"Yo odiaba el boxeo", dice Michael Bentt frente a la cámara. Así empieza el primer episodio de Losers, la serie documental de Netflix que explora la humanidad detrás del fracaso. La historia de Bentt no es la de un campeón frustrado, sino la de un hombre que fue obligado a triunfar en un mundo que nunca eligió.
Desde niño, Bentt fue entrenado por su padre, un jamaiquino estricto que veía en el boxeo una forma de redención personal. Para él, perder era inaceptable. Con ese peso sobre los hombros, Michael se convirtió en un boxeador amateur exitoso y más tarde en profesional, aunque nunca encontró sentido ni placer en el deporte que dominaba.
En 1993, contra todo pronóstico, ganó el título mundial de peso pesado al derrotar a Tommy Morrison. Pero su gloria duró poco: en su primera defensa, fue noqueado por Herbie Hide y cayó en coma. Su carrera terminó ese mismo día. Tenía apenas 29 años.
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La ironía, como muestra el documental, es que esa derrota fue lo mejor que le pudo pasar. Sin boxeo, Bentt tuvo por fin la oportunidad de decidir qué hacer con su vida. Se inscribió en clases de actuación y encontró en el arte algo que el deporte nunca le dio: libertad, expresión y sentido personal.
Participó en películas como Ali, Million Dollar Baby y The Great White Hype. Hoy, trabaja como entrenador y asesor de actores en escenas de boxeo, construyendo una carrera que lo conecta con el ring desde otro lugar, uno que él sí eligió.
Idolatrar la victoria
En una sociedad que idolatra la victoria, hablar del fracaso suena casi como una ofensa. Ganar se convierte en sinónimo de valor, mientras que perder se asocia con debilidad, con falta de talento o con no haber sido “suficiente”. Pero “Losers”, la serie documental que Netflix estrenó en 2019, rompe con esa idea. Nos recuerda que en la vida —y especialmente en el deporte— perder no solo es inevitable, sino también profundamente humano.
Cada episodio se adentra en la historia de un atleta o equipo que conoció la derrota de cerca: un combate perdido, un torneo fallido, una jugada que cambió una carrera. Sin embargo, lo que hace especial a esta serie no es la derrota en sí, sino lo que vino después. Cómo esos hombres y mujeres transformaron la frustración en impulso, la vergüenza en aprendizaje y la caída en una nueva forma de entender el éxito.
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Porque Losers no trata de fracasos deportivos, sino de resiliencia. Habla de las veces que la vida nos obliga a detenernos, a mirarnos con honestidad y a encontrar sentido en medio del dolor. A través de entrevistas, videos de archivo y recreaciones, la serie muestra la parte más vulnerable del deportista: esa que el público no ve cuando se apagan las luces del estadio y el marcador ya no importa.
No existe atleta profesional que haya ganado más veces de las que perdió. Sin embargo, seguimos midiendo el éxito con una sola vara: la del triunfo. Quizás por eso, Losers incomoda. Porque nos confronta con una verdad sencilla pero poderosa: nadie llega lejos sin haber tropezado antes.
¿Errar un gol te convierte en fracasado? ¿No ganar una medalla olímpica borra años de esfuerzo? ¿Una derrota define toda una vida? La respuesta, sin matices, es no. Perder forma parte del proceso; nos enseña a convivir con la imperfección, a aceptar que el valor no está en el resultado, sino en la capacidad de volver a intentarlo.
Al final, Losers no es una serie sobre deportistas. Es una serie sobre personas. Sobre todos los que alguna vez sintieron que no estaban a la altura y, aun así, decidieron seguir adelante. Porque en ese acto silencioso —el de levantarse después de caer— reside el verdadero significado de ganar.
djh
