ADELANTOS EDITORIALES

El regreso al infierno electoral • Bernardo Barranco

Las elecciones de 2023 y el juicio final del PRI.

#AdelantosEditoriales.
Escrito en OPINIÓN el

JULIO ASTILLERO • ALBERTO AZIZ NASSIF • BERNARDO BARRANCO VILLAFÁN • GABRIEL CORONA ARMENTA • FRANCISCO CRUZ JIMÉNEZ • ISRAEL DÁVILA • ÁLVARO DELGADO • ENRIQUE I. GÓMEZ • FABRIZIO MEJÍA MADRID • TERE MONTAÑO • VERÓNICA VELOZ VALENCIA

Las elecciones del próximo 4 de junio evidenciarán cómo se vivirá la sucesión presidencial en 2024.

En el Estado de México, los partidos políticos ya están ensayando sus buenas y sus malas artes para atraer votantes, están sometiendo a prueba máxima la capacidad del árbitro electoral, emplean todos sus recursos intentando seducir a la hidra mediática y han desatado rudísimos rounds de sombra en la entidad con el mayor padrón electoral. Saben que quien impere en estas elecciones habrá dado un paso de oro rumbo a Palacio Nacional.

En el último gran examen de las fuerzas políticas antes de la madre de todas las batallas, descuellan dos protagonistas: el PRI, que jamás ha perdido la gubernatura mexiquense -y-que de perderla recibiría el peor golpe en su historia, tal vez definitivo-, y Morena, que sabe que el futuro de la 4T y del obradorismo pasa por controlar esa entidad, al precio que sea.

Esta es la historia, estos son los combates.

Fragmento del libro El regreso al infierno electoral”. Coordinador Bernardo Barranco.Editado por Grijalbo, Cortesía de publicación Penguin Random House.

Bernardo Barranco es economista por la UNAM y maestro en Sociología del Catolicismo Contemporáneo por la Escuela de Altos Estudios Sociales de París.

El regreso al infierno electoral | Bernardo Barranco

#AdelantosEditoriales

 

Cultura y prácticas de la clase política mexiquense: simulación, cooptación y complicidades entre los poderosos

Gabriel Corona Armenta

Introducción

La tradición popular dice que como México no hay dos. Lo mismo puede decirse de la cultura de clase política mexiquense. No hay otra entidad que posea características similares a las del Estado de México. Este hecho puede deberse a varios factores, que se explicarán después ampliamente: la vecindad con la capital de la República, la desconfianza hacia los políticos de la hoy Ciudad de México (CDMX) o la existencia de uno de los grupos políticos más poderosos del país, famoso por mezclar la política con los negocios y por su enorme poder corruptor.

En este capítulo se abordarán algunos elementos importantes de la cultura y prácticas de la clase política mexiquense: simulación, cooptación y complicidades entre los poderosos. Por razones de espacio, el abordaje será de carácter general. A pesar de ello, se espera reflejar las principales características de quienes son los árbitros de las contiendas electorales y un poco de quienes nos representan en la legislatura mexiquense.

Este capítulo se redacta a partir de la experiencia personal de su autor, durante su estancia como consejero electoral del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) en dos ocasiones (2005-2008 y 2014-2017), en donde conoció numerosos testimonios de actores políticos, directivos y personal operativo. También se hace con base en sus análisis como investigador electoral en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La cultura de la clase política mexiquense

Entender la cultura dominante entre la clase política del Estado de México no es algo sencillo. Se carece de fuentes documentales que aborden de manera sistemática este tópico. Solo hay textos que estudian la forma de ser del mexicano a nivel nacional. El primer autor que estudió a fondo la temática fue Samuel Ramos, en su libro clásico El perfil del hombre y la cultura en México; el segundo fue Octavio Paz, en El laberinto de la soledad, y el tercero fue Carlos Monsiváis, en Amor perdido, entre otros textos.

El primer autor mencionado, Samuel Ramos, afirma en su obra que en el carácter del mexicano resalta la desconfianza en todo. También sostiene que, por ser desconfiado, el mexicano siempre está temeroso de todo. Esa es la razón por la que siempre vive alerta, a la defensiva.1

Otro elemento importante del libro de Ramos es la afirmación de que el mexicano ignora que vive una mentira y que fuerzas inconscientes lo han empujado a ella. Este autoengaño consiste en creer que ya es lo que quiere ser y por eso abandona el esfuerzo para mejorar. Ramos es contundente cuando retrata al mexicano como alguien que huye de sí mismo para refugiarse en un mundo ficticio.

Por su parte, en El laberinto de la soledad, Octavio Paz describe al mexicano como un ser que se encierra y se preserva; que su hermetismo es un recurso de su recelo y desconfianza. Afirma que ante la simpatía y la dulzura es reservado, porque desconoce si tales sentimientos son verdaderos o simulados. Paz resume su representación del mexicano de una manera contundente. Dice que su rostro es una máscara y la sonrisa también.

