Bajo el segundo mandato presidencial de Donald Trump, Estados Unidos ha puesto en marcha operativos para deportar inmigrantes mexicanos de manera masiva, algunos incluso con residencia legal han sido deportados, pero todos los migrantes, con o sin papeles, tienen derechos que deben ser respetados, remarca Rubén Beltrán Guerrero, excónsul de México en Los Ángeles, California.
Entrevistado por La Silla Rota, Beltrán explica que los migrantes dejaron atrás su país, pero llevan una especie de maleta invisible que son sus derechos humanos y civiles, entre los cuales está el del debido proceso. Violarlo es una de las causas por las cuales las autoridades migratorias de Estados Unidos a veces pierden los juicios, cuando no tienen orden judicial o no se cumplimentan los tiempos del debido proceso para llevar a cabo la remoción de las personas.
“Es cuando se hace, como diríamos en México, al fregadazo, depórtalos en caliente”, parafrasea Beltrán al dictador Porfirio Díaz, a quien se atribuye la orden de no investigar a los acusados sino matarlos “en caliente”.
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“Eso vulnera y atenta contra los derechos de nuestros paisanos. Siempre he dicho que la lucha por los derechos de los migrantes, no necesariamente los migratorios, porque eso cada país determina quién ingresa, pero sí hay una parte en los derechos que son inalienables y eso constituye una nueva etapa por la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos o en cualquier lado”, avizora.
Entre los derechos de los migrantes que son detenidos están el de que haya un proceso como lo marca la ley para que su caso sea tratado con un juez, y tener un abogado. Tienen derecho a la asistencia consular, que el cónsul los pueda atender, visitar, escuchar, conseguir abogados si no lo tienen, así como todo tipo de llamadas con sus familias, asegurarse que estén bien atendidos, que no los traten mal y no vulneren sus derechos.
Por eso, en su periodo como cónsul Beltrán siempre opuso a que se esposara a los detenidos o que viajaran con los candados de mano, afirma.
“Los tiempos políticos distorsionan o pueden vulnerar los derechos, pero no los amoldan. Ahí están los derechos laborales, judiciales, humanos, en fin, no son pocos los que tiene nuestra gente”, enfatiza.
Pero, además, menciona que siempre se habla de los aportes económicos que los migrantes hacen, pero poco sobre la presión que viven cuando salen a trabajar y no saben si regresarán o serán deportados y cuando esto ocurre, hay vidas, familias y proyectos que son destruidos.
Recuerdos de la megamarcha del 2006
Los operativos en contra de migrantes en Estados Unidos y las protestas a causa de ello recuerdan a los de 2006, dice Beltrán, quien fue cónsul de México en Los Ángeles entre 2004 y 2008.
En sus recuerdos está el tema de las banderas mexicanas ondeando en las calles y que tanto han molestado a los conservadores estadounidenses.
Los mexicanos salieron a las calles angelinas ese año porque se discutió en la Cámara de Representantes la reforma migratoria HRR437, que endurecía la pena a personas que ingresaran de manera indocumentada. Eso generó protestas y generó gran presión para pedir reformas a las leyes de migración para legalizar a miles de migrantes.
En ese entonces George W. Bush gobernaba Estados Unidos y la última reforma que se había hecho fue desde el gobierno de Ronald Reagan en 1986.
Además, California era un terreno propicio para estas manifestaciones porque el gobernador era el republicano Arnold Scharwzenegger, que empezó su mandato con un sesgo antiinmigrante, pese a la alta presencia de ciudadanos de otros países.
Bajo ese contexto se registraron movilizaciones con cierto grado de violencia. Sin embargo, las manifestaciones evolucionaron cuando la gente se dio cuenta que no era necesario exacerbar la paranoia de la población antiinmigrante, rememora Beltrán.
“Entonces venían las protestas y los desfiles de gente vestida de blanco, con las banderas de Estados Unidos”, luego de superar el momento del periodo crítico, explica el también exdirector general para América Latina y el Caribe de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
“Me tocaron esas y otras protestas porque la población latina sindicalizada de Los Ángeles es muy politizada”, describe.
