Alberto Lati hace una entrega más de la gran Enciclopedia del deporte mundial, completamente ilustrada: "Genios de Qatar".
¿Cómo surgieron los mayores genios que jugarán en el Mundial de Qatar? Sus orígenes e inicios. Todos los obstáculos a los que se sobrepusieron. Su vida antes de la gloria. Los sacrificios para llegar.
La infancia de los cracks. El niño Neymar detectado por su agilidad al subir unas escaleras, Mbappé llorando ante el impacto de jugar en un estadio, Pedri sin poder mostrarse en el Real Madrid por una nevada, Sadio Mané con el futbol prohibido por su padre, Christian Eriksen dormido con el balón entre sus brazos, Memo Ochoa decidiendo su vocación al sentarse detrás de la portería del estadio Jalisco.
Fragmento del libro de Alberto Lati “Genios de Qatar. De niños a cracks”. Editado por Plan B, Cortesía de publicación Penguin Random House.
Alberto Lati | Nació en la Ciudad de México en 1978. Es periodista y conductor de televisión, viajero y escritor, políglota y embajador de Buena Voluntad del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Ha entrevistado a los mejores deportistas de la historia, así como a mandatarios, activistas, músicos, actores, íconos culturales y ganadores de Premios Nobel. Ha cubierto cinco Copas del Mundo de futbol y cinco Juegos Olímpicos de verano, lo mismo que finales de Champions League, Serie Mundial, Superbowl y los eventos deportivos más importantes. En 2013 publicó Latitudes. Crónica, viaje y balón, reeditado como bestseller en 2016 (DeBolsillo), al que añadió su novela Aquí, Borya en 2018 (Grijalbo), 100 genios del balón en 2019 (Plan B), 100 dioses del Olimpo en 2020 (Plan B) y el libro digital 20 pelotazos de esperanza en tiempos de crisis (Plan B). Tras explorar en sus libros anteriores la infancia de los mejores futbolistas y atletas de todos los tiempos, en este volumen lo hace con quienes apuntan a ser los mayores cracks del Mundial de Qatar.
Genios de Qatar | Alberto Lati
La cuna de los sueños
Una tentación tan permanente como ineludible: desde que en 2018 escribí el libro 100 genios del balón. De niños a cracks, cada vez que observo una obra de arte en la cancha, necesito conocer la historia del futbolista que la creó.
¿De dónde viene el jugador y a qué se sobrepuso? ¿Cómo salió adelante y utilizó el pesar como trampolín para volar más alto? ¿Quién lo apoyó y quién lo desdeñó?
Obsesión que brincó a otras disciplinas desde que, en 2020, publiqué 100 dioses del Olimpo. De niños balón. De niños a cracks, cada vez que a superhéroes. Confirmar que no importa el deporte, como tampoco la cultura o latitud, para cimbrarnos e inspirarnos con esas vidas.
Por ello, en este mundialista 2022, decidimos repetir el ejercicio realizado antes con las glorias del pasado y narrar el origen de quienes apuntan a Genios de Qatar.
Mi capacidad de asombro continúa intacta, mi admiración hacia los titanes del deporte sigue multiplicándose, por mi mente corre la imagen de N?Golo Kanté recolectando basura junto a su papá, la de Virgil van?Dijk rechazado por doquier, la de Heungmin Son entrenado por su autoritario padre, la de los bebés Alphonso Davies y Xherdan Shaqiri huyendo de la violencia, la de Karim Benzema molestado por su apariencia física, la de Memo Ochoa convirtiendo en futbolistas a las muñecas de su hermana, la de todo adolescente dispuesto a hacer lo que
nadie para llegar a donde nadie, la de la tenacidad como primero de los talentos.
Como he afirmado en 100 genios del balón, donde relatamos desde la infancia de leyendas como Pelé, Maradona o Zidane, hasta la de portentos actuales como Cristiano, Messi o Modric, en estos Genios de Qatar no están todos los que son, aunque sin duda, son genios todos los que están.
Como se dice en árabe, Haiaa naqra!