Para Paz, el mexicano se excede en el disimulo de sus pasiones. Lo describe como alguien que, en lugar de quejarse, sonríe; que disimula su cólera y su ternura. Dice que por miedo a las apariencias se vuelve eso mismo. Para este autor, es un ser que cuando se expresa, se oculta; sus palabras y sus gestos son máscaras.2

El tercer autor, Carlos Monsiváis, en su libro Amor perdido, con el clásico lenguaje irónico de sus obras, sostiene que las palabras de los políticos mexicanos “se nutren del autoelogio, el sarcasmo y la amenaza”. Ese es el hilo conductor de sus discursos. Una combinación de todos esos elementos en la vida cotidiana.

Las ideas de estos tres autores serán el principal eje explicativo del presente ensayo, pero no se descartan las ideas del autor del mismo, así como de otros protagonistas de los acontecimientos aquí descritos, a partir de las experiencias propias y las de otros actores.

El origen de la diferenciación cultural: la desconfianza

Uno de los autores que más han estudiado a la clase política mexiquense es Rogelio Hernández. En su libro Amistades, compromisos y lealtades sostiene una serie de afirmaciones útiles para comprender la temática de este ensayo. Por ejemplo, que las mutilaciones territoriales sufridas por el Estado de México, a manos de la federación, generaron un gran sentido de autoprotección en los mexiquenses, por el temor de que pudieran quitarles más territorio.

La ubicación geográfica de la entidad ha sido un factor determinante. Es la más cercana a la capital del país. Además, en la actualidad es la más importante, económica y electoralmente. Sin embargo, tiene un profundo sentimiento de despojo, por la mutilación de su territorio para crear cuatro entidades: cdmx, Guerrero, Morelos, Hidalgo y una parte de Tlaxcala. Esos hechos despertaron en los políticos mexiquenses la idea de que la federación era una amenaza permanente a sus intereses.

Para Hernández, ese agravio territorial ha creado la necesidad de protegerse entre ellos y defender la política local, para que siga siendo patrimonio de sus políticos. La unidad de la clase política ha sido una reacción consciente y deliberada para sobrevivir a esos ataques. Por eso la han convertido en una norma de conducta que determina la manera de resolver sus diferencias.

De acuerdo con este mismo autor, los políticos mexiquenses están convencidos de que una confrontación abierta sería aprovechada por el gobierno federal para imponerles un gobernante y despojarlos del poder. Por eso prefieren ponerse de acuerdo entre ellos, antes de que tal hecho ocurra.

Según Hernández, los políticos locales tienen temor de perder el poder estatal ante los políticos nacionales, propiciado por la cercanía geográfica. Este hecho facilitaría que el gobierno federal dispusiera de las riquezas mexiquenses, en caso de que también pudiera controlar a su gobierno y a sus políticos. Por eso se han mantenido unidos contra la federación.

Hernández también afirma que tales mutilaciones generaron dos principios que normaron su conducta colectiva: la lealtad regional y la unidad de la clase política mexiquense. Estos principios fueron tan determinantes en su conducta como para México fue la presencia de Estados Unidos. Sostiene que del mismo modo que los mexicanos fortalecieron su nacionalismo por la mutilación del territorio sufrida a manos de los Estados Unidos, los políticos mexiquenses asumieron la misma actitud para defender a la entidad de los embates federales.

La defensa de la entidad, como idea común, llevó a establecer una condición casi imprescindible: que los gobernantes hubieran nacido y vivido en suelo mexiquense, además de conocer sus necesidades. Desde entonces, los políticos locales han tenido como regla no escrita buscar que una persona nativa, o residente en el estado, esté al frente del mismo y apoyarlo, sea quien sea, sin importar si antes hubo diferencias o enfrentamientos.

Según Rogelio Hernández, esta postura ha hecho del territorio mexiquense un lugar en donde las luchas internas se eliminaron casi por completo. La negociación y el acuerdo han sido medios que los políticos locales han usado para evitar fisuras. Para ellos mantener la unidad es fundamental. Por eso el que la rompe o la propicia es severamente castigado. El sistema es altamente represivo cuando alguien provoca una división interna.

Aunque esta ha sido la actitud de la clase política mexiquense desde el siglo XIX, a partir de la llegada de Isidro Fabela a la gubernatura la élite del Estado de México ha logrado desarrollar una extraordinaria unidad, que le ha permitido negociar sus diferencias y decidir los cambios en el poder.

Esta ha sido la constante desde entonces. El Estado de México ha contado con una clase política que defiende su territorio y sus espacios de poder contra lo que considera son embates de la federación y de los políticos nacionales. Por eso es una clase desconfiada de todo lo que venga del exterior, incluyendo al Valle de México, al que considera una extensión de la CDMX.

