Las tensiones entre Israel e Irán, que durante décadas se habían mantenido en una guerra en la sombra, han escalado peligrosamente este año, con ambas naciones al borde de un enfrentamiento directo. El pasado 1 de octubre, Irán lanzó 180 misiles balísticos contra territorio israelí, lo que ha llevado a las autoridades israelíes a preparar un ataque militar en represalia, que podría desencadenar un conflicto regional de mayores dimensiones, de acuerdo con información del diario estadounidense New York Times.
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El ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, ha sido claro al respecto, afirmando que la respuesta de su país será "letal, precisa y, sobre todo, sorpresiva". Aunque no se ha revelado la fecha exacta del ataque, se espera que la ofensiva israelí pueda llevarse a cabo en cualquier momento, a medida que se desarrollan conversaciones estratégicas con el gobierno de Estados Unidos y se coordina la llegada de un sistema de defensa aérea estadounidense.
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Según documentos filtrados de inteligencia estadounidense, Israel ha estado realizando ejercicios militares para preparar su ataque, y ha modificado el despliegue de sus misiles y sistemas de defensa en previsión de una posible respuesta iraní. A pesar de la magnitud del conflicto, fuentes diplomáticas han señalado que Israel se comprometió con Washington a no atacar infraestructuras nucleares o petroleras iraníes, lo que podría reducir el riesgo de una guerra total en la región.
Este conflicto tiene su origen en una serie de intercambios violentos que se intensificaron en abril, cuando Irán lanzó misiles y drones contra Israel en respuesta a un ataque israelí que mató a altos mandos iraníes en Damasco. Desde entonces, la escalada ha sido constante, con represalias por ambas partes, que incluyen la muerte de líderes de Hizbulá y Hamás, grupos respaldados por Irán.
El potencial ataque israelí podría tener un alcance significativo, dado que Israel ya ha demostrado su capacidad para realizar operaciones a largas distancias, como lo hizo en una ofensiva reciente contra los hutíes en Yemen, donde sus fuerzas volaron más de 1600 kilómetros para atacar infraestructuras estratégicas. Sin embargo, Irán cuenta con sistemas de defensa aérea más sofisticados, lo que complica cualquier operación militar israelí.
Analistas militares han señalado que, si Israel decide proceder con su ataque, probablemente intentará neutralizar los sistemas defensivos iraníes, como lo hizo en abril al destruir un sistema antiaéreo S-300 cerca de Natanz, una ciudad clave en el programa nuclear iraní. No obstante, cualquier ofensiva israelí corre el riesgo de desatar una respuesta más amplia por parte de Irán y sus aliados en la región, como Hizbulá en Líbano y Hamás en Gaza.
Mientras tanto, la administración del presidente Joe Biden ha mantenido una postura cautelosa ante el conflicto, preocupada por verse arrastrada a una confrontación directa en Medio Oriente. Aunque Biden ha expresado su apoyo a Israel, ha dejado claro que no avalaría un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes, con la esperanza de evitar una guerra regional en vísperas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
El escenario actual entre Israel e Irán es uno de los más tensos en décadas, con ambos países al borde de un enfrentamiento directo y potencialmente devastador. A medida que las preparaciones continúan, la comunidad internacional observa con preocupación, consciente de que una escalada militar entre estos dos adversarios podría tener repercusiones mucho más amplias en la estabilidad de Medio Oriente.