Ciudades como Nueva York han sido testigos de reuniones internacionales donde líderes de países como Estados Unidos, Japón, Reino Unido, España e India coinciden en la necesidad de establecer regulaciones en el ámbito de la inteligencia artificial (IA). Estas propuestas no sólo buscan estandarizar la tecnología, sino también garantizar que los beneficios de la IA se dirijan a enfrentar desafíos mundiales como la educación, la sanidad y el cambio climático.
La regulación de la IA no es un tema nuevo. Hace apenas tres años, Europa ya estaba tomando la delantera en esta área, estableciendo una postura intermedia entre dos modelos: el estadounidense, donde las grandes corporaciones son dueñas de los datos, y el chino, donde el gobierno es el propietario. Según Carme Artigas, secretaria de estado de Digitalización e Inteligencia Artificial del Gobierno de España, la clave es que “los datos pertenezcan a los ciudadanos”. Esta perspectiva está respaldada por el hecho de que la Unión Europea ya inició la regulación de la IA en 2019 y está a punto de finalizarla.
El surgimiento de tecnologías como ChatGPT de OpenAI ha impulsado aún más este impulso regulatorio. Este chatbot ha demostrado el rápido avance de la IA y cómo afecta a diversos campos. Para muchos gobiernos y la industria en general, esto subraya la urgencia de implementar regulaciones.
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Más allá de lo técnico, estas regulaciones también abordan cuestiones morales. Artigas menciona que el objetivo es definir qué pueden y qué no deben hacer estos sistemas, incluso si es técnicamente posible. Una de las preocupaciones más acuciantes es evitar que la IA genere sistemas de vigilancia que determinen la “bondad” de los ciudadanos y restrinjan derechos.
La cooperación con las empresas líderes en tecnología, como Google y Microsoft, es esencial en este proceso. Estas corporaciones respaldan la regulación porque quieren que la gente confíe en que la IA es segura. Artigas destaca la necesidad de encontrar un equilibrio para garantizar que las legislaciones no obstaculicen la innovación.
Uno de los aspectos más enfatizados en estas discusiones es que la IA debe ser universal e imparcial. A pesar de la innovación, muchos en el mundo todavía no tienen acceso a Internet. James Cleverly, ministro británico de Exteriores, resalta que todavía 2.700 millones de personas están desconectadas. Además, Urik Knudsen, secretario general adjunto de la OCDE, apunta a la disparidad de género en la industria de la IA, donde la mayoría de los líderes son hombres, pero los asistentes inteligentes a menudo tienen voces femeninas.
Con información de EFE.
DJC