Los sobornos que entregaba el Cártel de Guadalajara a la Policía Judicial de Jalisco, así como la Dirección Federal de Seguridad (DFS), no solo permitieron al grupo criminal, comenzado por Caro Quintero, alquilarlos como meseros, choferes, escoltas o informantes.
Documentos judiciales relatan que la corrupción al interior de ambas corporaciones fue primordial para tener informes de distintos agentes que se oponían a los intereses del cártel, entre ellos Enrique Camarena Salazar, el “Kiki”, por quien pagaron 50 mil pesos para secuestrarlo.
Los expedientes públicos a los que tuvo acceso La Silla Rota, mencionan que la Secretaría de Gobernación, en ese entonces bajo el mando de Manuel Bartlett Díaz, así como el entonces gobernador de Jalisco, Enrique Álvarez del Castillo, tenían conocimiento de la protección que recibía la cúpula del Cártel de Guadalajara.
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Por lo menos, entre los años de 1980 y 1984, la cúpula criminal del cártel recibió protección de diferentes elementos de ambas corporaciones a los que entregaban hasta un millón de pesos mensuales.
Este relato está basado en el testimonio del policía judicial que participó en el secuestro del “Kiki” Camarena, así como en la declaración del chofer y escolta de Enrique Fonseca Carrillo, “Don Neto”, un comandante que cambió la escuela de comercio por las armas de fuego.
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EL CONTADOR QUE SE VOLVIÓ CHOFER
Una semana después de que encontraran en la comunidad de la Angostura, municipio de Vista Hermosa, los cuerpos del agente de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), así como del piloto Alfredo Zavala Avelar, la estructura del Cártel de Guadalajara se comenzó a desmoronar.
La captura de distintos agentes de la Policía Judicial de Jalisco fue dando las piezas de un rompecabezas al Ministerio Público de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), a través de los interrogatorios a distintos policías judiciales.
Uno de esos testimonios fue el de Víctor Manuel López Razón. A las 16:20 del 14 de marzo de 1985, el entonces jefe del Grupo de Homicidios narró que en el año de 1969 finalizó sus estudios en la Escuela de Comercio de Guadalajara, Jalisco, grado académico que le permitió laborar como contador en una imprenta hasta 1979.
Después de ese trabajo obtuvo uno más en una embotelladora, como auxiliar de costos, así como en una “llantera”, en el que no especifica el puesto. Durante ese periodo, describió al Ministerio Público, que vio una convocatoria para formar parte de la Policía Judicial, oportunidad que no desaprovechó.
“En 1980, al darse cuenta de una convocatoria publicada en el periódico, se inscribió en los cursos de capacitación para Agentes de la Policía Judicial del Estado, los cuales terminaron en septiembre del mismo año, fecha en que inició sus servicios como agente de segunda de la Policía Judicial, adscrito a la División de Homicidios”.
Durante cuatro años perteneció a la misma sesión, hasta que en agosto de 1984 fue ascendido a Jefe de Grupo de Homicidios, lo que le permitió tener bajo su mando a ocho elementos.
En los siguientes años, conforme fue ascendiendo presenció diferentes incidentes, como el asesinato de un elemento de la Secretaría de Gobernación y distintas personas a menos de policías judiciales.
El futuro era prometedor para Víctor Manuel López Razón y más cuando conoció y comenzó a relacionarse con el Subdirector de la policía Judicial del Estado Juan Manuel Torres Barajas, quien le comenzó a asignar casos y encargarle “algunos trabajitos”.
Durante ese periodo también comenzó a recibir hasta 300 mil pesos de parte de algunos de sus compañeros, situación que nunca reportó a sus mandos.
“El declarante no comentó lo sucedido con sus superiores, gastándose el dinero en ropa y alimentos para el emitente y su familia”.
La inminente corrupción al interior de la cooperación era evidente, lo que poco a poco llevó a Víctor Manuel López Razón a aceptar distintos “regalitos” y propuestas de de algunos subjefes y jefes entre ellos, Gabriel González González, Comandante de Homicidios, quien una tarde de noviembre de 1984, lo llevó con Ernesto Fonseca Carrillo.