Eso se puede apreciar en el trato dado a quienes no nacieron o no viven en el Valle de Toluca. En general, los nativos del valle sede de la capital del estado consideran que también hay que protegerse de los nacidos o residentes en el Valle de México. Aunque por ley tengan los mismos derechos que los primeros, en los hechos son excluidos de muchas oportunidades, porque también se les considera de la CDMX.3

Esta separación ha hecho que en el territorio mexiquense exista una sociedad y una cultura fracturadas, diferenciada una de la otra. Hay una cultura muy sui géneris en el Valle de Toluca y otra en el Valle de México, que se refleja en las prácticas políticas en ambos lugares, con características muy peculiares. Lo que se ha vivido desde entonces ha sido el constante intento de la clase política del Valle de Toluca de someter a los habitantes del Valle de México, a pesar de que son más numerosos. Este hecho ha generado fuertes tensiones políticas entre los grupos de poder de ambas regiones del estado.

Por razones obvias, el IEEM y la legislatura son espacios idóneos para analizar la cultura y prácticas de la clase política mexiquense. Son tribunas donde los partidos políticos debaten y exhiben sus diferencias públicamente, aunque en privado realizan acuerdos o pactan en secreto hasta los términos del debate.

En el IEEM y la legislatura se reproduce la cultura que prevalece en buena parte del estado, especialmente la del Valle de Toluca, donde dominan los viejos estilos, maneras, usos y costumbres de hacer política, reciclados desde el siglo xix, aunque con aires de modernidad. Ahí persiste un conjunto de reglas no escritas que solo excepcionalmente son rotas.

Esta cultura de la clase política mexiquense ha viciado los procesos electorales. En ella prevalecen usos y costumbres perversos, en términos políticos, que contravienen lo que dicen las reglas escritas. Esta cultura impide que el IEEM sea un árbitro real de las contiendas electorales. Sobre esta idea versará mayormente el presente ensayo.

La simulación política

La máscara que cubre el rostro de los integrantes de la clase política mexiquense es una constante. La simulación es una costumbre muy generalizada en la política local. Esa cultura de la simulación encubre una relación de amor y odio entre los protagonistas. Los diputados, representantes partidarios, consejeros y funcionarios electorales hacen del saludo todo un ritual. Se abrazan fuerte y se palmean la espalda varias veces. Después de eso mantienen cerca sus rostros para hacer contacto visual por unos instantes; incluso parece que ponen a prueba su enjuague bucal. Fingen un afecto que no sienten, pero por conveniencia asumen formas civilizadas.

Los debates también son rituales de simulación. Por ejemplo, la clase política acostumbra referirse “con todo respeto” a sus interlocutores, aunque sea el preludio de una agresión verbal sistemática y orquestada, con el fin de aniquilar toda expresión disidente. La simulación de los representantes partidistas es muy variada. Por ejemplo, se reparten roles durante los debates en el Consejo General del IEEM, especialmente cuando llegan nuevos titulares a las consejerías: unos golpean, otros negocian y otros se mantienen neutrales, según el momento y el asunto de que se trate. No siempre asumen el mismo rol; a veces lo intercambian: el representante bueno se transforma en el malo y al revés. Son dramatizaciones que han realizado muchas veces y que conocen casi a la perfección.4

Lo han hecho así desde 1996 y lo han replicado con los consejos generales que se han instalado completos, así como durante las renovaciones parciales que se han dado hasta 2022. El objetivo siempre ha sido “ablandar” a sus integrantes, especialmente a los que muestran mayor independencia frente a los partidos. Es una especie de recordatorio de quién manda en el IEEM: el gobierno y los partidos, a pesar de que la ley diga lo contrario.

En este contexto, los consejeros han sido parte de esta simulación. En público asumen que la conducción de IEEM les corresponde a ellos, pero en privado reconocen que sin la anuencia del gobierno y los partidos poco pueden hacer. Se resignan ante el papel secundario que les otorgan. Todos saben que ir en contra de la voluntad partidaria frenaría sus aspiraciones políticas de conseguir otro empleo bien remunerado, apadrinado por ellos. Ante esa realidad acatan la línea establecida a través de la Presidencia o de la Secretaría Ejecutiva.

Por lo común los consejeros no cuestionan las decisiones que previamente han tomado los representantes, porque saben que una de las condiciones impuestas para llegar al cargo, o para mantenerse en él, es acatar de manera puntual las decisiones políticas de los partidos y del gobierno estatal. Ese es el compromiso previo y casi nadie quiere romper la “unidad” del Consejo General.

Los consejeros actúan, en el mejor de los casos, como emisarios de los partidos o personajes que los apoyaron; les sirven sin condiciones. Generalmente renuncian a toda iniciativa propia y actúan con docilidad frente a las presiones partidistas.5 Estos últimos, en voz de sus representantes, son los verdaderos tomadores de decisiones en el seno del Consejo General. Actúan como una nomenclatura partidaria, defensora de los intereses creados.

