En medio de los pantanos del sur de Florida, entre caimanes, pitones y tierras ancestrales, ha surgido una instalación que recuerda uno de los episodios más oscuros del sistema penitenciario estadounidense: Alcatraz. Pero esta vez no se trata de mafiosos ni delincuentes de alto perfil, sino de migrantes. La nueva prisión ha sido apodada “el Alcatraz de los Caimanes”, y promete tanto aislamiento como polémica.
La referencia no es casual. El centro de detención, ubicado en un aeropuerto abandonado en el corazón de los Everglades, está rodeado por un ecosistema inhóspito: aguas estancadas, calor extremo, depredadores naturales y una distancia considerable de cualquier centro urbano. Para sus promotores —entre ellos el ex presidente Donald Trump y el gobernador de Florida Ron DeSantis— el entorno es una "disuasión natural" para evitar la fuga de quienes sean detenidos por ingresar sin documentos a Estados Unidos.
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Una prisión en el pantano
Construida en menos de 60 días con fondos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), esta instalación tiene capacidad para albergar hasta 5,000 personas. Fue concebida como una solución “temporal” para lidiar con el aumento de cruces fronterizos tras el endurecimiento de políticas migratorias bajo el nuevo mandato republicano.
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Sin embargo, lo que comenzó como una solución táctica se ha convertido en el centro de una fuerte controversia. El terreno elegido se encuentra dentro de zonas reclamadas por la comunidad indígena mikasuki, quienes denuncian la violación de territorios sagrados. Ambientalistas también han alzado la voz por la amenaza que representa para especies protegidas como la pantera de Florida y el murciélago bonetero.
Alcatraz vs. Alcatraz de los Caimanes
Reacciones cruzadas
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha exigido públicamente que todos los ciudadanos mexicanos detenidos en ese centro sean repatriados de inmediato. ONG internacionales han calificado la instalación como “un campo de concentración moderno”, mientras que organizaciones locales lo denuncian por “trato inhumano” y condiciones climáticas extremas que violarían tratados internacionales.
Pese a las críticas, el gobernador DeSantis y el fiscal James Uthmeier han defendido el proyecto como “necesario, eficaz y económico”. “Si alguien piensa escapar, tendrá que enfrentarse a los caimanes primero”, dijo Uthmeier en una rueda de prensa, en un tono que muchos consideraron burlón.
¿Aislamiento como disuasión?
El ex presidente Donald Trump fue más lejos: en un evento reciente bromeó que se enseñaría a los migrantes a “correr en zigzag para escapar de los caimanes”, lo que —según él— aumentaría “su probabilidad de supervivencia en un 1%”. La frase provocó tanto risa entre sus seguidores como indignación internacional.
Mientras tanto, los primeros migrantes ya han sido trasladados al centro. Las imágenes filtradas muestran largas filas bajo el sol, vigiladas por agentes armados, entre carpas de lona y alambradas improvisadas.
Impacto ambiental y cultural
El centro se construyó sin estudios de impacto ambiental, lo que ha generado preocupación por los efectos irreversibles que pueda causar sobre uno de los ecosistemas más delicados de América del Norte. Se estima que más de 2,000 especies —algunas en peligro de extinción— habitan la zona.
Por su parte, los mikasuki y los seminolas consideran esta construcción un acto de profanación, y han interpuesto demandas en tribunales estatales y federales para detener su expansión.
Contexto: durante su visita el 1 de julio de 2025, Trump sostuvo que los migrantes serían disuadidos por la fauna del lugar. En tono jocoso, dijo:
“Les vamos a enseñar a huir de un caimán. No corran en línea recta, no corran en zig-zag… quizá así sube su supervivencia un 1?%”.
Se mostró orgulloso de la “seguridad natural” que aportan caimanes y pitones, reforzando la idea de una cárcel inexpugnable
¿Por qué es importante el tema del “Alcatraz de los caimanes en la migración?
Como estrategia política, se enmarca en la política dura de Trump y DeSantis, con énfasis en deportaciones masivas, uso de emergencia estatal y aislamiento físico para desalentar el cruce de migrantes.
Sobre los derechos humanos que están en juego, críticos advierten que se trata más de un "campo de concentración moderno", con condiciones riesgosas para detenidos sin condena.
Además, alertan del impacto ambiental y cultural, ya que se levantó sin revisión ambiental ni consulta a comunidades indígenas, y puede afectar ecosistemas frágiles y tierras ancestrales