“Por noviembre de mil novecientos ochenta y cuatro, su Gabriel González González le indicó que lo acompañara a visitar a unas personas, abordando el vehículo (sic), modelo mil novecientos ochenta, propiedad del Comandante, de procedencia norteamericana, que, durante el recorrido González González, le manifestó que las personas que iban a ver eran amigos de él y que ‘si no se metían con ellos, ellos tampoco se meterían’ con el dicente y Gabriel González”.
“Que cuando llegaron a la casa mencionada el de la voz se dio cuenta que era la casa de Ernesto Fonseca a que se ha referido; que Fonseca, les dio un trago y el Comandante González, recomendó al declarante con el propio Ernesto Fonseca diciéndole que se trataba de una persona ‘seria’ y que estaba dispuesta a ayudarlos brindándole protección personal”.
Ernesto Fonseca "Don Neto"
Al aceptar ser el escolta de Ernesto Fonseca Carrillo, Víctor Manuel López Razón fue ganando la confianza del narcotraficante, lo que le permitió organizar bodas y fiestas en las que acudía la cúpula del cártel, así como diferentes políticos y mandos judiciales.
Alimentos gourmet, así como bandas y mariachis fueron el sello de esas reuniones en una hacienda ubicada en la comunidad de Puente Grande.
“Le encargó comprara la carne, las cervezas y alquilara las sillas, mesas y vajillas para la fiesta que se celebró dos días después, entregándole al efecto trescientos mil pesos que la fiesta de la boda se celebró aproximadamente por el día 10 de diciembre de 1984, en la Hacienda referida; dándose cuenta el dicente por los gastos tan fuertes que se realizaron en la fiesta y por encontrarse la mayoría de los invitados armados con armas de alto poder calibres 762, tipo metralletas, y por el respeto con que trataban a Ernesto, pensó que se trataba de un narcotraficante lo cual ratificó cuando otros compañeros de la Policía Judicial del Estado se lo informaron, en la misma fiesta, que quien le hizo estos comentarios fue el Comandante de la Sección de Robos, de la Sección de Homicidios y los Agentes de la Policía a su mando, entre otros”.
Una segunda reunión, que narra Víctor Manuel López Razón, se llevó a cabo días después. La fiesta, como ya se acostumbraba fue atendida por los policías judiciales y amenizada con mariachis y bandas, pero a diferencia de las anteriores, a esta llegaría Miguel Ángel Félix Gallardo.
“El dicente les advirtió (compañeros) que se trataba de un narcotraficante, pero que les daba buena “feria”; que estuvieron en esa fiesta la cual se desarrolló igual que la anterior con personas armadas y derroche de dinero, que también duró hasta las quince horas del día siguiente, que en la misma forma que la fiesta anterior Ernesto les entregó cien mil pesos al dicente a sus elementos, así como los agentes pertenecientes a su grupo, que aclara en esa ocasión no fue (…), que en esta segunda fiesta el dicente oyó nombrar en varias ocasiones a los invitados a un tal Feliz Gallardo y en particular le preguntaban a Ernesto por él; que el declarante se enteró por comentarios que Ernesto Fonseca es compadre de Rafael Caro Quintero”.
La bonanza del cártel fue aceptada por Víctor Manuel López Razón, quien junto con los elementos de la sesión de Homicidios que tenía bajo su mando continuaron recibiendo sumas de hasta 150 mil pesos, cada uno, por parte de Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto".
Aunque la entrega de dinero era continua, asegura, en su declaración que el dinero que recibía él o el personal a su mando, era inferior al que recibía Gabriel González González, comandante de Homicidios.
“Fonseca Carrillo le daba buena lana al comandante Gabriel González y se hablaba de cantidades de quinientos mil pesos y de un millón de pesos y de un, que le entregaba Fonseca esporádicamente cada mes o cada dos meses”.
Ernesto Fonseca "Don Neto"
PAGARON 50 MIL PESOS
Parte de los expedientes que se integraron por el secuestro y homicidio Enrique “Kiki” Camarena, agente de la DEA, incluyen el de Gerardo Ramón Torres Lepe, durante esos años, un elemento de la Policía Judicial de menor rango, quien participó en la privación ilegal de “Kiki”.
