En días pasados, el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump causó revuelo mundial con sus pretensiones de que Groenlandia sea estadounidense, el anunció del republicano coincidió con la visita de su hijo a la isla quien aseguró que su llegada era para hacer turismo y no política.
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Trump ya había advertido mediante un mensaje en redes sociales, poco antes de Navidad su interés por la isla e incluso señaló que EU debía tomar el control de Groenlandia y que para ello no descartaba ni las acciones económicas ni las militares.
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La isla situada entre los océanos Atlántico y Ártico, una cuarta parte de su superficie cubierta por hielo de forma permanente y apenas 56 mil habitantes, ha sido objeto de deseo estadounidense en el pasado por una mezcla de factores geopolíticos y económicos.
Groenlandia, un paraíso petrolero y en minerales raros
De acuerdo con estimaciones Groenlandia posee unas reservas de petróleo equivalentes a la mitad de las de Arabia Saudí y entre las más grandes del planeta en tierras raras -lo que podría reducir la dependencia de Occidente de China-, pero esa riqueza no se ha traducido aún de forma concreta.
Los elevados costes vinculados a la falta de infraestructuras y de mano de obra, las condiciones climáticas y el frágil entorno medioambiental han puesto en duda la viabilidad económica: varias grandes petroleras han devuelto las licencias extractivas obtenidas la década pasada ante la falta de potencial comercial a medio plazo.
Tampoco se ha puesto en marcha aún ninguno de los grandes proyectos mineros proyectados, por los factores anteriores y por otros como la incertidumbre en los precios de las materias primas y las dificultades de extracción.
De acuerdo con Javier Arnaut, un mexicano radicado en Groenlandia desde hace 6 años, especializado en economía y recursos naturales, señaló a el diario El País que el interés de Trump por esta isla podría deberse a un elemento que lo puede revolucionar todo en la economía y en la sociedad de Groenlandia: el rico subsuelo de la isla, fácilmente investigable por la casi ausencia de árboles, que esconde no solo gas y petróleo, cobre o hierro, oro y rubíes, sino esos minerales raros que desde hace más de una década son los más buscados por los prospectores del futuro: el neodimio.
Para el docente de la universidad de Groenlandia este mineral es necesario para la construcción de imanes para los motores de los coches eléctricos y las turbinas de los aerogeneradores eólicos.
Para Jakob Kirkegaard, del instituto Brueghel, considera que la motivación del presidente electo de EU, por apropiarse de Groenlandia es más bien un capítulo de política imperialista.
EL REGRESO DE DONALD TRUMP
“El interés de Trump por Groenlandia primeramente le viene por su afición por los mapas. Vio que Groenlandia es grande y que está a medio camino entre Estados Unidos y Rusia. Y quiere Groenlandia, o algo relacionado con ella. Pero no creo que sea muy racional".
Los intentos de EU por apoderarse de Groenlandia
Estados Unidos ha tratado de hacerse con Groenlandia desde mediados del siglo XIX. El primer intento vino en 1867, después de comprarle Alaska a Rusia, pero la propuesta fue abandonada; el tema se volvió a discutir hacia 1910, ideando un intercambio que incluía alguna isla filipina y un trueque con Alemania por el norte de Slesvig.
Washington sí compró en 1917 a Dinamarca las Indias Occidentales Danesas, luego Islas Vírgenes, y se comprometió a no oponerse a que Copenhague extendiese sus intereses a toda Groenlandia.
Dinamarca declaró su soberanía total sobre la isla en 1921, sancionada dos años después por la Corte Permanente de Justicia Internacional.
La invasión alemana de Dinamarca durante la II Guerra Mundial hizo que Estados Unidos estableciese presencia militar en la isla para impedir su uso por los nazis.
Estados Unidos ofreció en 1946 100 millones de dólares al Gobierno danés, que rechazó la oferta pero acabó accediendo a firmar un tratado de defensa con Washington para permitir bases estadounidenses.
El último precedente se remonta a 2019, durante la primera presidencia de Trump, cuando éste propuso la compra de la isla y acabó en un cruce de declaraciones con el Gobierno danés y anulando una visita oficial a ese país.