El 20 de abril de 1999 estalló la última huelga estudiantil que cimbró a la UNAM. Ese día miles de estudiantes de preparatorias, CCH’s, facultades, escuelas e institutos pararon labores y comenzó un movimiento que detuvo las actividades académicas de la Máxima Casa de Estudios durante diez meses y medio.
¿La causa? La propuesta de un aumento de cuotas por parte del entonces rector, Francisco Barnés de Castro, que en caso de haberse concretado afectaba a los sectores más desfavorecidos de los estudiantes.
La UNAM era entonces encabezada por Barnés, la ciudad gobernada por Cuauhtémoc Cárdenas y el país por el priísta Ernesto Zedillo.
La huelga cambió el entorno político del país y los planes de miles de jóvenes que perdieron prácticamente un año académico, por lo que algunos se cambiaron a escuelas privadas o a otras instituciones públicas.
Fue una huelga que comenzó de manera entusiasta y terminó por la fuerza el 6 de febrero de 2020 con el ingreso de la Policía Federal a Ciudad Universitaria para recuperar las instalaciones tomadas por los huelguistas más radicales, pues cientos de representantes de distintas escuelas, con una posición más moderada, ya habían abandonado el movimiento, al ver que pese a que ya se había retirado la propuesta del aumento de cuotas, no se devolvían las instalaciones. El anterior movimiento de huelga en la UNAM había sido en 1986.
La Silla Rota hace un recuento sobre el movimiento de 1999, qué lo originó, cómo acabó, y cómo aún es recordado.
AUMENTO EN CRISIS
Durante el décimo aniversario del estallamiento de huelga, EN 2009 estudiantes de la Facultad de Economía, que fueron de los más combativos y participativos durante el movimiento, recordaron que el 15 de marzo de 1999 las autoridades universitarias aprobaron el Nuevo Reglamento General de Pagos, incrementando las cuotas en 15 salarios mínimos (a 478 pesos) para el bachillerato y en 20 (638 pesos) para la licenciatura por semestre.
“Dicho incremento se hacía en un contexto de desempleo y profundo empobrecimiento de la población producido por la crisis económica de 1994, que tan sólo de 1994 a 1999 había hecho perder en 27 por ciento el poder adquisitivo del salario”, se pronunciaron en un documento.
La decisión tomada por las autoridades universitarias generó inconformidad entre la comunidad universitaria, que observaba sorprendida como sus oportunidades de permanecer en la UNAM se reducían permanentemente, añadió la comunidad de la facultad.
“Primero, fueron las reformas del 1997 con sus límites al pase reglamentado en bachillerato, y al tiempo de permanencia de los estudiantes; después la mercantilización y comercialización de prácticamente cualquier servicio prestado por la UNAM; y por último las cuotas semestrales. A esto se sumó el chantaje acerca de que a los universitarios ya inscritos no se les cobrarían cuotas, únicamente a las generaciones futuras, la idea de las autoridades de ‘tu no protestes, a ti no te vamos a cobrar’ indignó a la comunidad, que despertó del letargo individualista neoliberal y se lanzó a la discusión y organización de marchas, mítines, paros y como opción última, la huelga”.
Como las autoridades mantuvieron su postura, el 20 de abril de 1999 estalló la huelga en la UNAM. Miles de estudiantes, profesores y trabajadores en defensa de la gratuidad se organizaron en asambleas por escuelas y en el Consejo General de Huelga para hacer frente a las políticas educativas neoliberales que ya se implementaban de manera cotidiana, continuó el texto.
EL PLIEGO PETITORIO
Los primeros días de la huelga se desarrollaron en medio de un ambiente de camaradería y solidaridad. La defensa de la educación y la organización para impedir el aumento de cuotas unió a estudiantes que de manera espontánea acudían a los planteles universitarios a hacer guardia, mientras sus papás u organizaciones amigas les donaban agua y comida para sostener la lucha.
Era común ver a los estudiantes organizarse para repartir la comida, hacer labores de vigilancia y realizar asambleas y plantones donde participaban hombres y mujeres, estudiantes y profesores.
Se integró el Consejo General de Huelga para dialogar con las autoridades. Se elaboró el pliego petitorio que contenía los siguientes puntos:
1. Abrogación del Reglamento General de Pagos y anulación de todo tipo de cobros por inscripción, trámites, servicios, equipo y materiales;
2. Rompimiento total y definitivo de los vínculos de la UNAM con el Centro Nacional para la Evaluación de la Educación Superior, A.C. (CENEVAL);
3. Derogación de las reformas de 1997 a los Reglamentos de Inscripciones y Exámenes, con el correspondiente restablecimiento del pase automático, el respeto a la elección de carrera y la anulación del límite de tiempo en la permanencia.
4. Desmantelamiento del aparato policiaco de represión y espionaje político;
5. Congreso democrático y resolutivo para resolver de la mejor manera, con una discusión amplia e incluyente, muchos otros problemas en la Universidad, y
6. Corrimiento del calendario escolar para evitar que se perdieran días de clases.
MARIO BENÍTEZ A LOS 10 AÑOS
Cuando fue el 10 aniversario del inicio de la huelga, el profesor de la Facultad de Economía, Mario Benítez habló en uno de los varios eventos para conmemorar la fecha.
Benítez, conocido como El Gato y uno de los líderes más destacados en el movimiento, no dudó en decir que pasados 10 años el movimiento adquiría más valor histórico, ante las condiciones de desempleo que en 2009, bajo el gobierno panista de Felipe Calderón, vivía el país.
