Estados Unidos se encuentra peligrosamente mal preparado para los conflictos que podría enfrentar en el futuro, según el consenso creciente entre expertos en defensa, quienes señalan que los oponentes tradicionales, como grupos terroristas o Estados con ejércitos más pequeños, han dado paso a nuevas y complejas amenazas.
La naturaleza de la guerra está cambiando radicalmente, señala el medio estadounidense The New Yorker, al afirmar que EU está pasando por una etapa de "fragilidad militar" por su dependencia a costosas armas tradicionales y la fragilidad de sus cadenas de suministro, así como la necesidad de una rápida adaptación tecnológica y estratégica para competir con rivales como China
Entre los cambios más importantes en los que EU se está quedado corto en esta nueva era bélica, destaca el desarrollo de enjambres de drones y los desafíos logísticos, éticos y de interoperabilidad que surgen con la autonomía militar. Los grupos insurgentes se han vuelto capaces de desplegar enjambres de drones armados baratos y producidos en masa.
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La guerra en Ucrania ha sido un claro ejemplo, demostrando cómo un ejército con menos recursos puede desestabilizar a un adversario más poderoso mediante el uso ágil de drones comerciales equipados con explosivos. Estos drones, muchos de los cuales cuestan tan solo quinientos dólares, pueden destruir objetivos que valen millones, y se han convertido en un factor clave, infligiendo alrededor del ochenta por ciento de las bajas rusas en hombres y material desde principios de 2024.
El Viceministro de Defensa ucraniano, Oleksandr Kozenko, ha hablado de una auténtica "revolución industrial" de los drones, con Ucrania produciendo millones de estos aparatos.
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Por otro lado, se enfrenta al ascenso de China, un "competidor a la par" que, según algunas medidas, ha superado a EU como fuerza militar. China ha superado a EU en tamaño de su marina, aunque no en tonelaje, y su capacidad de construcción naval es más de doscientas veces mayor que la estadounidense.
También han desarrollado cientos de misiles antibuque, conocidos como "asesinos de portaaviones", que pueden alcanzar velocidades hipersónicas y realizar maniobras evasivas, haciéndolos casi imposibles de interceptar.
La paradoja es que, durante décadas, las fuerzas armadas estadounidenses han dependido de armas altamente sofisticadas y súper caras, como portaaviones de propulsión nuclear y cazas furtivos, que tardan años en diseñarse y cuestan miles de millones de dólares.
Un solo F-22, considerado el mejor caza furtivo del mundo, cuesta 350 millones de dólares, y un portaaviones USS Gerald R. Ford cuesta 13 mil millones y tarda una década en construirse. Los expertos advierten que esta estrategia ya no es viable.
Deficiencias en el sistema de adquisición y cadena de suministro
El sistema de adquisición moderno de EU favorece estas armas caras y producidas en pequeñas cantidades. Este proceso se volvió más "regular y reglado" después de la Segunda Guerra Mundial, bajo líderes como Robert McNamara, lo que llevó a una disminución de la innovación y la competitividad.
A diferencia de la época de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos armaba a su propio ejército y a sus aliados y convertía fábricas de automóviles para la producción bélica, la base industrial de defensa se ha reducido drásticamente. La capacidad de producción de submarinos, por ejemplo, es de solo uno al año.
Esta limitada capacidad de producción y el alto costo de las armas a menudo restringen las opciones del gobierno. La reposición de misiles Javelin y Stinger enviados a Ucrania tomará años debido a la producción lenta.
Además, existe una peligrosa dependencia de cadenas de suministro internacionales, con muchos componentes esenciales de armas estadounidenses siendo subcontratados a adversarios. En 2024, un estudio de Govini, una empresa de software contratada por el Pentágono, encontró que casi 45,000 proveedores tenían su sede en China, incluyendo partes críticas para el bombardero B-2, el misil Patriot y los submarinos de clase Ohio.
"En caso de conflicto, los chinos podrían cortarnos el suministro", advirtió un alto vicepresidente de Govini. Países como Rusia y Ucrania, por el contrario, han intentado mitigar este riesgo desarrollando capacidades locales para la fabricación de componentes críticos.
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Retos internos: burocracia y coordinación
Más allá de los problemas de producción y suministro, el ecosistema de poder espacial de EU también muestra fragilidad. La base industrial de defensa se ha consolidado fuertemente, con un número decreciente de contratistas principales, como Lockheed Martin o Boeing, controlando una parte creciente de las capacidades estratégicas. Esta dependencia de unas pocas empresas ha llevado a sobrecostos, retrasos en la producción y un apalancamiento de los proveedores.
La inercia burocrática obstaculiza el sistema de adquisición del Pentágono, con procesos de contratación complejos y rivalidades entre servicios que socavan el desarrollo de capacidades conjuntas.
Un objetivo conocido como JADC2 (Joint All-Domain Command and Control) busca superar el problema de que las ramas militares y agencias federales no cooperan sin problemas, con sus propias redes de comunicación separadas que impiden la comunicación directa entre barcos de la Armada y aviones de la Fuerza Aérea, o incluso entre diferentes tipos de aviones.