A leer…
El futuro desde el desierto
Subimos y bajamos entre las dunas, cerca de la frontera qatarí con Arabia Saudita. A rebotes y jaloneos, a ratos la 4?x4 renuente a una nueva escalada, nos sorprendemos cuando el parabrisas se despeja de la espesura de las tormentas de arena: de la nada nos descubrimos asomados sobre el azul más turquesa en las aguas de Khor alUdeid. Lugar único donde las dunas son bañadas por el Golfo Pérsico… o Golfo Árabe, según.
La forma de llamarle ya desata polémicas, todos los países que lo rodean, salvo por Irán que habla persa, le dicen Al khalij alArabi o Golfo Árabe. Disputa que ya obligó a la cancelación de un evento deportivo. En 2010 se suspendieron los Juegos de la Solidaridad Musulmana ante la falta de consenso entre los asistentes por el nombre del Golfo: el anfitrión, Irán, exigía que se le denominara Pérsico, sus vecinos desistieron de acudir al no leer que se le llamara Árabe.
Sólo un ejemplo de la complejidad de una zona en la que hasta para invocar solidaridad se termina disintiendo. O, por citar otro, el reciente conflicto diplomático, cuando en 2017 Qatar fue bloqueada por sus vecinos Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y la isla de Bahréin. Sin duda, cuando más se dudó que esta Copa del Mundo pudiera realizarse en el emirato qatarí.
Detrás de las acusaciones sauditas de que Qatar patrocina terrorismo y extremismo islámico, estaba también el recelo por ver a su pequeño vecino catapultado a sede de un evento de la dimensión de un Mundial y dueño de la narrativa. El denominado sportswashing o lavado de un régimen deporte de por medio, el uso del deporte como herramienta de soft power o poder blando, no ha comenzado con los qataríes, aunque desde Doha hoy se utiliza como nunca.
Vecindad complicada, con disputas territoriales y por la posesión de islas en el Golfo, herencia del pasado común de las familias reales de la región, cuando sin soñar que llegarían a ser emires peleaban por el mercado de perlas.
Finalmente, volvemos a Doha desde esa única frontera terrestre de Qatar, el resto de su mapa rodeado por agua. En nuestro camino apenas veremos asentamientos humanos, acaso alguna granja datilera o rebaños de camellos… como no sean gaseoductos y refinerías casi a donde miremos.
Qatar, tan minúsculo territorio que es del tamaño del estado mexicano de Querétaro, poquito más extenso que la isla de Jamaica, es dueño del 12.5% de los yacimientos mundiales de gas. Riqueza que ha sido acompañada por espléndidos proyectos de desarrollo, el plan 2030 pretende llegar al inicio de la próxima década sin que los energéticos sean la principal fuente de ingresos del Estado qatarí.
Una población tan concentrada en Doha como los propios estadios mundialistas. Si el 99% de los habitantes de Qatar vive en la capital o sus afueras, siete de los ocho estadios están ahí también. El más lejano es el de AlBayt de Jor, ubicado apenas 50 kilómetros al norte, atravesables en no más de 40 minutos.
Así que nos acercamos a un Mundial sin precedentes por numerosas razones. Primero, por iniciar en noviembre, medida tomada cuando a la FIFA le dio por descubrir que cada junio el clima es demasiado caliente en el Golfo (como si no pudiese saberlo al elegir anfitrión en 2010). Segundo, por ser en un país árabe y musulmán. Y tercero, por efectuarse en una ciudad y no en una nación, algo que sólo sucedió en el torneo pionero, Uruguay 1930, focalizado en Montevideo, aunque por entonces con sólo 13 participantes y 18 cotejos disputados… contra los 32 equipos y 64 duelos actuales.
Eso ayudará a desplazarse, siempre por tierra y muy cerca, a jugadores y aficionados, pero levanta preocupaciones en términos de movilidad: ¿podrá una sola ciudad, en la que ni siquiera viven tres millones de habitantes, cargar con todo un Mundial?
