Hyastville.- Con el proceso electoral en Estados Unidos que reposicionó a Donald Trump en la Presidencia, la población señalada de ser “el problema del país” comenzó a sentir la ansiedad económica ante un panorama de incertidumbre por ser deportados a sus países de origen.
Esta situación pone en riesgo a la fuerza laboral ya que representan el 5% y con 96,700 millones de dólares menos en contribuciones fiscales a nivel federal y estatal, según datos proporcionados del Institute on Taxion and Economic Policy.
"La gente no se quiere confiar", cuenta Raúl - nombre ficticio a su petición porque no tiene un estatus legal -, que como los demás espera en el estacionamiento de un pequeño centro comercial al norte de la capital de EU, a que alguien pase a ofrecerle un trabajo: pintar una casa, ayudar con una mudanza, cortar césped...
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La mayoría de la población migrante, casi un 80% de estas personas, lleva al menos 10 años en el país y, han aprendido a vivir con la preocupación de que en cualquier momento las autoridades pueden detenerlos.
Ante la promesa de redadas migratorias en escuelas, iglesias y colegios, la gente no se puede dar el lujo de detenerse y siguen trabajando para “pagar las facturas” y continuar con el envío de dinero a las personas que dejaron atrás.
Raúl, guatemalteco, que ha vivido 24 de sus 62 años de vida en Estados Unidos, explica que ante los altos costos de vida que han comenzado a permear la reta y servicios, es una necesidad salir a trabajar.
El ahora presidente logró unir a las personas con un mensaje antimigrante y, la propuesta de hacer la expulsión masiva dejaría a más de 11 millones de personas indocumentadas fuera del territorio estadounidense.
Raúl migró para darle una mejor vida a sus padres, que fallecieron hace dos años y de los que no pudo despedirse. Ahora, con lo que gana, ayuda también a sus hermanos.
Si lo llegaran a deportar, acotó, sería un "doble sufrimiento, porque allá no hay trabajo y aquí, aunque sea difícil, puedo conseguir algo y apoyarlos".
"Ya no tengo miedo"
Después de 33 años en EU y de ser deportado a principios de los 90, Carlos Tejada dijo no tener más miedo a las autoridades de migración. En Maryland se casó, formó una familia y se divorció y sus hijos "ya están mayores".
"A las buenas no me quiero ir (...) pero si me agarra un agente de migración, hasta la mano le voy a dar; no quiero andar escondido", relata.
Todos estos años ha trabajado en construcción porque "aunque es peligroso y duro, es donde más se gana" y con lo que ha enviado a su natal Honduras, construyó "una casita" a donde sueña volver.
Los migrantes indocumentados están sobrerrepresentados en industrias como la construcción con un 13.7%, la agricultura en 12.7%, y la hostelería con 7%.
Martina Salas, trabajadora de este último sector y también persona migrante irregular, a través de su religión y la resignación mencionó que: "Tengo ya 55 años y ya me conformo un poco; si me toca, me toca".
"Yo solo tengo temor de Dios, que se haga su voluntad", dice la mujer guatemalteca, mientras mete las manos dentro de su delantal de trabajo. Lleva 24 años en el país y siempre ha trabajado en restaurantes porque le "gusta mucho cocinar".
Hace 8 años, cuando Trump empezó su primer mandato, sí tenía "mucho miedo" porque su hijo -el único en EU, de los 11 que tiene- era pequeño.
"Ahora, si me llegaran a detener, ya lo tengo instruido. Si un día no llego a casa, ya sabe qué hacer".
(Con información de Agencias).