Un exfuncionario del Senado lamentó que "la Fuerza Aérea no trabajará con la Armada" y que "la NSA no trabajará con nadie". Este problema es más cultural que tecnológico. La velocidad de decisión y ejecución es crucial en la guerra moderna, y los sistemas actuales son demasiado lentos para el ritmo de un conflicto de alta intensidad.
La transformación necesaria: drones, IA y agilidad
Frente a esta situación, la guerra en Ucrania ha demostrado la urgencia de una transformación. Ucrania ha inventado una "nueva forma de guerra", utilizando drones baratos y en masa para enfrentar a un adversario más grande y rico. La clave del éxito ucraniano ha sido la rápida iteración y la continua mejora de software y componentes directamente en el campo de batalla. Oleksandr Yakovenko, fundador de TAF Drones, produce alrededor de mil drones al día a bajo costo.
En Estados Unidos, figuras como Palmer Luckey, cofundador de Anduril, están impulsando un enfoque similar, buscando crear armas baratas, producidas en masa y definidas por software, con su valor principal en su sistema operativo, o "cerebro". Luckey concibe sistemas autónomos, como el submarino no tripulado Dive-XL que puede fabricarse "en cuestión de días", y el jet sin piloto Fury, entrenado con maniobras de "Top Gun".
La compañía ha ganado miles de millones en contratos de defensa, y el Pentágono ha lanzado la iniciativa Replicator en 2023 para producir drones aéreos y marítimos en masa para disuadir la acción militar china en Asia.
La Inteligencia Artificial (IA) se considera el "corazón palpitante" de la guerra futura. Anduril está desarrollando el sistema Lattice, que puede sintetizar grandes cantidades de datos para identificar y rastrear objetivos en tiempo real, guiando armas desechables de producción masiva.
La IA también es clave para permitir que los sistemas de armamento operen de forma autónoma cuando los enlaces de datos se cortan, una lección aprendida en Ucrania.
Sin embargo, el prospecto de drones armados limitados solo por la IA plantea preguntas inquietantes sobre el control y las decisiones automatizadas. Israel ha utilizado programas de IA como Lavender y Gospel para identificar y verificar objetivos en Gaza, si bien la transparencia sobre cómo funcionan estos algoritmos es limitada y ha generado preocupaciones éticas sobre las bajas civiles y la "caja negra" de la IA.
La velocidad y la adaptabilidad son ahora más importantes que la mera superioridad técnica. El general indio Anil Chauhan afirma que "ganará quien sea más rápido en adaptarse, observar, decidir y ejecutar, no quien tenga la mejor tecnología".
La integración de investigación y desarrollo, espíritu empresarial, academia y la simplificación de procesos es clave para una ventaja duradera. Además, la guerra futura no solo se librará en tierra, mar y aire, sino también en el ciberespacio, el espacio exterior y las profundidades oceánicas.
El dominio del ciberespacio y el desarrollo de la computación cuántica, capaz de descifrar códigos inviolables, introducirán nuevas formas de disuasión y "acceso desigual a la información total".
La fragilidad militar de Estados Unidos se manifiesta en su arraigada burocracia, su dependencia de un sistema de adquisición obsoleto que favorece lo costoso y lento, y la vulnerabilidad de sus cadenas de suministro.
Para superar estos desafíos y mantener su preeminencia militar, EU necesita una reinvención sistémica que abrace la innovación ágil, la producción en masa de sistemas de bajo costo y una mayor integración tecnológica y operativa. Como lo expresó el analista Daniel DePetris, el problema no es la falta de equipo, sino "cómo lo ha utilizado en campañas anteriores".
¿Por qué es relevante el tema?
La fragilidad militar de Estados Unidos frente a la guerra del futuro es un tema de gran relevancia geopolítica y estratégica. En un entorno donde el conflicto armado evoluciona rápidamente hacia tecnologías más ágiles, baratas y autónomas, como los drones en enjambre, la inteligencia artificial y las operaciones cibernéticas, la estructura tradicional del poder militar estadounidense muestra signos de obsolescencia.
Su dependencia de sistemas de armamento altamente sofisticados, costosos y de lenta producción, junto con cadenas de suministro internacionales vulnerables, lo coloca en desventaja ante adversarios que ya están adaptando sus capacidades a este nuevo paradigma.
Naciones como China están invirtiendo agresivamente en tecnologías emergentes, priorizando la rapidez, la producción en masa y la capacidad de saturar al enemigo con sistemas automatizados de bajo costo. Mientras tanto, el Pentágono enfrenta retos presupuestales, burocráticos y logísticos que dificultan la transformación de su doctrina militar y su infraestructura industrial.
Esta brecha entre la concepción tradicional de superioridad militar y las exigencias del campo de batalla moderno puede resultar crítica en un conflicto de alta intensidad.
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La importancia del tema radica en que el liderazgo estratégico global de EU podría verse comprometido si no moderniza su pensamiento y sus sistemas militares. La guerra del futuro será más impredecible, multidominio y tecnológica. La agilidad, la resiliencia y la innovación continua serán factores decisivos para prevalecer.
Analizar esta fragilidad no solo es clave para comprender los riesgos actuales, sino también para impulsar un debate sobre las reformas urgentes que deben aplicarse. La seguridad nacional y el equilibrio de poder global están en juego, y la capacidad de adaptación será el eje que determine quién dominará los conflictos por venir.
VGB
