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Trump reaviva tensiones con la Unión Europea al pedir una “resistencia” continental con apoyo de ultras

Ese repliegue de EU plantea desafíos clave para la integridad de la OTAN, para la estabilidad del proyecto europeo y para la influencia global conjunta que Occidente había mantenido desde el final de la Guerra Fría

Donald Trump frente a una reunión con homólogos europeos.Créditos: EFE
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La reciente versión de la Estrategia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, dada a conocer por la administración Donald Trump, plantea una visión severa: Europa se encuentra ante el riesgo real de una “desaparición civilizacional”. El texto insta a “cultivar la resistencia” interna en naciones europeas apoyando a formaciones nacional-populistas, con el fin de revertir lo que describe como un declive cultural, demográfico y político.

Según la estrategia, Europa padece una combinación de factores que comprometen su identidad: migraciones masivas, políticas de integración impulsadas por la Unión Europea (UE), caída de las tasas de natalidad y pérdida de confianza nacional. Todo ello, advierte Washington, “socava la soberanía, las libertades políticas y el carácter propio de los pueblos europeos”. 

El documento advierte que si las tendencias actuales continúan, “el continente será irreconocible en 20 años o menos”.

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Instituciones supranacionales y crítica al modelo europeo

La estrategia también señala que organizaciones internacionales y las estructuras de integración europea, como la UE, socavan la “libertad política” y la soberanía. Según Washington, estas entidades promueven regulaciones excesivas, erosionan identidades nacionales y debilitan el rol de los estados como garantes de su propia defensa.

Como resultado, el gobierno de Trump propone que los países europeos asuman una mayor responsabilidad en su defensa, tanto militar como cultural, en lugar de depender de aliados tradicionales.

“Cultivar resistencia”: apoyo a nacionalismos y nuevos aliados

El documento oficial sugiere que Estados Unidos apoyará, de forma indirecta, a partidos “patrióticos” o nacionalistas en Europa, aquellos que defienden fronteras más estrictas, políticas migratorias duras y rechazo a la intervención supranacional. Entre ellos destacan formaciones como Alternative for Germany (AfD) y otros grupos de derecha, considerados cercanos a la retórica de la administración Trump.

El argumento central es que esos partidos representan la “resistencia” necesaria para que Europa recupere su identidad, soberanía y “espíritu civilizatorio”.

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Cambio de prioridades geoestratégicas: de Europa a América Latina y el Indo-Pacífico

Paralelamente, la estrategia pone énfasis en fortalecer la presencia estadounidense en América Latina y en la región del Indo-Pacífico, priorizando la seguridad hemisférica y la rivalidad económica con potencias como China. Esto supone una redefinición del compromiso militar tradicional de EU con Europa.

Esta reorientación geopolítica deja a Europa en una posición de “aliada secundaria”, condicionada a que sus países demuestren por sí mismos tanto su fortaleza económica como militar.

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Reacciones en Europa y riesgos para la alianza transatlántica

Las críticas hacia la estrategia no se han hecho esperar. Muchos analistas afirman que estas posiciones representan una ruptura con décadas de cooperación transatlántica basada en valores comunes, democracia y solidaridad internacional.

Por su parte, un reciente análisis, elaborado por el European Council on Foreign Relations (ECFR) junto con la European Cultural Foundation, advierte que la estrategia no solo busca un replanteamiento geopolítico, sino una transformación profunda del panorama político europeo, incentivando la polarización y la creciente influencia de partidos radicales.

El riesgo, según esos críticos, es una Europa fragmentada, con democracias debilitadas, menos integrada y con un claro retroceso en su papel global.

La nueva estrategia de la administración Trump representa un viraje sustancial en la relación con Europa: de una alianza estratégica tradicional, basada en cooperación institucional y valores compartidos, a una visión instrumental donde la defensa de lo que llaman “civilización occidental” pasa por redefinir identidades nacionales, fortalecer el nacional-populismo y recalibrar compromisos internacionales.