Según reveló a la prensa italiana monseñor Benoni Ambarus, obispo auxiliar de Roma y director de la oficina diocesana para la pastoral carcelaria, antes de morir, el papa Francisco donó 200,000 euros.
Esta donación fue un "último regalo" de Jorge Bergoglio, afirmó Ambarus. Estaba destinada a una fábrica de pastas situada en la cárcel de menores de Casal del Marmo. Es el mismo centro penitenciario al que el papa había acudido en jueves Santo de 2023 para lavar los pies a los presos.
Monseñor Ambarus, a quien el papa llamaba “don Ben”, había comentado al pontífice que la fábrica de pastas tenía una fuerte hipoteca. Le explicó que, si lograban cubrirla, podrían bajar los precios de la pasta, vender más y, en consecuencia, contratar a más jóvenes internos.
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El papa, que era conocido por regalar dinero en efectivo a personas que ayudaban a los más necesitados, a los heridos o a víctimas de guerra, le respondió a "don Ben": “Casi terminé todo mi dinero, pero todavía tengo algo en mi cuenta”. Tras esta conversación, le entregó los 200,000 euros.
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Esta acción es un fiel reflejo de su atención a los más necesitados, entre los que destacaba especialmente a los detenidos. El papa mostraba un interés particular por los presos, incluso haciendo una visita reciente a la cárcel de Regina Coeli poco antes de su muerte.
El legado del papa Francisco en las cárceles
El papado de Francisco se caracterizó, entre otras cosas, por su profunda y constante atención a los más necesitados, entre ellos, a las personas privadas de la libertad a quienes mostró su interés y empatía a través de diversas acciones.
El papa realizó visitas personales y conmovedoras a varios centros penitenciarios, una de ella, la cárcel de menores de Casal del Marmo, a la cual acudió en 2023 en jueves Santo para lavar los pies a los presos.
Otra prisión que visitó fue la cárcel de Rebibbia el pasado 26 de diciembre del 2024, en la cual hizo historia al ser el primer pontífice en abrir una puerta santa en un instituto penitenciario.
Incluso, la última salida del papa, fuera del Vaticano, fue a la cárcel de Regina Coeli, donde fue aclamado por los presos que reconocieron su "esfuerzo sobrehumano" por estar con ellos. Allí, pese a sus dificultades para hablar, expresó su deseo de estar cerca de ellos y rezar por ellos. Saludó a 70 detenidos, les regaló rosarios y rezaron juntos un Padre Nuestro.
Durante su papado, Francisco trabajó de cerca con la Pastoral Carcelaria, para brindar atención a las personas privadas de la libertad. Por ello, mantenía una estrecha relación con Monseñor Benoni Ambarus, obispo auxiliar de Roma y director de la oficina diocesana para la pastoral carcelaria, a quien cariñosamente llamaba "don Ben".
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Tras su muerte, muchos presos se sienten huérfanos y han expresado su deseo de honrarlo, pidiendo incluso poner una flor en su tumba. Monseñor Benoni Ambarus informó que se están gestionando permisos para que algunos puedan asistir a su funeral o seguir la transmisión por televisión.
