“Reconocimiento a la tierra indígena o reconocimiento territorial”[1] es una práctica común en países como Estados Unidos, Canadá o Australia. Este pronunciamiento se compone de un par de párrafos enunciados al principio de eventos y en especial al inicio de discursos de representantes, por ejemplo, de universidades u organizaciones civiles. Estas instituciones son las que generalmente realizan este reconocimiento a las tierras indígenas y pueblos que habitaron el territorio sobre el que fueron erigidas sus instituciones.
Comienzo este escrito con este comentario, pues recientemente he escuchado un reconocimiento de este tipo en un evento de una universidad canadiense. Atender este evento, sin esperar escuchar este tipo de declaraciones, me causó una mezcla de admiración y estupefacción. De inmediato pensé en México y me pregunté por qué en mi país no se hacía esto, si en Canadá era una práctica común. Por ejemplo, si el representante institucional comenzó su discurso reconociendo que su universidad estaba asentada en territorios donde anteriormente el pueblo Kanien'kehá:ka habitaba, por qué no imaginar lo mismo para el caso de México.
Más aún, por qué no imaginar que en México todos los discursos de instituciones oficiales y no, a todos los niveles, comenzaran con una pequeña declaración de lo que sucede en su más inmediato entorno. Qué sé yo, quizás que se vive ahí en una constante discriminación, que hay disparidades económicas que dividen cada vez más marcadamente a los pobres y los ricos, que la violencia es cada vez más insoportable. No sé exactamente como debería de ser un reconocimiento de este tipo o parecido para el caso de México, pero si un reconocimiento a nuestra riqueza cultural es difícil, uno que tenga por objetivo comenzar un diálogo social de nuestros lastres socioeconómicos será casi igual a imposible.
Además, recordé que nuestro nivel de conversación es muy corto. Nuestro país aún se divide entre “fifis” y “chairos”, entre “nacos” y “fresas”, entre “buenas familias” y “pobretones”. ¿Cómo comenzar entonces una conversación social acerca del reconocimiento a nuestras raíces indígenas? Para empezar, aún no tenemos mucho que decir al respecto, aunque tenemos tanto que decir y aprender de nuestras raíces indígenas. Más aún, todavía nos falta desarrollar nuestra capacidad para sostener una conversación acerca de nuestras divisiones sociales y económicas. Este tipo de diálogos no surgen de un día para el otro, pero sin lugar a duda tienen que comenzar en algún momento. Y qué hay que esperar si esto puede comenzar ya.
Si se necesita emprender ya esta campaña, primeramente, se requiere retroceder un paso, para así ver con perspectiva los pasos que vendrán. En el caso del reconocimiento a nuestra riqueza indígena, y si se realizase un reconocimiento de este tipo, lo primero que se tiene que lograr es inclusividad y diálogo. No habrá reconocimiento, sino se consulta con los pueblos indígenas acerca de cómo se observan a sí mismos. Se necesita diálogo para ser inclusivo y tener una visión de nuestra riqueza cultural. Si no se hace de este modo entonces sería autoritario e impuesto el reconocimiento.
Lo mismo se requiere para el imaginario de un diálogo entre los extremos de nuestra sociedad. Y si se comienza a hablar acerca de las diferencias socioeconómicas extremadamente marcadas, y si sobre ello se hacen políticas públicas, entonces se necesita más que un diálogo. Se requiere de deliberación, y que ésta sea inclusiva, representativa y equitativa. Quizás solo así, se puedan alcanzar soluciones a problemas complejos que no son producto de un año atrás y que no tendrán solución, digámoslo así, en un lustro, un sexenio, o en un decenio. Si esto último es difícil, comencemos por estar orgullosos de nuestra riqueza indígena, tanto de la que llevamos dentro, como de la que comparte con nosotros nuestro México.
Múnich, 2019
[1] Buscar en internet los términos “indigenous land acknowledgement” o “Territorial acknowledgement” para tener más información acerca de estos términos.