busca desconocer en sí mismo. Lo que le es insoportable de sí mismo”. Las dimensiones de su propia violencia, (las furias parricidas, matricidas, fratricidas que lo aterran y tiene que esconder ante él mismo): “No es mi violencia mortífera, es la de ellos”.

Malavel cita – desde diversos autores – las fases que llevan al pensamiento delirante paranoico: un sufrimiento muy intenso, inexplicable, desconocido, se instala en la persona. Siente que padece males “extraordinarios”, pero no halla manera de descifrar sus causas. La desconfianza comienza. Después sobreviene una etapa en donde empieza a “interpretar”, su relación con la realidad es distante y sus “interpretaciones”, entonces, cada vez más arbitrarias. Deduce que su sufrimiento se debe a que “otros”, lo atacan. Elige a esos “otros” (sin razones personales, familiares, sociales). Listo: el enemigo son “los negros”, “los latinos”, “los judíos”, “los homosexuales”. O todos juntos. El hecho de “ser atacado” lo lleva a una convicción: ¿Por qué lo perseguirían si no fuera una persona importantísima? Es muy poderosa/o. Él, ella, su “raza”, “su nación”, “su clase social”, “su religión”, “su moral”. 

En ese punto se inscribe en la certeza de su grandiosidad y en la certeza absoluta de cada uno de sus pensamientos y palabras. Se desliza en el “delirio de interpretación”. Bastará encender la televisión y que un pianista judío ofrezca un concierto, para reforzar su pensamiento que ya funciona en una sola vía:

“Míralo, otro judío, se están apoderando de todo”
 ¿Una mujer afroamericana va a entrevistarlo? “Los negros se apoderan de los medios, del país, del mundo”. Esos “embates de los seres inferiores” le prueban que es Ella, Él, quien tiene todo lo que los “otros” desearían. El delirio es ya de una muy evidente megalomanía. Desde Freud, el delirio tendría la intención de “recuperar los objetos perdidos”. Se refiere, por supuesto, a objetos interiores, objetos de amor. Pérdidas brutales en la infancia que no fueron significadas. En palabras de Lacan cuando habla de La escala de los delirios, “El delirante, a medida que asciende la escala de los delirios, está cada vez más seguro de cosas planteadas cada vez de maneras más irreales”.

Es muy probable que si una preguntara a un “supremacista blanco”, ¿por qué considera que un niño negro no tiene derecho a estar vivo? Respondería desde sus fantasmas frenéticos que no pasan prueba de realidad alguna: “Porque cuando crezca va a violar a nuestras hijas”. Hay delirios individuales. Delirios a dos, a tres. Delirios colectivos. El análisis del delirio a dos (la folie à deux) es una de las más interesantes aportaciones del psicoanalista Jacques Lacan. Un hombre se sube en su delirio allá, en esa casa en algún lugar de Estados Unidos. Un día encuentra a una mujer que lo comparte. Se funden, se retroalimentan. Son el espejo grandioso el uno de la otra. No escuchan ya más, sino a ellos.

Después, encuentran a todo un grupo de personas para delirar. Como las sectas. El Ku Klux Klan es, por ejemplo, un grupo de reglas y ceremoniales muy rígidos en el que hay que “obedecer”. Un grupo autoritario, tan autoritario como el nazismo. “Hay una falla en el orden de lo simbólico”, dijo Lacan. Una “falla” muy grave, sin duda, dado que “fallados” estamos todas/os. Una “falla” que somete a la persona a sus “voces interiores”, que llama al autoritarismo y al control. A destruir. Y una mañana durante una marcha, un joven “supremacista” se sube a su carro, acelera directo hacia las personas que forman el contingente de la contra-marcha. Los anti-racistas. Es muy probable que desde su pensamiento delirante y grandioso se haya dicho: “Cumplo una misión sagrada”.

@Marteresapriego