En el IEEM las decisiones están en manos del gobierno y los representantes partidistas, sobre todo de aquellos más experimentados. Es común que el representante de un partido pequeño sea el articulador de muchas decisiones, a cambio de diversos apoyos; actúa como una especie de correa de transmisión del gobierno estatal, haciendo el trabajo sucio del Partido Revolucionario Institucional (PRU).

El gobierno estatal, a través de los directivos, y algunos partidos muy cercanos al pri, son los que se han apoderado de las decisiones. Han confinado a los que formalmente deberían tomarlas, los consejeros con voto, al papel de meros legitimadores de lo que ellos y el gobierno estatal han decidido previamente.

Esto sucede también porque los consejeros no quieren poner en riesgo los privilegios a que están acostumbrados dentro del IEEM. Los representantes quieren demostrar a los consejeros quién manda en realidad. Lo que menos impera en sus decisiones son los intereses de los ciudadanos. Su única lógica es la del reparto del poder en el IEEM y en el estado. Todo lo demás es mera simulación.

Los compromisos y lealtades entre los partidos son algo superficial. Los políticos opositores simulan serlo hasta que los del pri los convencen de hacer lo contrario. Es decir que las actitudes intransigentes solo son una máscara que encubre sus verdaderas intenciones: conseguir ventajas adicionales, vender caro su voto o el apoyo al sistema. Saben que entre más rijosos se muestren es más probable que les ofrezcan recursos, privilegios o cargos administrativos, disfrazados de apoyo para la ciudadanía.

Ejemplos de ellos abundan entre los representantes partidarios del IEEM. Son muchas las fortunas acumuladas ahí, como premio a la sumisión, la lealtad o la traición a sus antiguos aliados. Entre 1996 y 2022 ha desfilado una gran cantidad de representantes. La mayoría han sido hombres y mujeres que se han aferrado a esos cargos simulando ser férreos opositores al pri. Entre esa larga lista destacan Horacio Jiménez, de Movi-miento Ciudadano (mc); Óscar González, del Partido del Trabajo (pt), y Antonio Vázquez, de Vía Radical.

En realidad, esa ha sido solo una máscara para enriquecerse a costa de los apoyos que el IEEM da a cada representación partidaria: el sueldo equivalente al de una consejería, bonos bimestrales, compensaciones por proceso electoral, vehículos, gasolina, peajes y cuantiosos gastos de representación. Todo esto a cambio de que sigan simulando ser férreos opositores, cuando en realidad lo que hacen, salvo excepciones, es legitimar una y otra vez al sistema a cambio de tajadas de poder.

Algunos de estos representantes han pasado muchos años ocupando instalaciones del IEEM, incluso para sus negocios personales, instalando despachos jurídicos privados en un lugar público (como César Severiano, de mc), y usando servicios y personal pagado por el IEEM para sus propios fines. Aunque el sistema lo sabe, no lo evita. Saben que todo eso servirá en su momento para doblegar la voluntad de esos representantes, cuando quieran asumir una actitud heroica frente a los abusos del sistema.

La cultura de la simulación implica guardar las apariencias en todo momento. El PRI finge respetar las leyes electorales, aunque las viole cada que lo crea necesario. El resto de los partidos finge ser de oposición radical frente al PRI, aunque tal postura ha sido más formal que real. Casi siempre se han conformado con migajas de poder, porque el más importante de ellos, la gubernatura del estado, ha quedado como patrimonio exclusivo del pnr-prm-pri desde 1929.

Lo mismo pasa a nivel de las estructuras del IEEM. Quienes ocupan las consejerías simulan una imparcialidad que pocos han demostrado en los hechos. El mismo fenómeno se reproduce en todos los demás niveles organizacionales. Aunque el IEEM es formalmente un árbitro electoral, está impregnado por los intereses partidistas. Desde su fundación se ha integrado, en todos sus niveles, por gente vinculada a los partidos políticos, salvo honrosas excepciones, aunque en algunos periodos este fenómeno ha crecido.

A pesar de que la parcialidad está prohibida legalmente en los órganos superiores del IEEM, casi todos sus integrantes han tenido vínculos estrechos con los partidos que los han promovido y de los cuales no han querido o no han podido desligarse, por razones políticas, económicas o familiares. Aunque formalmente es el árbitro colectivo de la contienda, lo cual requiere que sus integrantes sean imparciales, en los hechos está convertido en una extensión de los partidos. Aunque deben ser ajenos a ellos, muchos de los consejeros y directivos actúan como militantes.

También la junta general del IEEM, el máximo órgano administrativo, ha sido integrada a partir de recomendaciones de las representaciones partidarias y del gobierno estatal. Son personas del sistema que acatan fielmente cualquier instrucción que consideren superior, aunque les sea dada por personajes de bajo nivel. Su lealtad a los poderosos está fuera de duda. Acatan sin rubor cualquier instrucción que venga del pri o del gobierno estatal. Esto no los incomoda; los hace sentirse orgullosos de su disciplina partidaria.

