En Múnich abunda lo verde y lo natural en todos sus barrios. La ciudad es la capital del Estado alemán de Baviera, uno de los más industrializados y económicamente más importantes del país. Hacia cualquier dirección que se dirija la mirada, la ciudad está llena de una atmósfera bávara y de pulcritud. Por ejemplo, si se trata de encontrar diferencias entre los barrios de la capital de Baviera, éstas son mínimas y no es sencillo decir cuál es más opulento que el otro. Esta situación no ocurre de igual manera en todos los estados alemanes, y ciertamente tampoco en todo el mundo.
Por ejemplo, cuando se es turista es muy probable que uno siempre vaya a los lugares más admirables o pulcros de una determinada ciudad. No obstante, si se es un turista más aventurero, se puede llegar a barrios menos desarrollados o menos agradables para la vista. Y encontrar ciudades que contengan ambas caras no es una tarea muy difícil. Pero seguramente es casi nula la expectativa de un trotamundos de encontrar grandes contrastes entre opulencia y exigüidad en ciudades de países más desarrollados. Sin embargo, algunas de las localidades de este tipo tienen por un lado un desfile de modas, y por otro uno de limosneros. Contrastes hay, y quizás siempre los habrá, pero de verdad es que en Baviera estas diferencias son menos notadas, o quizás más matizadas.
Y sí, esto pasa en todos los países, pues en todos hay disparidades, inequidad, desigualdad ¿cómo logran entonces algunos países eliminar esas brechas o al menos reducirlas? ¿es sólo un asunto económico? ¿es suficiente que un país sea más rico para reducir esas brechas? Seguramente no hay una sola respuesta, y quizás siempre habrá desigualdades, pero muy cierto es que se pueden reducir. Y más aún ¿es esto un problema de gobierno, o de simple organización ciudadana? Este tipo de preguntas se han hecho en el pasado y siguen vigentes. Aún se discute y debate estos temas en relación a otros como modernización, industrialización, crecimiento económico, globalización, etcétera. Pero al parecer dos preguntas continúan en vigor ¿quién es responsable de eliminar dichas brechas?, ¿es una actividad que le corresponde a los ciudadanos o una tarea de gobierno?
Estas preguntas que son tan sencillas en ocasiones son contestadas tan complicadamente por intelectuales y expertos, que se deja de lado a los ciudadanos, quienes son los principales interesados. La consecución de soluciones más informadas es uno de los beneficios de debates o cavilaciones más inclusivas. Además, los participantes de dichas conversaciones se convierten en embajadores de la justicia social, pues dichos procesos tienen beneficios educativos. Debates más inclusivos son necesarios pues las desigualdades y temas relacionados a estos son de índole pública y colectiva. Sin embargo, ¿podría cualquier persona entender toda la maraña de dependencias e interdependencias sociales, económicas, políticas, culturales, tecnológicas y demás, en estos temas? Quizás nunca nadie podría lograr dicho entendimiento, ni siquiera aquellos eruditos de academia. Pero el debate colectivo nos acerca más rápidamente a mejores y más informadas soluciones.
Para el caso mexicano, sería difícil de conseguir ese tipo de conversaciones en un corto plazo, pero seguro se podrá en la marcha del tiempo. Sin embargo, para conseguirlo se tiene que comenzar con dejar en claro que saber poco o nada acerca temas como globalización, inequidad o desigualdad, o del tema que sea más apremiante, no es razón suficiente para callar o excluirse. Se necesita muy poco para comenzar a preocuparnos por nuestro entorno y las circunstancias que nos rodean. Y comenzar por hacer el cambio en nuestro México es muy sencillo. Por ejemplo, ser un modelo a seguir para nuestros niños y ciudadanos útiles a la sociedad, es una tarea muy simple y con muchos beneficios mutuos. Quizás eso sea parte de la clave, y un ejemplo de lo que diferencia a países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo. Quizás su gente hace la diferencia. Aquellos países más desarrollados, aunque sin gente tan festiva y alegre como somos los mexicanos, sí se pueden sentar entre amigos y no amigos para encontrar soluciones a problemas comunes.
Al respecto, y a manera de ejemplo de lo anterior, en Múnich y todo Alemania existen organizaciones civiles que trabajan en campañas de comunicación social que buscan inculcar en los niños normas sociales y civiles. Como muestra de este tipo de esfuerzos, en Alemania se puede ver en diversas ciudades letreros debajo de los semáforos diciendo: “Nur bei Grün - den Kindern ein Vorbild” (Sólo en verde - un modelo a seguir para los niños - traducción propia-). Con este tipo de mensajes, estas asociaciones civiles buscan fomentar en los adultos el respeto a normas sociales y de paso inculcar en niños y niñas el valor de estos cánones civiles. Ejemplos de estas acciones hay miles, y todos ellos denotan el respeto de los alemanes a normas, leyes y al prójimo.
De nuevo concluyo este texto, advirtiendo que este escrito no trata de poner a los alemanes o a algún otro pueblo por encima de México. El ejemplo de los letreros “Nur bei Grün - den Kindern ein Vorbild” es una simple muestra de cómo funciona la mentalidad alemana a nivel personal y su asociación social. Este texto, como otros de esta columna, llama a los mexicanos a alzar la voz cuando se ven injusticias y también a no cometerlas. Este texto busca recordar que los mexicanos necesitamos ser nuestros propios críticos para identificar y buscar las soluciones a nuestros propios problemas. Este discurso busca dejar en claro que necesitamos más diálogo y razonamiento colectivo para poder hacer decisiones más informadas, comenzando por nuestro entorno más cercano: nosotros mismos.