Torres Lepe, uno de los cinco sicarios que secuestraron al agente de la DEA, relata en su declaración ante el Ministerio Público que comenzó a realizar actividades para el cártel por órdenes de su jefe Víctor Manuel López Razón.
“La declaración ministerial de Gerardo Ramón Torres Lepe quien en la época de los hechos desempeñaba el cargo de Policía Judicial del Estado de Jalisco, bajo el mando del Jefe de Grupo de Homicidios Víctor Manuel López Razón y entre otras cosas, expresamente reconoció que fue comisionado por éste para auxiliar en protección y vigilancia a Ernesto Fonseca compadre de Rafael Caro Quintero”.
Al presentar su testimonio sobre los hechos, Gerardo Ramón Torres Lepe, contó al Ministerio Público que días antes del secuestro de “Kiki” Camarena, comenzó a servir a Ernesto Fonseca Carrillo, por órdenes de su jefe.
Kiki
En su declaración narra parte del secuestro de Enrique Camarena, así como la participación que tuvo cada uno de los cinco implicados.
“Que el día cuatro de febrero de mil novecientos ochenta y cinco, estaban en el domicilio del mencionado Jefe de Grupo y éste le ordenó que prestara auxilio a Ernesto Fonseca “para un trabajito que iban a hacer”; que el día siete siguiente, ya incorporado al grupo de personas que servían a Ernesto y a Caro Quintero , al medio día les indicaron que se trasladaran a bordo de un vehículo color crema, de la marca Volkswagen Atlantic a Manuel Ramírez Razo, José Luis Gallardo Parra, Jorge Fonseca Uribe y Gerardo Ramón Torres Lepe, al sitio donde se encontraban las oficinas del consulado norteamericano; que al llegar se estacionaron en la acera derecha de la calle (…) y permanecieron allí hasta las catorce horas con veinte minutos, momento en que “El Güero” les manifestó que la persona que estaban esperando ya había abandonado el edificio del consulado, la que recuerda que vestía un coordinado color azul claro; que se le acercaron los cinco que ocupaban el vehículo y Samuel le mostró una credencial al parecer de la Dirección Federal de Seguridad y le dijo que los acompañara con el fin de que platicara con su Comandante”.
Después de subirlo a la fuerza al vehículo, llevaron a “Kiki” a una casa en Lupe Vega 81, colonia Jardines del Bosque, en Guadalajara, donde fue entregado a Rafael Caro Quintero.
“No recelando nada dicha persona por motivo de la credencial que le habían enseñado”; que el (…) se puso al volante, en el asiento delantero del lado derecho “El Güero”, en el asiento posterior, del lado derecho “El Güeron” (sic), en seguida Gerardo, después José Luis y él sobre las piernas de los dos últimos; que se dirigieron hacia la casa propiedad de Rafael Caro Quintero y una vez en su interior entregaron a éste a Camarena”.
Las investigaciones sobre el caso, así como la presencia de agentes de Estados Unidos y de la Ciudad de México en Guadalajara, llevaron a los policías judiciales, entre ellos Gerardo Ramón Torres Lepe que participaron en el secuestro de “Kiki” Camarena, a ponerse nerviosos y a confesar a sus compañeros su participación el crimen, así como el dinero que recibieron del cártel.
Caro Quintero
“Que después se incorporó al Grupo de la Policía Judicial del Estado y le comentó lo sucedido a su compañero (…) y posteriormente a su Jefe de Grupo Víctor Manuel López Razón, a quien le dijo que él y cuatro personas más habían privado de la libertad a una persona del consulado norteamericano y se la habían entregado a Rafael Caro Quintero, que días más adelante recibió de manos de Ernesto Fonseca la cantidad de cincuenta mil pesos como gratificación o pago por su participación en los hechos, entregándole al Jefe de Grupo Víctor Manuel López Razón 10 mil pesos”.
Ambos testimonios forman parte de las evidencias que el gobierno de Estados Unidos presentará para extraditar a Rafael Caro Quintero, quien es acusado del homicidio de "Kiki" Camarena. Hasta el momento el capo continúa a la espera de la audiencia en la que un juzgado definirá si le concede un amparo para evitar su entrega a los Estados Unidos.