La inclusión de las mujeres en los espacios de política ha tenido impacto en las democracias de América Latina, pero ¿qué avances hay para las mujeres en la participación política?
De acuerdo con el artículo “Más mujeres, mejor democracia” por Kristin Langguth publicado en Diálogo Político, en las últimas décadas la participación de las mujeres ayuda a mejorar la calidad de las democracias, porque una democracia eficaz necesita la participación de mujeres y hombres en los procesos de toma de decisiones políticas.
Por ello, en México y en los países latinoamericanos, los procesos democráticos de la actualidad requieren de la participación de las mujeres, no solo como ciudadanas que votan y son votadas, sino también como parte de la organización de los procesos electorales.
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No obstante, la presencia de las mujeres en la política no fue siempre una realidad; se necesitó la lucha de mujeres feministas comprometidas con los derechos políticos de las mexicanas para hacer de la inclusión de las mujeres una realidad. Esto mismo sucede con los movimientos feministas que lucharon en Latinoamérica por los derechos políticos de las mujeres.
Latinoámerica y la paridad de género
Desde una perspectiva externa, la realidad de la participación de las mujeres en la política latinoamericana no parece tan sombría, pero ¿realmente se refleja la participación de las mujeres en las decisiones políticas?
En los últimos años, se ha visto a pocas mujeres han ocupado la presidencia de sus países. Actualmente son solamente dos —Dina Boluarte en Perú y Xiomara Castro en Honduras—. Un gran número de países también han introducido diversas reformas para mejorar la equidad de género en los Parlamentos desde la década de 1990.
Según datos de la Unión Parlamentaria Internacional de febrero de 2023, un 34,9% de los miembros de los parlamentos nacionales de América son mujeres, más que en Europa (31,1%) y que en cualquier otra región del mundo. En la actualidad, algunos parlamentos nacionales se acercan o incluso superan el 50%. No se trata sólo de parlamentos autoritarios de fachada como en Cuba o Nicaragua, sino también de parlamentos elegidos en sistemas competitivos como en México (50%) o Costa Rica (47,4%), donde hay un muy notable acuerdo entre partidos de distinta tendencia de construir una democracia paritaria.
Sin embargo, en el caso de México, aunque cumple con los parámetros de la paridad de género en la inclusión de mujeres y otros grupos históricamente discriminados, las decisiones importantes en las políticas públicas no se ven reflejadas en la realidad de las mexicanas. En abril de 2022, la organización México Evalúa mostró un subejercicio en los programas o la falta de entrega de recursos, como el caso de los Refugios para Mujeres violentadas.
Frente a ello esta organización no gubernamental sostiene con precisión y cifras, que a la llegada del 4º año de esta administración, "las mujeres no son prioridad a pesar de que el 21 de noviembre de 2019 el presidente Andrés Manuel López Obrador firmó un acuerdo para la igualdad, con 6 estrategias que sólo quedaron en papel mojado", de acuerdo con Sara Olvera, columnista en La Cadera de Eva.
Esta falta o recortes de recursos a programas o políticas públicas enfocadas exclusivamente a las mujeres, sobre todo aquellas que son madres o jefas de familia, limitan las políticas que promueven que las mujeres cuenten con más tiempo fuera de las tareas de cuidado no remuneradas, y puedan en consecuencia insertarse en el mercado laboral, menciona en su discurso sobre labores de cuidados la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, Nadine Gasman Zylbermann.
El papel de los partidos políticos en la inclusión de mujeres
La cuestión de cómo lograr una participación igualitaria de las mujeres en los procesos de toma de decisiones políticas sigue rondando la agenda de la región, aunque ciertamente no en los principales titulares. Los partidos políticos tienen una responsabilidad esencial que desempeñar en este sentido. Son instrumentos cruciales que promueven cambios en la sociedad. Los partidos son el espacio por excelencia donde se debe garantizar la igualdad, pero falta mucho por hacer.
El debate sobre las cuotas femeninas está presente en el seno de partidos de todas las tendencias políticas, pero se genera de formas diferentes y con resultados diversos. Mientras que, por un lado, cada vez más leyes aspiran a la paridad, en muchos partidos existen fuerzas inerciales que actúan en detrimento de las mujeres.
A menudo, los partidos se limitan a admitir mujeres solo para alcanzar la cuota prescrita por la ley. Esto se ve acentuado por el hecho de que las mujeres políticas demasiadas veces siguen teniendo poco poder político real dentro de los partidos, dejándolas fuera de las decisiones importantes.
Los partidos de centro y centroderecha de la región se enfrentan repetidamente al reto de abordar positivamente la cuestión de la igualdad política y ofrecer así un contrapeso a las fuerzas situadas a la izquierda del espectro, que a veces adoptan un discurso fuertemente feminista que se apropia de la bandera de la igualdad de género, aunque también con resultados y efectos diversos. La izquierda trata de construir una hegemonía cultural respecto a estos temas que las fuerzas moderadas deben romper encontrando sus propias respuestas, desde la libertad, el pluralismo y la democracia.
¿Más mujeres, más igualdad y participación?
Es importante comprender que la aplicación de políticas en favor de una representación más igualitaria entre hombres y mujeres no es, en última instancia, más que la punta del iceberg. Una punta que no oculta que bajo el agua hay otra gran masa de hielo difícil de trabajar, de acuerdo con el artículo de Diálogo Político.
“Hará falta tiempo para que se derritan los estereotipos, las imágenes misóginas y, sobre todo, la desconfianza hacia las mujeres que ocupan cargos políticos, pero el cambio no tiene freno”, explica.
Solo los partidos que incorporen más y mejores espacios de integración plural con una promoción más decidida de la igualdad en sus espacios de conducción y representación podrán estar aptos para los desafíos de la democracia del siglo XXI. Así, con más mujeres habrá mejor democracia, siempre y cuando también se apliquen políticas públicas con perspectiva de género y/o perspectiva feminista.