La mayoría son excesivamente pragmáticos. Saben que por méritos propios no pasarían de ser un empleado más. Por ello sirven sin condición al partido que los impulsó o protegió en el cargo. Algunos incluso les han hecho los recursos de impugnación a ciertos partidos, para presentarlos ante las propias instituciones a las que sirven. Esto refleja la nula ética que los ha caracterizado. Varios de ellos han sido militantes de partidos. Llegaron al IEEM gracias a la cercanía con dirigentes de partidos o del gobierno estatal.6

Sin embargo, la gran mayoría de consejeros y directivos simulan ser apartidistas, así como defender los principios rectores del IEEM, en especial el de la imparcialidad. Debido a esta integración sesgada, en donde la mayoría de los árbitros electorales hace su trabajo a favor del pri y una minoría a favor de otros partidos, se explican los varios conflictos internos que ha tenido el IEEM en su historia. Principalmente porque los consejeros y directivos se han metido a la lucha por el poder, como si también fueran competidores.

En resumen, la ciudadanización ha sido una mera simulación en el IEEM, que le ha impedido actuar de forma imparcial. Los consejeros carecen de poder, por la forma en que muchos consiguieron el cargo y por las condiciones que les impusieron para apoyarlos. Llegaron amarrados por compromisos partidarios o con el gobierno estatal, que los obligan a seguir fielmente sus dictados.

La cooptación

Esta es una práctica muy generalizada entre los partidos opositores. Se ejerce especialmente en dos lugares públicos: en la legislatura local y en el IEEM, principales espacios para el debate y la deliberación. Por esa misma razón, se convierten en los espacios más propicios para cooptar a los líderes opositores, en especial a los integrantes de la Junta de Coordinación Política de la Legislatura, a quienes se dota de todos los recursos inimaginables: dietas generosas, fondos para realizar gestiones públicas, pago de secretarios técnicos y asesores, vehículos, gasolina, peajes y teléfonos celulares, además de altísimos gastos de representación.

Por si esto fuera insuficiente para cooptarlos, hasta hace poco era costumbre que prácticamente desde que tomaban posesión les llegaba un regalo millonario del gobernador del estado, el cual podía ser aumentado si al representante popular le parecía poco. Además, desde un principio les podían adelantar la dieta de los tres años de su encargo, para fines personales, al fin que de todas formas con los gastos de gestión y representación les alcanzaba para vivir bien a los diputados.

Este y otros métodos, para comprar la voluntad de los legisladores e integrantes de los ayuntamientos de su propio partido u opositores, han sido constantes desde que Isidro Fabela llegó al poder en 1942.7 Desde entonces esas prácticas forman parte de la cultura de la clase política mexiquense. Dicho de otra forma, se han normalizado; se les ve como algo natural y necesario para mantenerla unida.

Los hechos de este tipo han sido una constante. Uno de los más conocidos lo relatan Cruz y Montiel en la obra citada. Fue cuando el entonces gobernador electo, Arturo Montiel, para quien todo lo que se pueda comprar en política resulta barato, sobornó a diputados del Partido de la Revolución Democrática (PRD) para tomar posesión. Ya en el cargo, compró con 25 millones de pesos a 13 diputados locales del Partido Acción Nacional (PAN) para que le aprobaran las cuentas públicas de su gestión. Además de ese “logro”, mantuvo a dicho grupo como una fracción independiente que le ayudó a conseguir otros propósitos, muchos de ellos inconfesables.

Ese mismo esquema se ha reproducido con otros matices en el IEEM. Además del ingreso equivalente al de una consejería, con bonos y compensaciones, los representantes partidarios reciben vehículos, vales de gasolina, teléfonos celulares, pago de peajes y gastos de representación. Por si esto no fuera suficiente, el secretario ejecutivo recibe listas de personas que los partidos recomiendan para trabajar en los órganos centrales o desconcentrados. Eso hace que el IEEM sea una especie de gran familia, porque colocan parientes cercanos en puestos operativos. La consecuencia obvia es la subordinación de esos representantes al secretario ejecutivo.8

El gobierno estatal también procura cooptar a los representantes ofreciéndoles trabajo a sus familiares más cercanos, dentro o fuera del IEEM, a veces en cargos muy importantes, que llegan incluso a las magistraturas del Poder Judicial u otros cargos, todos muy bien remunerados.9 De esa manera hacen muchos aliados por conveniencia, que lo apoyan a la hora de los debates en el IEEM o de las votaciones en la legislatura local.