“Hoy por lo menos económicamente la huelga vale más porque si hemos sido derrotados respecto a la colegiatura, 10 años después con una inflación, el desempleo, el peso pulverizándose, el costo de estar en este lugar en bachillerato, licenciatura o posgrado sería mucho mayor”.
Cuando fue el vigésimo aniversario de la entrada de la Policía Federal, Benítez dio una entrevista a La Silla Rota donde compartió cómo vivió la huelga.
Recordó que ese 6 de febrero de 2020 fue detenido por la Policía Federal y enviado al Reclusorio Norte, acusado de terrorismo.
Permaneció ahí poco más de cuatro meses recluido y afirmó que fue gracias a las movilizaciones del propio movimiento después del 6 de febrero que salió libre. Hubo estudiantes y padres de familia que organizaron marchas para pedir que los liberaran a ellos y a los cerca de mil estudiantes y maestros presos. Hubo una en especial de padres que se crucificaron en CU.
“El 6 de febrero detienen a todo el CGH, estábamos en una sesión en el auditorio Che Guevara. Era el auditorio de todos, no es lo que tenemos ahora desgraciadamente, y nos sacan a todos. A mí me conducen en una camioneta especial, resguardado, hay un helicóptero y dos patrullas adelante y dos atrás, motociclistas, llegó a la Procuraduría General de la República en Revolución, de ahí me trasladan al Reclusorio Norte. Evidentemente yo estaba confiando en un movimiento porque la masa está presente. De hecho a este movimiento le debo la libertad”, recordó en aquella entrevista, en febrero de 2020.
No dejó pasar la oportunidad para decir que sí estuvo en la cárcel, pese a que había algunas personas que afirmaban que nunca estuvo ahí.
“Siempre estos rumores, gente muy mal intencionada que señala que no estuve en la cárcel o que no pasé ni un día. En fin, tonterías, es lo de menos, estuvimos en prisión. No me arrepiento de lo que hicimos, es muy importante. Es un movimiento triunfante y no dejó a ningún preso político. El 7 de junio salimos todos de prisión, salí el último día con Alejandro Echavarría Zarco El Mosh y Alberto Pacheco El Diablo y Jorge Martínez Valero, y del lado femenil con Leticia Contreras y Guadalupe Carrasco. No hay lucha ni victoria indolora. Lo logramos y estamos firmes y convencidos de lo que hicimos”, reiteró.
LETRA MUERTA
En la entrevista reconoció que el reglamento no se derogó, pero el tema de las cuotas se volvió letra muerta, un tabú desde entonces, incluso algunos destacados universitarios que votaron aumentarlas, luego les dio por apoyar la educación gratuita, por lo que la gratuidad está garantizada y el costo que se pagó valió la pena, remarcó en esa ocasión.
También se refirió a las críticas de quienes apoyaron el movimiento pero que al alargarse este, lo abandonaron y se fueron a otras escuelas para no perder un año, o incluso de quienes permanecieron en la UNAM pero con la amargura de terminar la carrera un año después.
“No hay un movimiento indoloro, hubo un costo que pagar, el más caro fue la vida de nuestra compañera Marta Alejandra –atropellada en una marcha- del compañero Renato en Naucalpan –atropellado cuando iba a una manifestación-, pero hay un sector que estuvo con nosotros que no terminó la lucha, que a mitad del movimiento decidió retirarse porque consideró que era una victoria e incluso hubo algunos reclamos de sectores más acomodados que tuvieron que cambiarse de universidad y quizá con cierta amargura pudieran reclamarnos.
“Yo a esos sectores les digo: la lucha se ganó, sí tuvimos que dar una cuota de sacrificio. Pero hoy podemos decir, incluso a esos sectores que quizá sus hijos estén en la universidad y están porque en la lucha se triunfó, ganó y era para un bien social, no era individual, era para un pueblo que merece educación porque la paga y la costea y este triunfo se lo dedicamos a ese pueblo que finalmente es quien costea esa educación”.
Benítez fue entrevistado a inicios de 2020, y ya meses antes, desde el 2019 habían empezado a organizarse por parte de estudiantes, de manera desarticulada cierres de planteles de distintas escuelas para exigir sanciones a abusos y acosos sexuales y mayor seguridad.
Pero Benítez pronosticó entonces que los movimientos no se parecían a la huelga del 99.
“No hay similitud con lo que está pasando ahorita. Hace 20 años el paro era con asambleas, discusiones, había foros, conferencias, todo el tiempo se estuvo discutiendo. No se expulsa a la masa, al contrario se le integra, se le dan tareas de agitación, de propaganda, la causa es legítima y está respaldada por horas y horas de discusión por una asamblea con delegados y actualmente vemos un paro que no está legitimado por asambleas, no es un paro auténtico.
“No nos encapuchábamos, dábamos la cara, no cambiamos nuestro nombre, escribíamos las peticiones, no las cambiábamos a cada rato. Era un ambiente de lucha de masas organizadas en asambleas y horas y horas de debate y eso está ausente en este tipo de eventos donde no tienen esta tradición de incorporar. Es una lucha que yo no la caracterizo como un movimiento, sino como algo que está abordando un tema relevante pero sin la organización, sin la masa y legitimidad que todo movimiento debe tener a través de las asambleas”.