Qatar, la que ha importado franquicias de las mejores universidades del planeta, la que ha levantado algunos de los mejores museos, la que construye sin cesar rascacielos a más futuristas e iluminados por la noche mejor, la que apenas un año atrás sostuvo sus primeras elecciones al Parlamento o Shura, la que desde la poderosa voz de la jequesa Moza (madre del Emir) busca mejorar las condiciones de sus mujeres, la que tiene un millonario club de futbol en el que cada gol marcado en París contribuye a decorar al régimen en Doha, la que presume su incidencia cero de delincuencia y uno de los cinco mayores PIB per cápita, la que salió sorprendentemente reforzada del bloqueo de sus vecinos, la que apenas cuatro décadas atrás no era más que una serie de edificios perdidos en una península, la que no tiene más que 51 años como nación independiente, la que tiene en AlJazeera a la televisora central del hemisferio árabe, la de las masas de trabajadores foráneos que apenas comienzan a experimentar algo cercano a la libertad, la que nunca ha jugado un Mundial mas recién se ha coronado campeón de Asia… esa Qatar recibirá al planeta a partir del 21 de noviembre.
Abrirá en un estadio cuya estructura recrea las viejas casas beduinas en el desierto, única mirada al pasado de un sitio empecinado en adelantarse al futuro.
Francisco Guillermo Ochoa
Súper Memo con capa
NACIÓ EL 13 DE JULIO DE 1985
MEDALLA DE BRONCE EN TOKIO 2020
CAMPEÓN CON AMÉRICA Y STANDARD DE LIEJA
4 COPAS DE ORO CON MÉXICO
22-11-22 MÉXICO VS POLONIA
26-11-22 ARGENTINA VS MÉXICO
30-11-22 ARABIA SAUDITA VS MÉXICO
Los lunes eran especiales en el colegio Santa Mónica de Guadalajara, 22 niños apretados jugando en un patio de 25 metros. Memo alternaba portería y ataque, su equipo siempre resultaba ganador menos cuando se disputó una mini Olimpiada y se quedó sin medalla.
En una visita al Estadio Jalisco, a dos kilómetros de esa escuela, al fin asumiría que lo suyo era evitar goles y no anotarlos. Mientras comía cueritos de cerdo, Memo se ubicó detrás de la meta de Robert Dante Siboldi y decidió su vocación. Destino como arquero confirmado al recibir de regalo el uniforme de Jorge Campos en el Día de Reyes.
Por ese tiempo, su papá heredó la tortería Don Polo en la Ciudad de México, así que viajaba entre semana a la capital. Cada viernes Memo se sentaba ansioso sobre el buzón a esperar su vuelta, jugaban juntos el sábado y el domingo se despedían con tristeza. Difícil rutina, pero no para los Ochoa Magaña, donde las quejas no existían y todo se resolvía con disciplina y trabajo.
Eterno soñador, Memo imaginaba que el pasillo de su casa era el Azteca y ahí paraba alineaciones con muñecos. El Santo como guardameta, soldados G.?I. Joe en la central, una Barbie de su hermana al frente. Con semejantes testigos, rebotaba una pelota de tenis por las paredes y, sin importar dónde cayera, saltaba para atajarla.
A los 10 años le explicaron que se mudarían a la Ciudad de México. Nueva vida en la que su acento tapatío causaba burlas. Eso terminó al primer recreo. Vistos sus talentos en la cancha, sin intervalo pasó de molestado a admirado.
Sus padres, incapaces de algo a medias, le preguntaron si quería jugar formalmente. Ante la afirmación, intentaron registrarlo con los Pumas, mas no alcanzaba a llegar a entrenar tras la escuela. Entonces supieron que el América iniciaba poco después y así empezó ese camino… aunque como delantero, porque no había cupo como portero. Eso cambió en cuanto lo vieron bajo los postes.
Año con año escalaba divisiones en Coapa. Analizaba a sus compañeros para aprenderles. Se retaba con ejercicio extra. Y luego pedía a su hermana que le lanzara balones para volar por la casa, frenético como el volar del tiempo.
A los 18 años, el DT americanista Leo Beenhakker lo sorprendió en el desayuno: “serás titular; si te equivocas no es tu culpa, sino mía”. Muy nervioso, no avisó a su familia, pero al debutar descubrió una serenidad que ni él conocía: con sus rizos salvadores al aire, las Águilas ganaron.
A los 19 ya era campeón. A los 20 ya era mundialista. En cuanto a la medalla perdida en el colegio, la conquistaría en 2021 en plenos Olímpicos de Tokio.