Beltrán, quien fue además cónsul general en Phoenix, Arizona, y en Nueva York, conoce el terreno y la composición de los mexicanos que residen en la ciudad californiana, sugiere que se debe actuar con cabeza fría y tejer alianzas con sindicatos, iglesias y otras organizaciones sociales, con los ‘güeros buenos’.
Recuerda que en esa época los sindicatos estaban muy cerca del movimiento, eran acompañados por la Unión Internacional de Empleados de Servicio (SEIU, por sus siglas en inglés) de Eliseo Medina, al que califica de un líder que apoyaba mucho la causa de migrantes. Otra organización aliada era la United Farmer Workers, que defendía los derechos de los trabajadores agrícolas. Una más era United Here.
“Estos sindicatos apoyaban a los trabajadores agrícolas. Nacieron del movimiento chavista de los 60, del líder y activista César Chávez. United Here nace con los trabajadores en servicios de hotelería y restaurantes”.
Otros aliados fueron las organizaciones judías, la American Jewish Committee, por ejemplo, y la Liga Antidifamación.
Otra sugerencia suya es no caer en provocaciones o actos de falsas banderas, cuando alguien le paga a una persona para que ponga una y haga disturbios para la foto.
“Ha habido casos, no digo que este lo sea”, expresa, cauteloso.
No es insurrección
Se le pregunta a Beltrán sobre si ha habido abusos en el uso de fuerza y responde que desgraciadamente sí se han visto.
“Nos ha tocado ver el uso de balas de gomas, de balas con pimienta, por eso mucho tiempo nos opusimos a militarización de la frontera”, lamenta
Beltrán también explica por qué el gobernador de California, Gary Newsom, está demandando al gobierno de Estados Unidos. Hay un acta de 1845, la Posse Comitatus, que establece que el gobierno federal no puede enviar tropas de la Guardia Nacional sin el apoyo del gobernador, a menos que haya una situación de insurrección.
“Si son protestas, no puede hacerlo y tampoco puede ponerlo simplemente a que ejecuten o participen como si fueran agentes migratorios, no pueden hacerlo, porque nadie estaba impidiendo que los agentes cumplieran con su deber”, observa.
Ahí es donde entra la estrategia, es decir, si lo que le dan al gobierno federal son fotografías de que pueden tomarse y alegarse como si fuera insurrección, es un tema que al final no va a prosperar, pero sí les da lo que están pidiendo.
“De eso piden su limosna de ese tipo de cuestiones, pero al final del día, no van a prosperar esas demandas porque esto está muy muy claramente establecido en esta acta del siglo XIX”, reitera.
Se le pregunta sí había visto algo similar. Su respuesta es que sí, en referencia a la presencia de la Guardia Nacional, pero en coordinación con los gobernadores.
“Sí, de repente nos ha tocado ver actos muy fuertes cuando revises tus archivos y veas todo lo que pasó en el 2006 y nos tocó vivir. A un lado de donde estaba el consulado, ahí en Parque MacArthur, en Los Ángeles, el mero centro de Los Ángeles y luego también en algunos de las zonas de otras zonas del centro, incluso en los periféricos o como le queramos llamar de Los Ángeles”
Confía en cónsules
El excónsul confía en los cónsules excepcionales que México tiene en Estados Unidos. En Los Ángeles, está Carlos González Gutiérrez, al que califica como un cónsul que conoce de los temas como poca gente. También alaba lo que hace Reina Torres en Chicago y Rafael Laveaga en Washington, y el papel de Vanessa Calva como directora de Protección Consular.
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“Yo tengo una enorme confianza en el cuerpo consular, no lo digo por solamente porque soy un orgulloso miembro del servicio exterior. He estado en esa trinchera, yo tuve el orgullo de pasarme casi 11 años en la trinchera de ser cónsul general en Arizona, en Los Ángeles, California, en Nueva York. Y además fui director general de protección y asuntos consulares”.
kach