Hay un elemento adicional que explica la subordinación de los representantes. Muchos de ellos practican la masonería, aunque la mayoría no ha pasado de obrero. Pero resulta que el secretario ejecutivo, Francisco J. López Corral, es gran maestro, por lo que tiene cierto ascendiente sobre ellos, porque los masones lo consideran un personaje superior. Esto también ocurre con algunos consejeros y funcionarios electorales, quienes han visto en él a una persona con mayor jerarquía que ellos. Esto es parte de esa cultura decimonónica que prevalece en la clase política mexiquense.10

¿Hasta dónde llega esa jerarquía del secretario ejecutivo en el plano electoral? Es un misterio. Lo que sí parece evidente es la fraternidad que existe entre los masones. Incluso en sesiones públicas del Consejo General del IEEM los representantes partidarios se llaman “hermanos”, y por obvias razones los ataques se matizan e incluso se pactan. Entre la lista de masones destacan Horacio Jiménez, Juan C. Villarreal, César Fajardo y un largo etcétera.

Se puede afirmar que la cultura de la clase política mexiquense está impregnada de los rituales y prácticas de la masonería. Desde luego, este hecho beneficia al sistema. De esa forma el IEEM se mantiene unido a través de un personaje que lleva 14 años en el cargo.

Esta vocación masónica los une también con altos personajes del gobierno estatal, algunos de ellos también miembros de las logias poderosas. Un ejemplo es el secretario general de gobierno de Peña Nieto, Humberto Benítez Treviño.11 Este hecho propicia una gran fraternidad entre gobernantes, diputados, representantes partidistas, consejeros y funcionarios electorales, así como una lógica subordinación a los de mayor jerarquía en la masonería.

Tal elemento en común hace que ocasionalmente se logren acuerdos que parecían imposibles. Quienes presencian las sesiones de la legislatura o del Consejo General del IEEM muestran su asombro en esas ocasiones. Desconocen que este factor y los recursos monetarios que fluyen son elementos determinantes para lograrlos. Atrás de esa fraternidad también está vigente una vieja frase que dice: “Lo que no suena lógico suena metálico”.

Las complicidades entre la clase política

El Estado de México es una de las entidades más corruptas del país. Casi en cualquier medición aparece siempre en los primeros cinco lugares. La corrupción en la entidad se ha normalizado. Ha sido un elemento casi natural del sistema político mexiquense desde hace muchos años, especialmente desde que el grupo Atlacomulco llegó al poder.12

La corrupción está presente en cualquier asunto económico. En los trámites para cualquier permiso o licencia comercial. Pero también está presente en los asuntos públicos. Hay corrupción en las licitaciones para comprar casi cualquier insumo o para realizar una simple obra. También se da en las adjudicaciones directas que se hacen de manera cotidiana en ese sector.

Asimismo existe corrupción en el ámbito electoral. El caso más conocido ha sido el escándalo de Cartonera Plástica, en 2005, que evidenció todo el sistema de complicidades de la clase política mexiquense presente en el IEEM. Generó un gran escándalo y una crisis institucional que provocó la renovación de todo el Consejo General. Eso fue una especie de accidente dentro de la historia electoral mexiquense, porque entraron en funciones cuatro consejeros que no acataron las imposiciones partidarias y asumieron su responsabilidad de forma independiente. Fue algo inédito en el estado.

Pero lo más importante del caso Cartonera Plástica es que exhibió, en ese momento, las complicidades existentes entre algunos consejeros, funcionarios y representantes de partidos. También evidenció que este caso de corrupción no era algo aislado. Fue diferente porque se convirtió en un escándalo mediático, al darse a conocer el video respectivo en un canal de señal abierta del entonces Distrito Federal. Eso le dio resonancia nacional.

Lo anterior ocurrió porque los recursos del IEEM lo permitieron. Son abundantes en cada proceso electoral, con el fin de que funcionen como caja chica del gobierno estatal, cuando sea necesario. Por esa razón, desde su fundación siempre se ha impuesto al director general (actualmente secretario ejecutivo) y al director de administración. Los actuales, López Corral y José Mondragón, están en el cargo desde 2008, porque el sistema requiere de gente de su total confianza para manejar recursos que considera como propios, una parte de los cuales usa con fines de control de consejeros, representantes partidistas y funcionarios.

El cuantioso presupuesto del IEEM se ha convertido en un botín apetitoso para todos sus integrantes, en especial de sus directores generales y de administración. Normalmente solicitan cantidades muy elevadas para alimentación, gasolina y peajes, con el fin de que se pueda darles otro uso en casos de urgencia. Por eso se ha llegado al extremo de presupuestar la compra mensual de salsas, como si el IEEM fuera un restaurante, o de reglas metálicas cada mes, como si caducaran a los 30 días.

Por lo cuantioso del presupuesto, en torno a los directores generales y de administración se han tejido muchas historias de riqueza personal, acumulada durante el cargo. Algunos, como Juan C. Villarreal, han sido premiados de inmediato como asesores en el gobierno estatal. Lo mismo ha pasado con el área de Comunicación Social, que se encarga de pagar a los medios la publicidad.

