En medio del ajetreo normal y natural que acompaña a estos días en la ciudad de Washington, capital de los Estados Unidos, resalta un fenómeno curioso que vale la pena narrarse, porque es algo diferente a lo que estamos acostumbrados en México. Me refiero a las graduaciones universitarias. Yo recuerdo que en mi país, cuando uno se gradúa, se estila hacer una fiesta (casi como una boda) y se festeja que el curso académico ha terminado. Especialmente si se ha completado ya un grado de maestría o doctorado, y por supuesto, también una licenciatura. ¿En qué consisten las ceremonias de graduación en México? Básicamente en algún tipo de acto académico en la escuela o universidad respectiva, y posteriormente la fiesta.
En Estados Unidos, especialmente en esta época, uno puede ver a cientos o miles de estudiantes en las calles, vestidos con toga y birrete, caminando bajo el pesado rayo del sol casi veraniego hacia sus ceremonias de graduación. Es toda una tradición. Todas las familias de los estudiantes acuden para participar de este “fenómeno” y los hoteles de la ciudad se llenan a reventar (es imposible, durante ese fin de semana, conseguir cuartos de hotel por menos de 500 o 600 dólares si se tiene suerte). Ello representa la culminación de todo “sueño americano”; es decir, terminar la universidad y conseguir un buen empleo posteriormente. Ahora bien, en las ceremonias de graduación (y cabe destacar que solamente se hacen una vez al año en esta época, así que si alguien termina en Diciembre, tendrá que esperar al verano) el formato es casi igual a lo largo y ancho del país: Hay un acto académico en donde participan todos los graduados y se tiene la intervención de un “invitado estrella” (keynote speaker, como le llamarían en inglés).
Esta persona suele ser alguien relevante en el ámbito político, social, económico o cultural, y suele dirigirse a los alumnos con un mensaje para causar un gran impacto. Por ejemplo, la Universidad Metodista del Sur invitó al ex presidente George W. Bush para ser el orador principal; otra invitó al ex candidato presidencial Mitt Romney. Por ejemplo es muy famoso el discurso de Steve Jobs en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford de hace varios años; lo puede uno buscar en YouTube y el mensaje más importante es “conectar los puntos” –connecting the dots-, para quienes tengan interés en la visión de Jobs sobre su carrera profesional y personal.
Pues bien, así las cosas y cabe decir que en días recientes tuve la oportunidad de participar en la ceremonia de graduación de la Universidad George Washington, cuya sede está en esta capital. Es una universidad prestigiada para los temas de comunicación, campañas electorales y gestión política. Dicho evento se llevó a cabo ni más ni menos que a los pies del Obelisco ubicado en el National Mall (monumento a George Washington) y su presentador estrella fue el CEO de Apple, Tim Cook. Fue una ceremonia emotiva y Cook hizo alusión a Martin Luther King Jr. en varias ocasiones. De hecho, lo hizo para recordar la importancia de los valores y la inclusión democrática.
El mensaje principal fue el siguiente (además de tomar una foto con su iPhone 6 de los graduados desde el templete): “The sidelines are not where you want to live your life. The world needs you in the arena”. (No debemos vivir nuestra vida al margen. El mundo nos necesita en el terreno de juego, diría más o menos la traducción). Y en segundo lugar: “You don’t have to choose between doing good and doing well. It's a false choice, today more than ever”. (No tienen que escoger entre hacer las cosas éticamente y tener éxito. Es una falacia, hoy más que nunca). Me quedo con ambos mensajes. Son ideas muy poderosas y me identifico con ellas y me pareció relevante compartirlas. Y también debo de reconocer que, dentro de todo, las ceremonias son bastante emotivas.
Ahora bien y como una conclusión breve a todo esto, hay que decir que las ceremonias de graduación sirven solamente como un mero pretexto para lo que vendrá después en la vida profesional de los estudiantes. El verdadero reto –parafraseando a algunos columnistas de esta ciudad– es que las universidades estén preparando a los alumnos no solamente para tener éxito, sino para tener fracasos y que sepan reponerse de esos fallos (según critica con agudeza el Washington Post en su edición del pasado fin de semana). Y estoy de acuerdo. Las universidades, los diplomas y los grados, deben ser una preparación para el mundo real en que nos toca vivir; allí está la motivación real de saber que, un grado académico, es solamente una excusa para ponerse en marcha en la vida (y si de paso hay un orador interesante, pues ¡qué mejor!).