La Inversión Extranjera Directa (IED) hacia los países en desarrollo se desplomó en 2023 a su nivel más bajo desde 2005, al sumar 435 mil millones de dólares, según el informe de “La inversión extranjera directa en retirada: políticas para revertir la tendencia” elaborado por el Banco Mundial.
Esta cifra representa una caída significativa en el contexto de las últimas dos décadas y refleja un entorno internacional cada vez más restrictivo y fragmentado, detalló el organismo.
De acuerdo con el Banco Mundial, los flujos de capital se han reducido en medio del aumento de barreras regulatorias, tensiones geopolíticas y un debilitamiento de la cooperación internacional.
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Como proporción del PIB, la IED representó 2.3% en promedio entre las economías en desarrollo, casi la mitad del nivel observado en 2008.
“La inversión extranjera está en retirada justo cuando muchos países enfrentan niveles históricos de deuda pública y necesitan con urgencia recursos para infraestructura, empleo y transición energética”, advirtió Indermit Gill, economista en jefe del Banco Mundial.
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Flujo desigual y concentración de capital
El informe también alerta sobre la desigualdad en la distribución de estos flujos: dos tercios de la inversión se concentraron en solo diez países, con China, India y Brasil a la cabeza.
En contraste, las 26 naciones más pobres del planeta captaron menos del 2% del total, lo que evidencia un rezago crítico en regiones con mayores necesidades de desarrollo.
“El capital no está llegando a donde más se necesita. Esta concentración de recursos puede exacerbar las brechas de desarrollo y limitar las oportunidades de millones de personas”, señaló Gill.
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El costo económico
Contexto: el análisis del Banco Mundial expone que las políticas restrictivas impuestas por muchos países están agravando el problema. En 2023, la mitad de las medidas adoptadas en naciones en desarrollo fueron limitantes para la IED, el nivel más alto desde 2010. Esto impacta directamente en el financiamiento de proyectos clave, desde infraestructura básica hasta mitigación del cambio climático.
Según el Banco Mundial, un aumento del 10% en la IED puede traducirse en un crecimiento adicional del 0.3% del PIB en un periodo de tres años. En países con mejor clima institucional y mayor apertura, el impacto puede ser incluso mayor, alcanzando el 0.8%.
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Frente a este escenario, el organismo plantea tres líneas de acción urgentes:
- Reducir las restricciones a la inversión extranjera.
- Mejorar el entorno de negocios y la seguridad jurídica.
- Fortalecer la cooperación internacional, incluyendo la firma de nuevos tratados bilaterales de inversión.
“El mundo necesita reglas claras y más apertura, no muros. Sin inversión, no hay crecimiento sostenido ni reducción de la pobreza”, subrayó Ayhan Kose, economista jefe adjunto.
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¿Qué sigue ahora?
El Banco Mundial participará del 30 de junio al 3 de julio en Sevilla, España, en una cumbre global acerca del tema de financiación para el desarrollo. Ahí se discutirá cómo reactivar los flujos de inversión, en especial hacia países con mayores rezagos.
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“El futuro económico de los países en desarrollo dependerá en buena medida de su capacidad para atraer capital privado. Sevilla será una oportunidad clave para generar consensos y reimpulsar la agenda de inversión global”, concluyó Kose.