Algo diferente ocurre, aunque también corrupto, con la contratación de personal. En algunas áreas como Capacitación se les ha cobrado un pago mensual por darles empleo. Hechos similares han ocurrido en la Unidad Técnica de Fiscalización, donde su titular, Hernán Mejía, además de organizar colectas asistía armado a trabajar, o en las juntas distritales y municipales, donde se les cobraba por darles empleo.

El caso más extremo ha ocurrido en algunas consejerías electorales. Algunos de ellos les han quitado parte de sus ingresos a sus asesores y personal de apoyo. Es decir que los encargados de vigilar la legalidad se aprovechan de su poder para aumentar sus ya de por sí cuantiosos ingresos derivados del cargo. Aunque el sistema ha tenido conocimiento de eso, no lo ha corregido. Sabe que esas corruptelas pueden servir como mecanismo de control cuando sea necesario.

Estos no son los únicos casos de corrupción institucionalmente aceptada. Hasta hace poco era común que el IEEM les diera dinero a los representantes de partido ante el Consejo General, para que pagaran a sus homólogos ante las mesas directivas de casilla. Una práctica común y generalizada era que los primeros se quedaban con todo o una buena parte de ese dinero y solo repartían cantidades irrisorias.

Otra forma de obtener dinero ilegalmente era hacer cursos de capacitación para militantes de los partidos. Por ejemplo, Rubén Islas, del prd, proponía actividades improvisadas, con ponentes sin el perfil adecuado, pagados a precios superiores a los del mercado. Es obvio decir que el partido se quedaba con la mayor parte del dinero que el IEEM pagaba. Aunque los directivos lo sabían, generalmente no lo evitaban, con fines de control. Otra forma en que algunos representantes y funcionarios aumentan sus ingresos es a través de “asesorías”, que cobran a los partidos de nueva creación.

Quienes han ocupado las consejerías y los cargos directivos del IEEM han asumido esos puestos como un éxito personal o del partido, persona o grupo que los apoyó para llegar al cargo. Por esa razón, han ejercido los recursos públicos como si fueran su patrimonio personal. Así se ha visto durante el desempeño de su encargo. Pero como casi todos han sido de consigna, es decir que acatan sin chistar las instrucciones dadas por los dirigentes o políticos que los encumbraron, a cambio de esa sumisión, el sistema es dadivoso con ellos. Recompensa generosamente a los que cumplen esas reglas no escritas.

Por ejemplo, a los vehículos oficiales se les ha dado un uso privado. Lo mismo han sido destinados para el servicio de sus cónyuges, como la de Sergio Gudiño, exdirector de Administración, que para quedar bien con personas con las que han tenido una relación sentimental con alguno de ellos. Hay vehículos que han sido usados incluso en otros estados de la República, como en Querétaro y Chiapas, por personas ajenas al IEEM. Algunos nunca fueron recuperados y fueron dados de baja ilegalmente del patrimonio público.13

Lo mismo ha pasado con los teléfonos celulares, asignados discrecionalmente a las representaciones partidarias con fines clientelares. Se han dado casos de partidos minoritarios que tienen más equipos de telefonía móvil y vehículos que los partidos mayoritarios, lo cual resulta ilógico. La única explicación es que los administrativos del IEEM los usan para que los representantes de partido se vean más comprometidos con ellos y con el gobierno estatal.

Algo similar ha pasado con la dotación de gasolina o con la justificación de los gastos de representación de consejerías y representaciones partidarias. A unas se les han dado más que a otras. La cantidad ha dependido de su cercanía y colaboración con las autoridades gubernamentales y las del IEEM. Esa ha sido la unidad de medida.

Se ha llegado al extremo de que las autoridades del IEEM incluso han justificado gastos de fiestas familiares de consejeros, con el fin de tener elementos de chantaje. En algún momento de su historia también se contó con un servicio de escorts femeninas que se concentraban en un hotel de Toluca, las cuales recibían frecuentes visitas de miembros del Consejo General. Es obvio que el costo para el erario era muy alto, pero para el sistema valía la pena. Todas esas visitas eran registradas con fines de chantaje.

Los representantes partidistas han desarrollado tal cantidad de intereses al interior del IEEM que la representación ante el Consejo General se convierte en un botín muy atractivo. Con esos ingresos aumentan de manera ilegal las prerrogativas a las que tienen derecho. Han hecho de los apoyos del IEEM una forma de financiamiento alterna.

Dentro de la cultura patrimonialista existente, los partidos consideran que el IEEM les pertenece. No quieren dejar que los consejeros electorales, a los que consideran como aves de paso, sean los que tomen las decisiones fundamentales. Por eso les permiten solo las irrelevantes. No existen contrapesos al poder de los partidos y el gobierno dentro del IEEM. Los ciudadanos encargados de esta función han renunciado a ella, en aras de las percepciones o su carrera política, que sería inconcebible sin el apoyo de esos partidos a los que están dispuestos a obedecer incondicionalmente. Casi todo es una gran mascarada.

Conclusiones

La cultura y prácticas prevalecientes entre la clase política del Estado de México ha sido sumamente benéfica para el gobierno estatal y para el pri. La simulación, la cooptación y las complicidades existentes entre los poderosos han sido muy útiles para el sistema. Se han convertido en un instrumento de control político de la oposición, cuando ha sido necesario.

Muchos políticos de la oposición formal se han enriquecido simulando ser eso, aunque en realidad han sido solo comparsas del sistema. La ciudadanía ha carecido de verdaderos representantes populares en la legislatura y de auténticos representantes ciudadanos y partidarios en el Consejo General del IEEM. En general, la función de todos ellos ha sido legitimar al sistema, de la forma en que lo decía el ideólogo favorito del priismo, Jesús Reyes Heroles: “Lo que resiste apoya”.

La ciudadanización es algo que se ha truncado en el IEEM. Para ser consejero hay que estar bien con los partidos; pasar sus filtros, hacerse visible y ser político como ellos. En ese sentido, hay una regresión. La ciudadanización del Consejo General ha sido insuficiente porque no ha sido acompañada de un amplio proceso de profesionalización de los cargos directivos del IEEM, para evitar que lleguen ciudadanos que dependan de los partidos y tomen decisiones de forma parcial. Por estas condiciones, no se ha contado con un árbitro electoral solvente a la hora de tomar decisiones.

Aunque se requiere de una clase política mexiquense con autoridad moral y social para que se organicen elecciones íntegras, todo parece indicar que la ciudadanía del Estado de México seguirá representada por grupos de poder en los que priva la mediocridad y una cultura en la que están ausen-tes la ética y los valores cívicos; en la que prevalecen las grandes ambiciones y pocos escrúpulos para lograrlo.

Por esta razón es urgente cambiar la cultura y las prácticas políticas existentes. Hay que eliminar la simulación, la cooptación y las complicidades entre los poderosos. Para renovar el sistema es necesario reinventar la forma de concebir y hacer política local. Si no se cambian la cultura y las prácticas de la clase política mexiquense los comicios seguirán bajo sospecha.

Bibliografía

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Notas

1  Quien dude de la vigencia de esta afirmación puede leer el Estudio sobre la calidad de la ciudadanía en el Estado de México (IEEM) en 2019. Ahí se constata que, hasta 2018, 71% de los entrevistados opinó que no se puede confiar en la mayoría de las personas.

2  Este tipo de afirmaciones contundentes ha generado un amplio debate sobre la forma de ser del mexicano, que en parte se recupera en el libro de Raúl Béjar Navarro, El mexicano. Aspectos culturales y psicosociales, México, unam, 1980.

3  Con el crecimiento de la población asentada en los municipios del Valle de México, especialmente después de la década de 1960, el Estado de México experimentó una especie de división en su territorio, trazada imaginariamente a través de la Sierra de Monte Alto, que separa al Valle de México y al Valle de Toluca.

4  Entre los golpeadores oficialistas de consejeros han destacado César Fajardo y Eduardo Bernal, del pri; entre los “opositores”, Horacio Jiménez, de Movimiento Ciudadano, y Efrén Ortiz, de Nueva Alianza, estos últimos encargados de hacerle el trabajo sucio al pri durante varios procesos electorales.

5  Los ejemplos son muchos. El más conocido ha sido el de Bernardo García Cisneros, operador directo del gobierno estatal. Otro es Saúl Mandujano, quien en 2015 cabildeó en los tribunales para frenar la paridad de género. No son los únicos casos.

6  El caso más extremo fue de Norberto Hernández, quien renunció al pan un día antes de asumir la presidencia del IEEM.

7  Francisco Cruz y Jorge T. Montiel afirman que Isidro Fabela sobornó a los diputados con 10 mil pesos y a los alcaldes con tres mil, para que le dispensaran el requisito de la residencia y otros que no cumplía para ser gobernador del estado, Negocios de familia, México, Planeta, 2009, p. 38.

8  También los representantes del pri han colocado a sus hijos, incluso en la estratégica Secretaría Ejecutiva.

9  Este fue el caso de la esposa del político panista Ulises Ramírez, nombrada en el Tribunal de lo Contencioso Administrativo.

10  Se dio el caso extremo de que un consejero presidente del IEEM, Jesús Castillo (2009-2014), entró a la masonería y veía a López Corral prácticamente como su jefe.

11  Es grado 33 de la Gran Logia del Valle de México.

12  En 2007 ocupó el primer lugar y en 2021 el quinto lugar en crecimiento de la corrupción, según el índice realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) este último año.

13  Incluso un vehículo que se vio involucrado en un grave accidente fue ocultado en las instalaciones del IEEM durante años, para proteger a un integrante del Consejo General, hasta que el escándalo pasó y pudieron deshacerse de toda huella que lo involucrara.